turismo

Domingo, 14 de noviembre de 2010

CORDOBA. LA CUMBRECITA, EL PUEBLO DE CORAZóN ALPINO

De las Sierras a los Alpes

La Cumbrecita es una aldea de alma centro-europea sumergida en el paisaje serrano cordobés, cerca de Villa General Belgrano. Laderas verdes y arroyos cristalinos dibujan un panorama perfecto para pasar un día de descanso o prolongar las vacaciones con varios escenarios de aventura.

 Por Graciela Cutuli

Parece un espejismo, pero no es. Las sierras cordobesas, que atraviesan el oeste de la provincia, se las arreglan en varios lugares para parecerse curiosamente a los Alpes: el efecto se logra gracias a la combinación de cierta herencia centroeuropea con el paisaje de montañas y arroyos, y cuando la arquitectura también se suma resulta fácil tomar una postal por otra.

Así sucede en La Cumbrecita, una aldea de montaña levantada sobre un valle de las Sierras Grandes cordobesas, a 1450 metros de altura (aproximadamente la mitad del cerro Champaquí, el más alto de la provincia, que roza los 3000 metros). Lo suficiente para que cuando allá abajo el sol abrasa aquí arriba el aire se sienta fresco y la vista se pierda por los alrededores sin obstáculos. “Parece que los ojos acá llegan más lejos”, dice no sin sorpresa una visitante recién llegada de Buenos Aires, que confiesa cierto escepticismo sobre los relatos previos de algún que otro viajero y ahora se encuentra sumergida en una suerte de paisaje de cuento.

Hay algo además particularmente atractivo cuando se llega a este pueblo chico de horizontes grandes: lo primero que hay que hacer es dejar el auto –La Cumbrecita es totalmente peatonal– y volver al buen uso de las piernas para recorrer las calles y senderos arbolados que la atraviesan de punta a punta.

Cascadas, aventuras, senderos: todo está cerca del centro del pueblo.

CAMINO AL PUEBLO Unos 40 kilómetros separan La Cumbrecita de Villa General Belgrano, su “hermana mayor” y principal punto de acceso. El camino, que años atrás se conocía por su dificultad, está ahora asfaltado casi en totalidad y sólo queda de ripio en unos pocos kilómetros: agreste y solitario, salvo cuando en lo mejor de la temporada alta muchos turistas emprenden la visita por el día desde la Villa, el paisaje serrano a lo largo de estos kilómetros alterna las zonas vírgenes con los bosques de pinos y es sin duda uno de los más lindos de Córdoba.

Aproximadamente a mitad de camino desde Villa General Belgrano se levanta Villa Berna, un pueblito de origen suizo-alemán que comparte con la capital suiza un oso como emblema. Vale la pena hacer un alto: si La Cumbrecita es un pueblo pequeño, Villa Berna es pequeñísimo, pero encantador. Atravesado por los ríos Del Medio y Reartes, los bosques de pinos, robles y liquidámbares pintan preciosos colores en las onduladas laderas de los alrededores e invitan a internarse por los senderos a pie o en bicicleta.

Un rato después se llega a La Cumbrecita y conviene tener en cuenta que cuanto más temprano mejor si sólo se va a pasar el día: en plena temporada o en fines de semana largo el estacionamiento puede llenarse rápidamente y no queda más remedio que dejar el vehículo lejos del ingreso al pueblo. Si se puede, de todos modos, el sitio merece algo más que un almuerzo y pasar la tarde: son muchos los senderos a recorrer, y sobre todo la hora más linda es cuando los visitantes ocasionales empiezan a retirarse y las callecitas bordeadas de casas alpinas en piedra y madera quedan sólo para los pocos habitantes y los turistas que eligieron disfrutar de la noche serrana en el corazón del bosque.

HABIA UNA VEZ En 1934, cuando el doctor Helmut Cabjolsky llegó por primera vez a estos parajes, La Cumbrecita no existía –en realidad no había absolutamente nada– y el único acceso posible era a lomos de mula. Nada de eso fue suficiente para amilanar a Cabjolsky, que compró un terreno de 500 hectáreas y empezó a levantar lo que hoy es el Hotel La Cumbrecita, el edificio más antiguo del pueblo.

Hoy aquellos tiempos son historia y la aldea disfruta de su condición turística sin traicionar su identidad. Como fue creciendo de a poco, sin gigantescos proyectos inmobiliarios de por medio, se pudo mantener un estilo alpino –casas de piedra y balcones de madera, techos a dos aguas, flores por todos lados– que parece nacido para este entorno de cascadas y bosque. Un paisaje precioso en primavera pero también en otoño, cuando se tiñe de todos los tonos rojizos imaginables, y en invierno, cuando la nieve pone un manto blanco y acalla hasta el sonido de las pisadas.

La Cumbrecita y su entorno son actualmente una Reserva Natural de Usos Múltiples, y como los autos quedan afuera no hay nada mejor que disponerse a caminarla. Antes de elegir la meta conviene informarse sobre los distintos grados de dificultad, pero vale recordar que son accesibles prácticamente para todos los lugares más cercanos, dentro mismo del pueblo: el Paseo del Bosque, la Capilla –sin duda una de sus imágenes más conocidas–, La Olla, el Lago de Las Truchas. Con un poco más de esfuerzo, y algo de caminata por la sierra, se llega hasta los lugares conocidos como El Cementerio y La Cascada Grande. De un modo u otro, siempre se estará entre los dos brazos del río del Medio o a orillas de los arroyos Wildbach y Almbach. La ausencia de vehículos convierte a cualquiera de estos lugares en el sitio perfecto para pasear con chicos y dejarlos correr y disfrutar de los senderos sin peligro alguno.

Si la idea es, en cambio, un recorrido un poco más complejo, ya es preciso contar con guías habilitados: es el caso de la Cascada Escondida y el Vallecito del Abedul, que son salidas de medio día, o bien la excursión a los cerros Cristal o Wank, para trekkers un poco más experimentados. También está la posibilidad de llegar a estos lugares –los alrededores mismos del pueblo, las márgenes del río del Medio o los cerros más lejanos– a caballo.

PEÑON DEL AGUILA Los alrededores de La Cumbrecita vieron nacer recientemente un emprendimiento que combina un nuevo barrio serrano con un parque temático en torno de una propuesta de “aventura alpina”, ideal para pasar un día activo. Peñón del Aguila, el proyecto en cuestión, incluye un tren tirolés, un refugio que funciona como punto de partida para varias actividades y un restaurante de cocina centroeuropea. Desde aquí se puede practicar canopy, caminando sobre un circuito de plataformas a la altura de la copa de los árboles hasta desembocar en una serie de tirolesas sobre ríos y cascadas (lleva alrededor de media hora). También se puede elegir escalada o rapel en una pared de 50 metros de altura; o bien internarse en alguno de los senderos de interpretación autoguiados, para descubrir las partes menos transitadas de la Reserva y disfrutar de algunos de los juegos didácticos que proponen enseñar a conocer y reconocer la fauna y la flora de las sierras cordobesas. En Peñón del Aguila también se pueden realizar travesías en cuatriciclos 4x4, o bien disfrutar de la playa sobre el río del Medio, con vista a las Tres Cascadas, un típico paisaje cordobés de aguas rápidas y espumosas en un río de aguas transparentesz

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Legado centroeuropeo en gastronomía. Toda una tentación de chocolate, fondue y repostería.
Imagen: Graciela Cutuli
 
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