turismo

Domingo, 29 de enero de 2012

FRANCIA. EL CEMENTERIO DEL PèRE LACHAISE

La ciudad sepulcral

Una visita por el cementerio más famoso del mundo, el Père Lachaise de París, de la mano de un especialista que lleva a sus grupos en busca de las tumbas de personalidades del mundo entero inhumadas en esta ciudad de almas. Monumentos, curiosidades y siglos de historia se inscriben junto a los nombres y fechas de cada lápida.

 Por Graciela Cutuli

Vernon Sullivan, el alter ego del genial Boris Vian, recomendaba escupir sobre las tumbas. Menos provocativo, Thierry Le Roi se ofrece para guiar a los visitantes por las necrópolis parisinas, y sobre todo por la más famosa de todas, el cementerio del Père Lachaise. Esta ciudad de inmovilidad y silencio se levanta en medio del furioso vértigo de la capital francesa: el contraste es fuerte, y pega apenas se pasan las rejas de este mundo paralelo que se puede visitar al azar, o bien siguiendo al guía para conocer las tumbas de famosos de ayer y anteayer. Le Roi encabeza su grupo de “necro-románticos”, como llama a los clientes de sus visitas guiadas, y se propone la ardua tarea de “hacer revivir a los muertos”, según asegura en su bienvenida. La clase de historia está por empezar, mezclando el rock’n drugs con la pasión austera del Medioevo, y las locuras arquitectónicas de toda época con las lápidas sencillas de quienes prefirieron la discreción eterna.

UN POCO DE MARKETING El verdadero nombre del cementerio, el oficial, es Cimetière de l’Est. Los parisienses, sin embargo, le eligieron uno menos administrativo: hoy día, quien tenga una guía anacrónica y pregunte por el Cementerio del Este recibiría como respuesta caras de desconcierto. Entonces, hay que empezar por despejar dudas: ¿quién era este “Padre La Silla”, tal como se podría traducir el nombre del cementerio al español? Era un jesuita, François de Lachaise d’Aix, según rezaba su nombre completo, que fuera confesor del rey Luis XIV. El religioso vivía con su congregación en una lomita donde también se ejercitaban los soldados destinados a la defensa de París. El lugar se conocía antaño como Champs l’Évêque o Mont Louis, pero la historia retuvo el fuerte carácter del padre Lachaise y asoció su nombre con este lugar. Fue así que, cuando se decidió a abrir un cementerio en el año 1804, la gente de París lo bautizó de esta manera.

Le Roi anticipa a los visitantes primerizos que “se trata de una verdadera ciudad, con plazas, avenidas, callecitas y hasta rotondas, todo esto sobre 44 hectáreas”. Difícil pensar que este mundo de lápidas y granito haya sido durante el Medioevo un verde viñedo, aunque vale recordar que por entonces estaba lejos del Louvre y el centro de París, concentrado alrededor de las islas sobre el Sena. Las obras de Haussmann, décadas más tarde, lo integraron a la capital. Pero no fue suficiente para asegurar su éxito: se cuenta que los parisienses preferían cementerios intramuros y se mostraban reticentes a dejar a sus muertos tan lejos de ellos. Hizo falta un poco de publicidad, o de marketing, como se podría llamar ahora al golpe de ingenio que tuvieron las autoridades de la ciudad para hacer cambiar las mentalidades. Llevaron al cementerio las tumbas de personajes famosos como Molière y Jean de la Fontaine, y figuras del lejano pasado como Heloísa y Abelardo. Por eso el cementerio da hoy la impresión de haber existido siempre: en realidad, es un “truco” debido a sus ocupantes de edad venerable. Otro promotor del Père Lachaise fue Honoré Balzac, el prolífico escritor, que mandó a varios de sus personajes a descansar en paz a en este cementerio antes de seguirles los pasos hasta el mismo lugar.

Los “necro-románticos” van en fila detrás de su guía, escuchando estas y otras historias. Le Roi es una suma impresionante de información, y explica que su principal formación fue escuchando a Vincent de Langlade, el “inventor” de las visitas de cementerios en París en los años 50: “Más allá de las guías convencionales, Langlade había recibido una multitud de información de los sepultureros y de los empleados de las casas de sepelios. Informaciones que no están escritas en ningún libro ni en ninguna guía. Me las trasmitió oralmente y se la doy a mis clientes. De algún modo, soy un transmisor de memoria”.

PROTEJAN A OSCAR WILDE Durante su paseo, los “necro-románticos” se cruzan con habitués, familiares, fanáticos y peregrinos. Algunas tumbas son lugares de devoción y adoración, a veces un poco excesiva: así fue que hace poco los descendientes de Oscar Wilde hicieron colocar una mampara de vidrio para proteger la tumba de su famoso ancestro, que estaba cubierta de rouge gracias a los besos de sus admiradoras. El ángel esculpido por Jacob Epstein en 1914 estará así al resguardo de las manchas de cosméticos. Otras devociones persisten también de la mano de la literatura: no pasa un día sin que sus admiradores dejen flores sobre las tumbas de Marcel Proust y de Paul Eluard. Los visitantes pueden conseguir los ramilletes en los negocios cercanos a la entrada del cementerio, para dejarlos en alguna tumba durante el recorrido. Y cada miembro del grupo mirará con el rabillo del ojo para ver quién florece a quién.

Inmutable, Thierry Le Roi sigue con su clase de historia: “No quiero hacer una visita estática o estadística, no quiero transmitir solo una sucesión de tumbas, de nombres y de fechas. Y en cuanto a las fechas, ni hace falta, están en las lápidas mismas. Prefiero centrarme sobre dos aspectos: por supuesto ir hasta las tumbas de las celebridades que no pueden faltar en toda visita al Père Lachaise –Edith Piaf, Yves Montand, Simone Signoret, por ejemplo– y explicar el porqué de lo que vemos. Por qué Delacroix tiene tal monumento sobre su tumba, Guéricault tal otro, Balzac otro distinto. Explico así que para algunos es el deseo del difunto, expresado en su testamento. Hablando de Balzac, llama mucho la atención de mis visitantes que haya encontrado muchos de los nombres de sus dos mil personajes sobre las tumbas del cementerio. Es que venía regularmente a pasear e inspirarse aquí; incluso se podría hacer una visita ‘solo Balzac’ del cementerio. Y se podría hacer también una visita proustiana, porque Marcel Proust también se inspiró en nombres reales encontrados aquí para su obra. Toda la burguesía de París del siglo XIX fue enterrada en el Père Lachaise. Muy a propósito Balzac decía: tout Paris está aquí”.

Los necro-románticos se dan cita los fines de semana, porque el resto de los días Thierry Le Roi conduce sobre todo visitas escolares y grupos para itinerarios temáticos o especializados, con grupos a veces tan diversos como paisajistas o médicos.

El cementerio es tan grande, variado y con tanta historia a cuestas que se lo puede visitar desde muchos ángulos distintos. Por supuesto, todos van en busca de las tumbas de Wilde, Jim Morrison, Edith Piaf, Abelardo o Marcel Proust. Pero no son las únicas: así se puede armar, por ejemplo, un circuito “egipcio”. Las campañas de Napoléon a orillas del Nilo, en el siglo XIX, provocaron un entusiasmo francés por las antiguas civilizaciones egipcias que no tiene comparación en el mundo: es así que en este cementerio de París están la tumba de Champollion, el descifrador de los jeroglíficos, y las de muchos militares y científicos que participaron en aquellas campañas.

DE MODAS Y GUSTOS Thierry Le Roi sigue los paseos, seguido de sus fieles. “Es divertido –explica– ver que la arquitectura funeraria sigue ciertas modas. El siglo XIX tenía mucha audacia y creatividad. Las tumbas incorporaban bustos, estatuas, alegorías o capillas. El siglo XX fue mucho más sobrio. Más triste. Por ejemplo, el muy popular cantante Gilbert Bécaud murió hace justo diez años ahora. Pero tiene una simple lápida con su nombre y un par de fechas. Me imagino que un teclado de piano hubiera sido un lindo homenaje para él. Pero quizá las modas cambien de nuevo. George Whitman, el creador de la famosa librería de habla inglesa Shakespeare and Company, fue sepultado en el Père Lachaise el 22 de diciembre pasado y parece que su familia tiene un proyecto interesante para su tumba, algo relacionado con Don Quijote, una obra que Whitman admiraba mucho.”

Tal vez esta tumba reciente será objeto de veneración en el futuro, como la de Jim Morrison, cubierta de graffiti y botellas, o la de Edith Piaf. Los argentinos, por su parte, buscan más especialmente la tumba de Juan Bautista Alberdi, los centroamericanos la de Miguel Angel Asturias, los japoneses la del pianista Ken Sazaki, los italianos las de Cherubini y Bellini. Prácticamente cada nación en el mundo tiene algún prócer o famoso en el Père Lachaise, y naturalmente Thierry Le Roi lo tiene en cuenta cuando tiene extranjeros en sus grupos.

Por supuesto, quien prefiera el paseo solitario siempre puede visitar el cementerio por su cuenta y buscar las tumbas de su propio panteón gracias a los mapas que se venden en la entrada. Es una ayuda preciosa para orientarse en este laberinto de granito, aunque quizá el itinerario o el azar lleven frente a una tumba con un cactus de piedra, sin fechas. Es la del dibujante Siné, famoso por sus feroces críticas políticas. No falleció pero ya eligió su tumba y un epitafio que dice: “Mourir? Plutôt crever!” (¿Morir? ¡Más bien reventar!). Le Roi no deja de llevar a sus visitantes frente a esta sepultura que no lo es todavía, sino un raro cenotafio. Para poner una pizca de humor en un lugar que, sin embargo, es mucho más divertido de lo que permite suponer: visitar un cementerio con un especialista es como leer un libro de historia y de cuentos a la vez.

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Melancolía otoñal en el muy visitado cementerio parisino del Père Lachaise.
 
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