turismo

Sábado, 6 de noviembre de 2010

SUIZA. A ORILLAS DEL LAGO MAYOR

El Monte de la Verdad

En Ascona, uno de los balnearios más glamorosos sobre la orilla suiza del Lago Maggiore, una colina recuerda a aquellas comunidades pioneras que pensaron y probaron nuevas formas de vida y organización social a lo largo del siglo XX, antes de convertirse en meta de visitas y peregrinaciones filosóficas.

 Por Graciela Cutuli

El Lago Maggiore, compartido entre Suiza e Italia, es dueño de uno de los paisajes más hermosos de los Alpes. Las palabras que vienen a la mente son belleza, armonía y elegancia. En su parte suiza, el lago baña los cimientos de una ciudad que tuvo un destino notable: Ascona, un antiguo pueblito de pescadores sin riqueza alguna que se transformó sin embargo en un destino elegido por el jet-set europeo.

Su diminuta costanera destila un lujo visible, aunque matizado por tradiciones y una historia que recuerdan que hasta entrado el siglo pasado sus habitantes tuvieron que migrar hacia la lejana Argentina en busca de un futuro mejor. Y mientras algunos buscaban su salvación en la emigración, otros la buscaban en el cambio de la sociedad. De este modo, Ascona fue también durante varias décadas un imán que atrajo a filósofos, anarquistas, revolucionarios, artistas y bohemios que formaron una microsociedad en una gran casona, escondida entre pinos y otros árboles, sobre un monte vecino a la ciudad. Lo llamaron el Monte Verità, o Monte de la Verdad, y fue uno de los epicentros de donde surgieron y se difundieron ideas nuevas en Europa entre 1880 y 1940. Esta singular historia apenas tiene eco en el moderno centro de congresos y eventos corporativos que hoy ocupa el Monte. Pero se conservaron, afortunadamente, algunos de los edificios e infraestructuras que fueron testigos de esas épocas burbujeantes.

LA CASA DE LOS RUSOS De hecho, si Mijail Bakunin volviese a Ascona grande sería su sorpresa. No entendería cómo este pueblo se transformó en un centro turístico y de compras, donde los autos deportivos italianos esperan a sus dueños delante de los hoteles de lujo, y donde los restaurantes de moda brillan con mil luces reflejadas cada noche en las aguas del lago. Bakunin fue uno de los principales personajes que despertaron interés por esta región del Ticino, cuando se estableció en la vecina Locarno en 1869.

Ascona y Locarno –que se extendieron hasta formar una sola aglomeración urbana sobre ambas partes de la desembocadura del río Maggia en el lago– fueron y siguen siendo en la mente de sus habitantes dos ciudades distintas y con caracteres muy diferentes. En aquellos tiempos, Suiza ya era una tierra donde surgían ideas nuevas como las de Henri Dunant, creador de la Cruz Roja y defensor de la paz en una Europa en perpetuas tensiones y guerras. El monte Monescia, que domina el delta del Maggia, donde se ven las manchas verde oscuro de los arrozales entre los campos y los barrios nuevos de Ascona y Locarno, adquirió el nombre con el que se hizo conocido en el mundo en torno de 1880, cuando el heredero de un gran grupo industrial belga, Henri Oedenkoven, y su esposa, la pianista y feminista alemana Ida Hofmann, compraron la colina para instalar una comunidad de gente que vivía según principios basados en el nudismo, el amor libre y el vegetarianismo. Fue la Cooperativa Vegetabiliana Monte Verità, que funcionó hasta 1920 cuando sus fundadores emigraron a Brasil.

No hace falta aclarar que para entonces el excéntrico modo de vida de la comunidad había tenido repercusiones en toda Europa, y sobre todo entre los intelectuales que buscaban nuevas vías y nuevas formas de organizar la sociedad. Durante más de veinte años, Oedenkoven y su esposa recibieron a los artistas del movimiento dadá, a masones místicos como Theodor Reuss, a profesores de baile (entre ellos Isadora Duncan, que hizo un breve paso por Monte Verità), a psicoanalistas y anarquistas. Buscaban una “tercera vía”, o “Lebensreform” en alemán, el idioma que hablaba la gran mayoría de los integrantes de la comunidad. En 1905 recibieron a varios rusos, entre ellos algunos de los revolucionarios que años más tarde transformarían el mundo: Lenin, Trotsky y Kropotkin. Hoy día se puede visitar en el parque del Monte la Casa de los Rusos, que los albergó durante su estadía. Es una casa de madera, escondida entre los árboles, que tiene un aire de dacha. Su peculiar historia la convierte en uno de los lugares más emblemáticos y fotografiados en el parque.

Desde lo alto del Monte Verità se divisa el balneario de Ascona, a orillas del Lago Maggiore.

VERDAD Y UTOPIAS El Monte Verità hoy día es a la vez un hotel, un centro de congresos, un museo, un parque y un restaurante. Se accede fácilmente desde el centro mismo de Ascona, gracias al prolijo y puntual servicio de colectivos municipales. Los más temerarios pueden optar por llegar caminando, pero la subida es ardua, ya que la colina culmina a más de 270 metros de altura, por encima del pueblo.

El hotel ocupa el edificio principal del complejo. Es una construcción de estilo Bauhaus, que data de 1927, cuya terraza tiene una vista espectacular sobre el Lago Maggiore y los Alpes que lo rodean. Como en Ascona el clima es soleado la mayor parte del año, esta vista está garantizada casi siempre. Para quienes no viajan con el objetivo de participar de las conferencias que se organizan permanentemente, o no se alojan en el hotel, queda la opción de visitar el parque y las construcciones que quedaron como testimonio de las diferentes épocas del Monte.

Luego de la partida de sus fundadores, el Monte Verità siguió desarrollándose como un centro alternativo. Hoy sería sin duda una meca new age. En torno de 1920 fue el lugar donde acudieron artistas, escritores y pensadores como Hermann Hesse, Karl Gustav Jung, los arquitectos del Bauhaus o Erich María Remarque, por nombrar sólo algunos de los más destacados del área germánica. Eran quienes seguían buscando formas de cambiar la sociedad y alternativas sociales al mundo de entonces, hasta el estallido de la guerra en Europa en 1939 y la consecuente emigración de la mayoría de ellos a Estados Unidos. Durante esos años el Monte fue propiedad del barón Von Der Heydt, que había sido el banquero del emperador alemán Guillermo II. Tenía una inmensa fortuna y una de las mayores colecciones de arte contemporáneo de la época. A su muerte, en 1964, el barón regaló el monte y sus colecciones al cantón del Ticino. Mientras tanto el centro se afianzó como lugar de referencia para debates y congresos en psicoanálisis y exposiciones de arte. En los años ‘50, la llegada de alemanes y suizos germánicos transformó Ascona, que se convirtió en un lugar de veraneo y residencia para jubilados adinerados, recibiendo también numerosos famosos tan atraídos por el clima como por el pasado intelectual de la ciudad.

Las instalaciones actuales son manejadas por la Fundación Monte Verità y la Escuela Politécnica Federal de Zurich, una de las más prestigiosas escuelas de Suiza. La visita pasa por los dos museos del Monte, la Casa Anatta y la Casa Selma, que recuerdan la vida y las actividades de los primeros habitantes del Monte, el grupo vegetariano de Oedenkoven y Hofmann. En la visita guiada que se realiza cada día entre Pascuas y fines de octubre se recorren los jardines y se ven las demás casas del complejo. Por ejemplo la pileta, hoy transformada en lugar de trabajo al aire libre. También se puede participar de una iniciación a la ceremonia japonesa del té, y atravesar una plantación de té en la Casa Loreley. Esta actividad se realiza todo el año y se inspira en el orientalismo que también dejó su impronta en el Monte Verità.

El mundo cambió y la Lebensreform ya no congrega a las élites intelectuales, pero los que acuden a Ascona en busca de ese pasado pueden prolongar su historia y participar de un paseo alternativo, que se realiza durante la primavera y el verano, para conocer lugares de la región cargados de una energía especial: fuentes de agua, rocas, árboles sagrados, capillas, colinas y puntos panorámicos, de la mano de expertos y con ejercicios para el cuerpo. Otra forma de buscar la verdad, en el Monte que lleva su nombre y que también fue conocido como la Colina de las Utopías durante el siglo pasadoz

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La Casa Anatta, uno de los dos museos que se visitan en el Monte Verità.
 
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