turismo

Domingo, 31 de octubre de 2010

LA RIOJA. SITIOS ARQUEOLóGICOS DE LA PROVINCIA

Rastros del pasado

A lo largo de toda la provincia hay restos de las culturas totoral, ciénaga, aguada y diaguita de hasta 10.000 años de antigüedad. Un recorrido para conocer las estrellas diaguitas de Chilecito, el Museo Inca Huasi y las pinturas rupestres del Cañón de Talampaya.

 Por Julián Varsavsky

En La Rioja no sólo sobreviven costumbres relacionadas con las culturas indígenas como la fiesta de la chaya y el tinkunako. También están desperdigados por toda la provincia restos arqueológicos de las culturas originarias. En su libro Amanecer de la historia, la arqueóloga Martha Ortiz Malmierca explica que los vestigios más antiguos de la presencia humana en La Rioja datan de unos 10.000 años, cuando grupos nómadas de la cultura totoral pasaban habitualmente por el Valle de Vinchina.

A comienzos de la Era Cristiana aparecen los primeros grupos sedentarios en la región –de las culturas saujil, condorhuasi y ciénaga–, que se instalaban en los pocos lugares donde había agua. El Museo Arqueológico Inca Huasi en la ciudad de La Rioja exhibe objetos cotidianos de aquellos tiempos, que hablan del modo de vida sedentario cuyo rasgo más novedoso fue el cultivo. El museo está en la calle Alberdi 650 y abre de martes a sábados de 9 a 12. Y cuenta con unas 8000 piezas de cerámica, piedra y metal clasificadas de acuerdo con la cultura a la que pertenecieron: diaguita, belén, condorhuasi, aguada y Santa María.

La cerámica de los diaguitas –quienes alcanzaron un alto nivel de sofisticación moldeando a mano y con pequeños tornos, vasijas y urnas funerarias–, es quizá la más llamativa del museo. Los diaguitas cocían la cerámica en hornos que permitían la entrada de oxígeno para oxidar el hierro y obtener colores rojizos con la arcilla. Pero también tenían hornos sin oxígeno, con lo cual conseguían colores más oscuros. E incluso cocían la cerámica sobre un colchón de guano para generar un efecto ahumado negruzco.

Una de las piezas más llamativas del museo es una urna funeraria de la cultura aguada del siglo VI. En los patios hay morteros de piedra –con cavidades profundas y angostas– y conanas, una variante con forma de disco levemente cóncavo, sobre la cual se friccionaba hasta casi pulverizar los granos. También se exhiben estatuillas de barro que, además de su valor estético, son una fuente importante para el estudio del vestido y el peinado de los antiguos pobladores de la provincia. Hay estatuillas de aborígenes con simples taparrabos y polleras, o con unos enormes vestidos que llegaban hasta los tobillos, lo cual coincide con los testimonios de algunos cronistas de la época.

El testimonio más impactante de los habitantes originarios de La Rioja precolombina tiene que ver con los pucarás, destinados a proveer refugio y defensa ante el enemigo invasor. Los restos de esas antiguas fortificaciones existen en varios puntos de la provincia. De los pucarás que hay en La Rioja el más visitado es el de Hualco, que fue restaurado y está ubicado en un paraje de fácil acceso desde la ciudad de La Rioja, en el Departamento de San Blas (170 km de la capital provincial, cerca de la localidad de Cuipán).

Las extrañas y estéticas figuras geométricas de los petroglifos de Talampaya.

VESTIGIOS EN CHILECITO Justo detrás del cementerio de la ciudad de Chilecito se han preservado vestigios de lo que fuera una sede del curacazgo más austral del imperio Inca. Se dice que también en ese lugar estableció su vivac el conquistador de La Rioja, Ramírez de Velasco, atraído por los relatos de las fabulosas riquezas de oro y plata que los pobladores de la zona explotaban.

Pero el sitio más interesante en todo el Departamento de Chilecito es el llamado Perfil del Inca, ubicado en la Quebrada de Paluqui, en la zona de Los Colorados. Al llegar a este lugar al pie de las Sierras del Velasco, pareciera que la noche anterior hubiese ocurrido un gran derrumbe, con lajas de arcilla desperdigadas por todo el suelo. Allí se levanta una enorme roca con 10 metros de diámetro cuya forma natural semeja el perfil de una cabeza humana. Y lo más asombroso son los centenares de enigmáticos petroglifos tallados en la roca que se encuentran a su alrededor. Entre los grabados hay imágenes de flores, centenares de pequeños pies, manos, flechas, aves y la figura de un brujo que se repite varias veces. Se cree que fue un importante centro ritual.

Desde el pueblo de Vinchina –en el extremo noroeste de la provincia– se visita el curioso sitio arqueológico llamado Las Estrellas Diaguitas, una suerte de mosaicos hechos con piedras de colores en el suelo, probablemente por ancestrales miembros de las culturas diaguita o aguada. Si fuesen de la cultura aguada tendrían unos mil años de antigüedad. El sitio está camino a la Quebrada de La Troya, sobre la Ruta Nacional 76, pasando el río Bermejo. Cada una de estas “estrellas” de diez puntas mide unos 10 metros de ancho y se cree que podrían haber sido una especie de calendario agrícola. El relleno de los dibujos está hecho con piedras negras de basalto en las puntas triangulares, piedras rojas de arenisca en los espacios entre las puntas y el festón, y piedras de cuarzo blanco como separador lineal de las diferentes áreas de color. Otro detalle importante es que tienen un sendero sin piedras que corta la corona en su lado oeste y permite ingresar al espacio central de las estrellas. En total son tres estrellas reconstruidas y hay otras tres que no se pudieron recuperar.

Petroglifos en Los Pizarrones del Parque Nacional Talampaya.

PETROGLIFOS EN TALAMPAYA Los antiguos habitantes de La Rioja dejaron también su huella en cuevas y aleros de montaña que utilizaron como vivienda, depósito y enterratorio para sus muertos. Además, cincelaron petroglifos en grandes paredones verticales y rocas a cielo abierto. En el área conocida como Los Pizarrones, del Cañón de Talampaya, están algunas de las muestras más representativas de los petroglifos riojanos. Se trata de figuras que, se estima, fueron hechas por indígenas agroalfareros de la cultura aguada y están en una especie de panel de 15 metros de ancho de una formación sedimentaria, sobre una pátina oscura generada por el bióxido de manganeso. Los grabados de Los Pizarrones prefiguran formas antropomorfas (humanas) y zoomorfas. Entre las humanas masculinas hay figuras con sexo prominente y los brazos en alto. En cuanto a los animales, se puede reconocer la fauna casi completa de la zona, tanto huellas como perfiles de guanacos, zorros, ñandúes y pumas. Además hay una figura muy curiosa que representaría a un hipocampo. Si así fuera cabría pensar que fue grabada por algún miembro de las culturas próximas al océano Pacífico. También hay muchas figuras geométricas, escenas de sacrificio de animales y signos astrales. El petroglifo más llamativo es una escena de caza colectiva con muchos individuos persiguiendo a sus presas.

En la zona del Parque Nacional Talampaya se han comprobado ocupaciones humanas temporarias en un período que va del año 120 al 1180 de nuestra era. Y muestra de ello son los varios enterratorios encontrados en el lugar, como el fardo funerario de una mujer de entre 18 y 20 años envuelta en un tejido de lana atado con dos cordeles.

En la Puerta de Talampaya se pueden ver más petroglifos y una gran cantidad de morteros cavados en la roca uno al lado del otro. Dadas las condiciones poco habitables del lugar, se cree que puede haber sido un centro ritual donde los morteros se usaban para quemar inciensos alucinógenos, o fermentar la vaina del algarrobo para hacer la chicha muy fuerte que usaban los chamanes en las ceremonias de celebración de las cosechas.

Desde la ciudad de Villa Unión, quienes estén muy interesados en la arqueología local pueden visitar el paraje conocido como La Isla, a 7 kilómetros de la ciudad. Allí hay una larga serie de petroglifos que, según los arqueólogos, podrían haber sido realizados por una casta de notables –sacerdotes, caciques o hechiceros– de la cultura ciénaga (año 200 al 400 d.C.), o quizá de la cultura de aguada (año 500 al 800 d.C.). La cantidad de grabados supera el centenar de figuras de ñandúes, felinos y diversos signos y figuras geométricas cuyo significado es desconocido. Algunos han querido ver en los sofisticados signos de La Isla un primer intento fallido de los habitantes de estas tierras en plasmar por escrito sus palabras. El mensaje llegó hasta nuestros días, pero en el camino del tiempo el posible significado se ha perdidoz

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Las curiosas Estrellas Diaguitas podrían haber sido un calendario agrícola.
Imagen: Budding
 
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