turismo

Domingo, 30 de mayo de 2010

SUDAFRICA. SEDES, FAUNA Y FúTBOL

Hora mundial

Sudáfrica recibe en apenas unos días al mayor y más pasional espectáculo del planeta: el Mundial de Fútbol 2010 de la FIFA. Reservas naturales, safaris y playas paradisíacas para no perderse en la tierra del emblemático Nelson Mandela, un mundo por descubrir de naturaleza pura y vida urbana.

 Por Pablo Donadio

Una jirafa estira el cuello y alcanza las hojas de la copa de un árbol en el atardecer del monte de Ciudad del Cabo. Kilómetros al norte, dos pequeñas cebras juguetean con su manada, repitiendo un ancestral rito de raza dentro del Parque Kruger. Cerca, la mirada de un elefante pone distancia prudencial al paso de un safari en la reserva privada de Sabi Sand, en Johannesburgo.

Nada de este mundo, tan salvaje como maravilloso, parece cambiar en estos días de alboroto y excitación futbolera. Y es bueno que así sea, ya que distintos aires se respiran en las principales capitales del país, que esperan una oleada de turistas en cuanto comience el torneo. Es cierto que las expectativas no se cumplieron del todo, de la mano de la crisis global y ciertas idas y vueltas organizativas. Pero para muchos, con el presidente sudafricano Jacob Zuma a la cabeza, 2010 será para Sudáfrica un momento tan importante como los ’90, cuando se puso fin al apartheid: “Unidos, debemos asegurarnos de que sea uno de los proyectos más exitosos que hemos sacado adelante como nación”. Por eso la fiesta que transcurrirá entre el 11 de junio y el 11 de julio será la oportunidad perfecta, y difícilmente repetible, de conocer un país fantástico. O de empezar a conocerlo, planificando un futuro viaje al apasionante mundo de los safaris, las reservas protegidas y las playas de aguas turquesas a los pies de montañas.

Leonas al acecho, reinas de los Big Five que se avistan en Sudáfrica.

PUERTA DE ENTRADA Cosmopolita y reconocida como la puerta de entrada a Africa, Ciudad del Cabo será una de las sedes centrales para la acción del fútbol. Capital legislativa del país, con una infraestructura turística de excelencia, Cape Town recibe miles de visitantes de numerosas naciones como un fenómeno cotidiano. Día y noche las actividades se multiplican desde la bahía central de su city a la profundidad de sus límites, donde nacen las reservas y los añejos viñedos. Apenas se pone el pie, llama la atención la figura de la Montaña de la Mesa, un cordón cortado abruptamente a los 1086 metros y habitualmente cubierto por un manto de nubes que constituyen su famoso “mantel”. Símbolo de la ciudad, se la visita mediante un teleférico giratorio que ofrece una vista de 360 y permite recorrer miradores naturales hacia su valle urbanizado y el nuevo estadio Green Point, construido especialmente para la ocasión y capaz de albergar a 70 mil personas. En pleno centro, sobran las autopistas y comercios de grandes marcas, mientras la vida artística se deja ver a pleno en la Greenmarket Square, la plaza de los artesanos. Allí hay que llegar con algo de dinero para hacerse de las mejores piezas de madera (tablas, ceniceros, veladores y perfectas figuras de animales), íntegramente talladas a mano.

La vida nocturna se concentra en Long Street, con bares, boliches y restaurantes para trasnochar. Hacia la costa, el otro clásico es el Victoria & Alfred Waterfront, un complejo hotelero y comercial portuario comparable con Puerto Madero, con cientos de negocios y restaurantes. Allí marchan frescos y abundantes los cangrejos, camarones, almejas y demás manjares acuáticos, con la chance de visitar restaurantes clásicos de comida italiana, tailandesa y, por supuesto, africana. Todo acompañado de los buenos vinos locales, un producto que crece sin pausa a nivel mundial erigiendo a Sudáfrica como uno de los productores del rubro más importantes del planeta. Un circuito promocionado como la Cape Winelands (equivalente a la “ruta del vino” mendocina) conecta una docena de caminos vitivinícolas. Algunas fincas de la región de Constantia, cercanas al centro, o excursiones un poco más lejanas hacia Stellenbosch, Wellington o Franschooek brindan su rica historia, ofrecen catas y las imágenes para el recuerdo de sus interminables campos de vid.

Finalmente, las playas de Cape Town conforman una costa central que es un oasis de colores, con el blanco de arenas, el turquesa de las frías aguas, el marrón profundo de montañas y acantilados. Bajo ese marco conmovedor aparece el Cape Point, el extremo más extremo del continente, donde confluyen las aguas de los océanos Atlántico e Indico, regando la superficie de líneas salinas. Hasta allí conducen a los visitantes algunas agencias, en caminata ascendente por pasillos de piedra hacia un mirador, o tomando un carrito conectado a dos rieles como en los centros de esquí. Ubicado dentro de los límites de la Reserva Natural del Cabo de Buena Esperanza, el Cape Point es un primer atisbo de la preservación sudafricana de espacios naturales. Hay allí 1200 especies de plantas nativas y 160 especies de aves, además de curiosos grupos de antílopes, cebras y familias de monos babuinos que juguetean sin parar. No muy lejos, el Jardín Botánico Kirstenbosh completa el cuadro de vida silvestre con 6000 especies de plantas nativas: ambas opciones son buenas alternativas para quienes no llegan a los safaris de tierra adentro. Antes de dejar Cape Town, vale la pena conocer Robben Island, donde Nelson Mandela estuvo preso durante 18 años, y también llegar al mega acuario Two Oceans.

El complejo V&A Waterfront, en Ciudad del Cabo, delante de la Montaña de la Mesa.

HACIA JOZI La tierra de los safaris será la otra gran sede para el fútbol, donde los Bafana-Bafana dirigidos por el brasileño Parreira debutarán con México el viernes 11 de junio, abriendo la fiesta mundialista. Allí se jugarán también la gran final y los dos partidos iniciales del seleccionado argentino. Se trata de Johannesburgo, o Jozi, como suelen llamar los locales a la capital económica del país.

De matices muy porteños, la ciudad muestra espacios donde la abundancia da cabida a la miseria en apenas unos metros, como ocurre en las inmediaciones del centro, donde se emplaza el Ellis Park, un complejo de 48 hectáreas con una de las dos canchas mundialistas. El puntapié inicial se dará en Soweto, el suburbio más grande de la ciudad: allí se levanta la Soccer City, un monstruo que tras su reciente remodelación es capaz de recibir a 96 mil personas. Mary Fitzgerald Square será el fan park oficial de la FIFA, pero también en el parque Innesfree de Sandton, y en la plaza Walter Sisulu en Kliptown, habrá pantallas para disfrutar de los partidos. Johannesburgo desborda de museos, restaurantes, galerías y hoteles glamorosos: el Gold Reef City, antigua mina de oro devenida en resort turístico y parque de diversiones, es apenas un botón de muestra de lo que esta ciudad ofrece al visitante. Bungee jumping en las torres de refrigeración, sandboard en el viejo vertedero Monte Caos, o las misteriosas cavernas Sterkfontein son algunos de los atractivos: pero estar aquí y no realizar un safari puede considerarse como mínimo un error. Es que en lugares como el Parque Kruger, al que llegan más de un millón de turistas anuales, comienza aquello que verdaderamente pocos lugares del planeta pueden ofrecer: un contacto real con los grandes animales de la selva y la sabana, que desfilan en libertad y a escasos metros de los ojos, tantas veces conmovidos como casi asustados. Son travesías por circuitos supervisadas por guardaparques y con horarios estrictos, aunque la selva es patrimonio de los animales, donde el hombre puede planificar pero no asegurar de qué manera, cómo y cuándo se topará con ellos. Con 19 mil kilómetros cuadrados, el Kruger es conocido mundialmente no sólo como una increíble reserva de especies y una estructura fascinante de lodges y reservas privadas internas, como la de Sabi Sand, sino por el contacto íntimo con los animales. La pequeñez del visitante se siente de inmediato con los rugidos, las corridas tras alguna presa, la cercanía de las manadas y, sobre todo, esa clara libertad de hacer lo que quieran en medio de ese sitio salvaje e inmenso. Creado hace más de cien años en la frontera con Zimbabwe y Mozambique, alberga la vida libre de 34 especies de anfibios, 114 de reptiles, 50 de peces, 507 de aves y 147 de mamíferos, entre los que sobresalen los famosos Big Five: el león, el elefante africano, el leopardo, el rinoceronte y el búfalo, acompañados por no menos llamativas jirafas, hipopótamos, antílopes, cebras, springboks e impalas.

REINO ZULU Y PILANESBERG Dinamizadas en virtud de la llegada de las delegaciones, equipos, periodistas y sobre todo, espectadores, las cercanías de los estadios se transforman en base del país turístico que ofrece servicios multiplicados. Destacada en la provincia de KwaZulu-Natal, Durban posee una gran tradición futbolística: la primera liga del país se creó en la región y el estadio King’s Park hace honor a la tradición fundadora, que será continuada con el Moses Mabhiba, con capacidad para 70 mil personas. Tercera en importancia urbanística y política, dicen que allí se construyó uno de los puertos más importantes del Hemisferio Sur, en torno del cual gira un importante movimiento industrial y gastronómico. Conocida popularmente como el reino zulú, las visitas a las aldeas de esta tribu son uno de los atractivos centrales, de los que es imposible volver sin la mostacilla zulú. También hay safaris, en ambientes naturales como el de Hluhluwe-Imfolozi, con la presencia de los Big Five, y visitas a las costas, donde las aguas del Indico bañan numerosas playas ideales para quienes gustan del surf. Allí se destacan Blue Lagoon, North y South Beach. La Milla Dorada propone pubs y restaurantes donde probar las delicias del mar, mientras Florida Road es el centro nocturno por excelencia. Y finalmente el Valle de las Mil Colinas y el estuario del Parque Santa Lucía se ofrecen en tentadores paquetes que recorren la región.

Elefantes africanos, a un paso de los visitantes en las reservas.

Rustenburg sigue la lista de las sedes futbolísticas, con su estadio Real Bafokeng, para 42 mil personas. Allí se encuentra el singular Parque Nacional Pilanesberg: con 50 mil hectáreas, la joven reserva nacida en 1979 como complemento del extravagante Sun City (minimundo de diversión al estilo Las Vegas, pero en la sabana sudafricana) es el otro sitio recomendado junto al Kruger para los safaris, con atrapantes circuitos de unos 200 kilómetros. El parque tiene además la particularidad de convivir con el cráter de un volcán extinguido, lo que le da un halo mayor de misterio a la zona. Además de muchísimos animales, posee un enorme lago artificial, al que se puede acceder directamente desde el alojamiento de los visitantes.

MAS SEDES El estadio Loftus Versfeld, para 50 mil personas, será la cara mundialista de Pretoria, centro diplomático y político del país. Ciudad multicultural y conocida como la tierra de los estudiantes, entre sus encantos se destacan sobre todo los urbanos, como el centro cívico Church Square, donde habitan los edificios gubernamentales. El Museo Central posee una colección de arte sudafricano y el Transvaal Museum se encuentra íntegramente abocado a la historia del país. Uno de sus paseos recomendados es al Menlyn Park, un centro comercial gigantesco, con todo lo imaginable para traer de regreso al hogar, y el santuario de aves Austin Roberts como espacio verde imperdible.

Local como ningún otro, Zakumi, el leopardo mascota del mundial, estará en el Estadio del Estado Libre de Bloemfontein, otra de las capitales futbolísticas. Conocida como la “ciudad de las rosas”, gracias a los rosedales que han derivado en un festival anual de importancia, Bloem ofrece la visita a una reserva animal en el propio centro. De enorme patrimonio cultural, cuenta con dos museos importantes, el de Rugby y el Nacional, además del Golden Gate, un parque de largos acantilados de arenisca como atractivos de relevancia. También vale la pena conocer el cráter del Vredefort, que se presume el de impacto más viejo del mundo, con una antigüedad de más de dos millones de años.

El estadio Mbombela, para 46 mil visitantes, será el escenario de Nelspruit, ciudad que no tenía ninguna instalación deportiva de categoría, por lo cual la decisión de hacerla sede ha dado un impulso al desarrollo deportivo de la región. Sus buenos suelos y el clima subtropical proporcionan las mejores condiciones para el crecimiento de frutas como el mango, la banana y la palta, por lo que se la conoce como una de las metrópolis manufactureras y agrícolas del país. Aquí se proponen paseos al barrio suburbano Kanyamazane y el conocimiento de la cultura Ndebele.

Sudáfrica tiene sus propios “caminos del vino” a través de sus excelentes viñedos.

La ciudad-puerto de Port Elizabeth, ubicada en la provincia Oriental del Cabo, continúa la lista de sedes, para la cual se construyó exclusivamente el estadio Bahía Nelson Mandela, en honor a su líder político, con una capacidad para 50 mil personas. Entre sus muchos y bonitos paisajes, se sugiere recorrer los 40 kilómetros de playas resguardadas, donde la King, la Hobie y la Pollock son promocionadas para los amantes del surf. Otras condiciones ideales para la práctica de actividades acuáticas le valieron el apodo de “capital de los deportes náuticos”.

La lista de ciudades anfitrionas concluye con Polokwane y su estadio Peter Mokaba, que recibirá a 46 mil espectadores. Capital de la provincia de Limpopo y en pleno crecimiento e intercambio cosmopolita, allí se hablan –sin que ninguno predomine– seis de los once idiomas oficiales de Sudáfrica: sepedi, tshivenda, tshitsonga, ndebele, inglés y afrikaans. Esa diversidad cultural es uno de sus mayores encantos (otro es que allí la Argentina jugará su tercer partido clasificatorio). Rica en reservas y naturaleza, se la considera como una de las capitales del ecoturismo nacionalz

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El estadio Soccer City de Johannesburgo, marco monumental para el puntapié inicial del Mundial.
Imagen: Gentileza Embajada de Sudafrica
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