turismo

Domingo, 27 de marzo de 2011

EXPEDICIONES. LA RUTA JESUITA DEL EXTREMO SUR

Una hazaña patagónica

El descubrimiento del paso navegable que une Chile con la Argentina a la altura de Puerto Montt, hace 340 años, es una de las hazañas desconocidas de la historia patagónica. Esta misma ruta jesuita se puede recorrer hoy, sin tanto esfuerzo, en automóvil, a pie y a bordo del catamarán que conecta los lagos andinos.

La historia es más o menos así. En 1670 una congregación de jesuitas de la isla de Chiloé decidió salir en busca de un cruce navegable hacia la Patagonia argentina, con el fin de establecer una misión en zona tehuelche. Arriba de piraguas, los misioneros se embarcaron en Castro y se adentraron por el Seno de Reloncaví. Luego fue el turno de explorar Chile continental, y el estuario de Reloncaví les daba la oportunidad de continuar navegando por una franja oceánica que se abría paso en medio de una naturaleza inexplorada.

Tras unos días remando, las aguas saladas llegaban a su fin, pero los jesuitas no estaban dispuestos a dar marcha atrás. Chalupas al hombro se internaron por la tupida vegetación, subieron y bajaron cerros, atravesaron ríos y lagunas, hasta que el 1º de noviembre de 1670 llegaron al lago Todos los Santos, bautizándolo así por el día en que pisaron su orilla. Piraguas al agua, y a remar hacia las montañas andinas. Los religiosos no demoraron mucho en dar con el río Peulla y salir a Argentina por el lago Frías y luego el Nahuel Huapi.

Al otro lado de la cordillera fundaron la misión Nahuel Huapi, donde se establecieron durante 50 años, hasta que tuvieron que abandonarla, en 1718, tras la muerte de cinco misioneros a manos de los indígenas de la zona. Hoy aquella antigua ruta jesuita puede hacerse sin tanto esfuerzo, atravesando típicos pueblos del sur de Chile en auto o bus y contemplando muchos parajes que han permanecido inalterados, igual que hace 340 años, cuando un grupo de expedicionarios religiosos descubrió, sin proponérselo, una interesante ruta turística.

La espigada iglesia chilota del pueblo de Cochamó.

DESDE CHILOE Siguiendo fielmente esta ruta, el viaje comienza navegando el archipiélago de Chiloé en barco. Tras dejar atrás el golfo de Ancud, Calbuco da la bienvenida al Seno de Reloncaví.

Fundado en 1602, este pueblo debió de ser parada obligada de los religiosos en busca de provisiones, descanso y planificación. Saliendo a caminar entre sus dos caletas, pasando por su hermosa iglesia de maderas amarillas, se descubre su ubicación: encima de una colina, en una isla unida al continente por un piedraplén y protegida del Pacífico por un archipiélago del cual Calbuco funciona como centro de abastecimiento. Puluqui, Quenu y Chaullín, esta última con un bosque de arrayanes, son algunas de las islas cuyos desolados paisajes dan al Pacífico. Pequeñas embarcaciones salen todo el año hacia cada una de ellas.

Desde Calbuco, los misioneros atravesaron el Seno de Reloncaví hasta llegar al estuario del mismo nombre. Hoy, para llegar ahí se debe bordear el Seno en bus o en auto, pasando por los variados atractivos de Puerto Montt, pueblos salmoneros y 20 mil hectáreas de alerces protegidos a partir de la creación, en 1982, del Parque Alerce Andino. El asfalto termina en La Arena, localidad que da inicio al estuario de Reloncaví. Para internarse por él, se debe cruzar a Caleta Puelche mediante transbordadores que zarpan nueve veces al día y navegan durante media hora.

Puerto Calbuco fue una parada obligada de los exploradores jesuitas.

ESTUARIO TURISTICO El camino de ripio que corre paralelo a este brazo de mar está rodeado de bosques y prados, donde pacen manadas de ovejas.

La primera parada es Puelo. Un pueblo ideal para descansar una o unas cuantas noches en alguno de sus excelentes lodges, pues si hay algo que se destaca en esta silenciosa villa es la calidad de su pesca con mosca. Sin duda, los jesuitas deben haber saciado el hambre si obtuvieron alguna de las gigantescas truchas o la gran variedad de salmones que abundan por estas aguas, donde hoy solo se permite la pesca deportiva.

Tras una hora de camino surge Cochamó, el principal pueblo del estuario, que se distingue por sus casas de madera y su espigada iglesia chilota. El valle de Cochamó es sin duda un destino turístico que está tomando vuelo, entre bosques vírgenes, ríos y muros de granito que desafían a escaladores de todo el mundo. A media hora de Cochamó se encuentra Ralún, un caserío que continúa con el estilo chilote en su iglesia, ubicada arriba de una loma y con vista al estuario.

Ralún es el punto donde los religiosos continuaron su odisea a pie, quizá por el mismo sendero que hoy, tras cuatro horas de caminata, desemboca en el lago Todos lo Santos y finalmente en el anhelado paso a la Argentina. Un paso que hasta principios del siglo XX fue utilizado por colonos de ambos países para intercambiar productos y que hoy funciona netamente con fines turísticos. Es el llamado Cruce de Lagos. Una travesía que puede iniciarse recogiendo al turista desde los principales hoteles de Puerto Varas y cuyos pasajes y paquetes turísticos pueden ser obtenidos a través de los operadores o directamente con la empresa que realiza la navegación hasta Bariloche.

Paisajes de la travesía chileno-argentina.

NAVEGANDO POR LOS ANDES Llegando al lago Todos los Santos por la Ruta 225 proveniente de Puerto Varas, y a siete kilómetros de los saltos que llevan su nombre, se ubica Petrohué, villa ecológica con un lodge que regala vista a las esmeraldas aguas del lago y ofrece actividades outdoors ligadas al río, como rafting y pesca con mosca.

Desde aquí sale todo el año el confortable catamarán Lagos Andinos, que desde 1913 atraviesa el lago, rodeado de cascadas, bosques de coihues, ulmos y olivillos, por supuesto siempre con la presencia del volcán Osorno. Un espectáculo natural inserto desde 1926 en el Parque Nacional Vicente Pérez Rosales.

Tras una hora y 45 minutos de navegación se arriba a Peulla, otra villa ecológica: aquí al antiguo Hotel Peulla, que data de 1896, se le ha sumado el recién inaugurado Hotel Natura Patagonia. El sitio es buen punto de partida para sumarse a las excursiones de trekking, kayak, canopy o cabalgatas por la zona; también existe la posibilidad de realizar un particular viaje en bus-camión para conocer una granja de animales exóticos, como jabalíes y ciervos, para luego llegar a la silenciosa laguna El Encanto, que se navega durante media hora. Más tarde, la travesía sigue en bus junto al río Peulla, entre cumbres andinas que salen a la Argentina por el paso Pérez Rosales.

Luego de dos horas se llega finalmente a localidad de Puerto Frías, donde tras una combinación de barco que navega por el lago Frías hasta Puerto Alegre (con un corto tramo en bus hasta Puerto Blest), se toma el catamarán que navega por el azulado lago Nahuel Huapi con rumbo a Puerto Pañuelo. Aquí se puede embarcar a la isla Victoria, o tomar el bus que tras 25 kilómetros llega finalmente a Barilochez

Informe: Julián Varsavsky.

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Lago Todos los Santos.
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