turismo

Domingo, 1 de agosto de 2010

MENDOZA. ALTERNATIVAS PARA EL INVIERNO

Al galope por la nieve

En el sur de Mendoza, Malargüe ofrece distintas opciones para disfrutar del manto blanco que cubre los pliegues cordilleranos. Cabalgatas, trekking y travesías en 4x4 por reservas protegidas invitan a la aventura invernal, entre paisajes fantásticos de volcanes, lagunas y formaciones rocosas antiquísimas.

 Por Pablo Donadio

Las primeras imágenes rosadas de la tarde aparecen en el horizonte de Malargüe. A contraluz, una fila perfecta de picos blanquísimos habla por sí sola: la cordillera andina no necesita intérprete. Es la época en la que la ciudad toda se alborota y se entusiasma con negocios donde se ofrecen actividades y ropas de abrigo por doquier, entre nevadas que caen a cántaros. La escena es, a decir de los mendocinos, una doble bendición para su tierra. Primero por ser clave para la temporada turística, que con buenos niveles de nieve se asegura una afluencia continua de visitantes; segundo, por ser la materia prima del agua de la cual vivirá la provincia prácticamente durante un año. Mendoza es más parecida al desierto de lo que suele creerse, y si se la ve verde y llena de vida es sobre todo gracias a la tecnología hídrica que se aplica con esfuerzo y conciencia.

Pero la nieve es mucho más que eso, y por estos meses Malargüe y sus alrededores ofrecen entretenidas salidas para disfrutarla más allá del esquí. Una visita a la Dirección de Turismo local es el primer paso para conocer las opciones de cabalgatas, trekking y travesías 4x4 que invitan a aprovechar los magníficos paisajes nevados durante la temporada invernal.

La Cárcava Escondida del volcán Malacara, con su pequeña chimenea que apunta al cielo.

BAQUEANO POR UN DIA El programa de cabalgatas, un clásico de Malargüe, se renovó este año para ofrecer siempre nuevos motivos de regreso a la región. La nieve es la invitada principal, especialmente en dos excursiones espectaculares organizadas por la estancia La Herradura. La primera, de día completo, dura ocho horas y propone llegar al cerro La Ventana partiendo del Choique, mítico casco del establecimiento ganadero, 22 kilómetros al oeste de la ciudad. “Lo primero que hacemos al llegar es una buena mateada con yuyos y pasteles. Mientras tanto, charlamos un rato con la gente para saber con quién vamos a compartir la salida. De dónde son, si es la primera vez que vienen y qué tipo de excursiones les gusta más: si la cabalgata tranquila o el galope. Mientras, los compañeros alistan los caballos para partir al cerro”, cuenta Jorge García, guía malargüino y amante del folklore local como pocos. El traqueteo sobre los animales empieza por senderos de la estancia, atravesando arroyos y vegas, y en pocos minutos se mete en un fascinante mundo de paisajes y formaciones geológicas. La primera parada es en las condoreras, lugares de nidificación de cóndores, y pronto llegan las bardas, que rodean y acompañan al grupo hacia los valles superiores. El camino promedia al mediodía: entonces la segunda parada llega con un buen asado campero, mientras se elaboran, in situ y a la brasa, las tortas fritas para la tarde. Al llegar al mirador del cerro hay un descanso para contemplar los alrededores desde las alturas; luego hay que regresar hacia el Choique antes de que oscurezca. El lujo final comienza cerca del casco, cuando los caballos se lanzan a galopar por canales cercanos al río, levantando polvo y nieve y haciendo experimentar a los jinetes la adrenalina de sentirse un auténtico baqueano, con la posibilidad incluso de arrear algunos animales.

La otra cabalgata que ofrecen García y su gente necesita tres días y convoca al cerro El Morro. La actividad repite parte de la anterior, y llega a La Horqueta, otro paraje bellísimo donde se establece el primer campamento en el sector de la Vega del Burro. Cena y pernocte en las monturas, hechas de mantas criollas: es el tiempo del fogón y la guitarra, y del sueño, para poder seguir temprano por la mañana. Se visita el Cajón de Los Oscuros y El Salto, un valle a casi tres mil metros de altura encerrado entre montañas y nieves eternas, con una de las mejores vistas de la depresión de los Huarpes. Luego se sigue con paradas intermedias hacia el fondo la Laguna de Llancanelo, reservorio de aves de toda Sudamérica. Otra noche de montaña y canto dan paso al día final en El Morro, un cerro lleno de magia e historias, donde todavía se encuentran vestigios de rituales aborígenes y “chenques” (entierros) a cada paso. Si se tiene suerte, es posible galopar con alguna de las tantas tropillas de caballos salvajes que habitan estos cerros.

ENTRE LAS CARCAVAS Otra de las cabalgatas malargüinas invita a los pagos de Alberto Quesada, un puestero de montaña descendiente de los pobladores originarios, que criaron ganado en la zona desde siempre. Es la excursión al famoso Malacara, una combinación de travesía 4x4, cabalgata y trekking hasta las entrañas mismas del volcán. Para hacerla hay que trasladarse unos 40 kilómetros hacia el sudeste por la mítica ruta 40, atravesando la ciudad hasta donde la llanura empieza a mostrar de cerca sus elevaciones. Allí espera don Beto con sus caballos criollos, listos para iniciar el recorrido ladeando montañas hasta los cráteres de una región que fue ocupada hace millones de años por los océanos Pacífico y Atlántico. Esa situación, además de generar la gran riqueza petrolera y gaseosa del departamento, sin contar el legado de restos fósiles, fue clave en la formación de pasadizos, cárcavas y chimeneas del Malacara: su erupción de tipo hidromagmática muestra el contacto sufrido entre la lava y el agua. Y es que a diferencia de otros volcanes “clásicos”, el Malacara estaba sumergido al estallar, y así el agua enfrió sus canales de lava en plena salida, lo que produjo verdaderas tuberías de piedra, como la Cárcava Oscura.

Una vez dejados los caballos en la entrada al volcán, arranca un trekking de medio día donde hay que agacharse, trepar y hacerse flaco para pasar entre rocas que dejan el espacio justo para el cuerpo. Más adelante espera la Cárcava de Tito Alba, nombre que hace suponer el paso pionero de algún antiguo poblador, pero corresponde, sin embargo, a una especie de lechuza blanca de la zona, que habita la cima del volcán. Pocos metros después, la luz del medio día aporta algunos rayos y entonces comienzan a brillar tonos rojizos y ocres sobre los oscuros pasadizos, que van llevando a la última cárcava, la de Los Puentes, donde la visibilidad es mayor y todos logran obtener alguna imagen para el recuerdo. Silencio y aire fresco de por medio, el lugar se improvisa para el mate y el descanso, y aunque se mire para todos lados cuesta creer que estos cañadones de piedra hayan nacido cientos de metros bajo el agua.

Además, otras cabalgatas contratadas en las prestadoras o en la misma Dirección de Turismo llevan en trayectos de medio día o día completo hacia la Laguna de la Niña Encantada y la doble dolina conocida popularmente como el Pozo de las Animas.

La aventura de cabalgatas cruzando ríos y atravesando paisajes deslumbrantes.

DESDE LA CIUDAD Otros escenarios de vida natural se pueden conocer a través de excursiones que parten de la ciudad, con distintas duraciones. Uno de ellos es Manqui-Malal, un paraje con refugio de montaña donde abundan restos fósiles marinos y terrestres, como el Ictiosaurio hallado hace un par de años y llevado a Mendoza para su estudio. Allí es posible realizar un trekking paleontológico hasta el nacimiento de la Cascada Dorada, un enorme salto de agua que en invierno suele semicongelarse, dejando estalactitas en las rocas y la flora adyacente.

Más o menos hacia el mismo lado, pero saliendo de la ruta 40 un poco antes, se llega a los legendarios Castillos de Pincheira, gigantescas bardas con forma de torres que deben su nombre al cuatrero chileno-español José Antonio Pincheira. Si bien aquí se cuenta que su tropa llegó a conformar casi un ejército con centenares de españoles y algunos nativos renegados que secuestraban mujeres y traficaban ganado, otros más encariñados con la leyenda recuerdan al líder como un Robin Hood criollo, que solía repartir sus botines entre los más pobres. Lo cierto es que en estos accidentes geográficos donde Pincheira plantó su fortín hoy hay camping y un restaurante que promociona su chivo a la cruz como el mejor de la ciudad y ofrece cabalgatas por encima de los paredones naturales.

El tercer escenario de singular belleza llega a 75 kilómetros de Malargüe: la Reserva Natural Laguna de Llancanelo, área declarada sitio Ramsar, cuyo humedal hospeda garzas, flamencos, cigüeñas, cisnes de cuello negro, patos, gavilanes y chimangos, entre 155 especies de toda Sudamérica. Lugar soñado para el safari fotográfico, sus 65.000 hectáreas, con 120 kilómetros de perímetro, son accesibles también en invierno y con nieve.

El cierre de actividades al aire libre y con el manto blanco como compañero llega sobre la Reserva Natural más grande de Mendoza (442.996 hectáreas): la Payunia. En este desierto de volcanes negros la excursión con nieve es imperdible y representa una verdadera travesía donde la destreza del conductor al volante hace las veces de rally. En el sacudido camino se contemplan gotas de lava petrificadas de algunos de los 800 conos volcánicos y demás materiales piroclásticos. En medio de ellos se alza, soberbio, el Payún Matrú, el pico elevado a 3715 metros sobre el nivel del mar.

Antes de dejar la ciudad, Malargüe invita a conocer su polo tecnocientífico, con el observatorio de rayos cósmicos Pierre Auger y el nuevo Planetario, pasajes hacia el misterioso y cada vez más cercano universo en una ciudad que parece tenerlo todoz

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El impactante Pozo de las Animas, otro de los sorprendentes lugares cerca de Malargüe.
Imagen: Pablo Donadio
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