turismo

Domingo, 6 de enero de 2013

SANTA FE. AGUA Y PLAYAS EN ROSARIO

Un verano en el río

Las playas rosarinas sobre el Paraná están listas para lo mejor de la temporada estival. Arenas animadas, paseos en kayak, deportes acuáticos, atardeceres silenciosos en las islas y paradores que se animan con la llegada de la noche marcan la pauta de un verano distinto, a un paso de las grandes ciudades, pero también muy cerca de la naturaleza y el descanso.

 Por Graciela Cutuli

La playa argentina está muy lejos de terminar en la costa atlántica. Tomando otro rumbo desde Buenos Aires hacia el norte, cada vez más gente se anima a probar como novedad lo que para los locales es una tradición arraigada y disfrutable: las playas sobre el río Paraná que se extienden a lo largo de Rosario, donde hay desde balnearios ultraconcurridos, llenos de gente y movimiento, hasta arenas solitarias y tranquilas para veraneantes en busca de calma y silencio.

Rosario, ni hace falta decirlo, es un clásico del fin de semana para cualquier porteño. El circuito urbano que tiene como emblema el Monumento a la Bandera se extiende en numerosos parques, museos como el colorido Macro de los Silos Davis, barrios bohemios como el Pichincha y naturalmente el Estadio de Rosario Central, que alimenta la eterna rivalidad entre “canallas” y “leprosos”. “Son los Montesco y los Capuleto”, apunta con una sonrisa Julia Orselli, del Ente de Turismo de Rosario, que nos acompaña en una recorrida previa al lanzamiento de la temporada veraniega, cuando la ciudad todavía está iluminada a pleno para la Navidad y brilla cada noche su gigantesco árbol en la encrucijada del elegante Boulevard Oroño y Pellegrini. Sobre las peatonales parece haber más movimiento que nunca, a pesar del calor, y en las vidrieras de las librerías se saluda con alegría el regreso de los libros del Negro Fontanarrosa. El bar El Cairo le rinde otro homenaje imperdible a su “mesa de los galanes”, y merece un alto antes de iniciar el recorrido costero que permite palpar la impresionante renovación que está experimentando la ciudad. “Se está construyendo todo un distrito nuevo, se viene el nuevo Puerto Madero”, agrega Julia, que cita un dato significativo: en Google, Rosario fue el último año la ciudad más buscada del país como destino turístico. Y si se trata de enero, turismo es playa y agua.

Paz en las islas sobre el Paraná, un refugio para disfrutar del agua, el sol y la calma fluvial.

PLAYAS Y PARADORES La Fluvial, muy cerca del Monumento a la Bandera, es el punto de partida de las embarcaciones que cruzan el Paraná cada media hora todos los días, llegando en apenas 15 minutos al Banquito San Andrés, un paraíso agreste, con una extensa costa de arena, que invita a pasar el día con frescura teniendo enfrente el skyline rosarino. Cerca de los paradores de estilo rústico e isleño se concentra el mayor número de servicios y actividades: aquí hay espacios para jugar al vóley y fútbol en la arena, servicios para practicar deportes náuticos como el kitesurf, alquiler de sombrillas y reposeras, y servicios gastronómicos para todos los gustos.

Las opciones de este año en El Banquito son Wike Kite Beach, con bar y escuela de kitesurf; Vladimir, reconocido como el parador más antiguo del lugar; las bonitas Playa Hanglin y Playa Blanca, que ofrecen lugares para acampar; DejaVú, el más grande y de terraza más elevada; y el restó bar Sudestada. Quien quiera alejarse un poco, puede elegir en cambio poner un poco de distancia a lo largo de los tres kilómetros de costa del banco para plantar su sombrilla un poco más lejos del movimiento: allí sólo tendrá la compañía del gran silencio del río.

Sin cruzar el Paraná también está la opción de La Florida, la playa más tradicional de la costa norte rosarina. De este lado, la silueta de los edificios queda atrás y la vista se extiende sobre el río y el verde de las islas, atravesados por el arco imponente del puente Rosario-Victoria (de paso, la tranquila ciudad entrerriana es una opción para completar las vacaciones en Rosario con su aire a pueblo y el lindo panorama que ofrece el propio cruce del puente, a lo largo de varias decenas de kilómetros). Aquí el clima no dista mucho del que ofrece cualquier playa en plena temporada veraniega: gente, bares con la música del momento, canchas deportivas y duchas. Esta playa, que reúne unas 5000 personas cada fin de semana, es en realidad una de las más antiguas en uso en Rosario: ya en 1933 se habilitó oficialmente como balneario, y todavía hoy sigue siendo uno de los más populares de la ciudad. La renovación es constante; este año se inauguró en La Florida el restó bar Mojito, con una barra especializada en tragos tropicales que espera captar lo esencial de la movida nocturna. También se sumaron 200 metros de pasarela, se renovó la arena, se plantaron árboles y se habilitó un boyado especial para nadadores de aguas abiertas.

Puro remo. Kayak simple o doble para dejar atrás la silueta urbana rosarina.

ROSARIO ES RIO Más allá de la música, el movimiento, la playa y el deporte, Rosario es una ciudad para descubrir toda la riqueza del ecosistema acuático del Paraná. A lo largo de los años, la ciudad eligió mirar cada vez más hacia el río, con un encadenamiento de parques y paseos públicos que abren la vista hacia la costa. El contraste nunca deja de llamar la atención: de un lado el ruido, el tránsito, la gente, la vida urbana. Y del otro, en pocos minutos, el silencio apenas habitado por los sonidos de la naturaleza en los riachos del delta.

Las opciones para embarcarse son variadas: veleros, gomones semirrígidos, lanchas, kayaks. Cada prestador ofrecerá la suya, pero todos invitarán a dejar atrás rápidamente la silueta de la ciudad para internarse en la vegetación de las islas. Una de las más tranquilas y tradicionales es la navegación en el barco Ciudad de Rosario, durante dos horas y media: se sale cerca de La Fluvial y se puede disfrutar del río desde las tres terrazas al aire libre de la embarcación, que también tiene salones cerrados. Pero hay otras propuestas diferentes, y algo más activas, que realmente vale la pena considerar.

Boat Tours sale a diario desde La Fluvial para internarse por el alto delta del Paraná, en una embarcación para diez pasajeros con guía en varios idiomas. Se cruza el río para ingresar al riacho Los Marinos, se sube por El Charigüé y el Paraná Viejo, se pasa bajo el puente Rosario-Victoria y se regresa bordeando la zona de playas. Una de sus opciones más interesantes, sin embargo, es la salida especial de avistaje de aves: los guías cuentan con llamadores que emiten los trinos de las distintas especies (sólo en esta región se calculan más de 140), para permitir atraerlas y fotografiarlas con más facilidad. Por su parte, Island Explorer sale de martes a viernes por la tarde (con dos salidas también vespertinas los fines de semana) para recorrer los riachos, lagunas y canales en un gomón semirrígido para 12 personas. Los amantes del remo, en cambio, podrán elegir una salida con Kayak Tours, que ofrece recorridos con instructor, parada en la isla y refrigerio, a lo largo de unas tres horas. Se puede combinar el paseo en kayak doble por Los Marinos y el Paraná Viejo con un trayecto en lancha por el Paraná Grande: en suma, la experiencia es una inmersión total en la naturaleza fluvial. Finalmente, en velero está la propuesta de Rosario Sail, que sale todos los días (con reserva previa) e incluso en las noches de luna llena, para disfrutar de la magia nocturna del Paraná.

ROSARIO ES SABOR Además de las playas y el río, Rosario tiene otro as en la manga, que vale para todo el año: su gastronomía se desarrolló de manera espectacular en los últimos años, y hoy tiene opciones que van desde los populares “carlitos”, disponibles a toda hora, hasta la cocina gourmet que tiene en el pescado de río un protagonista ineludible. Su circuito gastronómico es extenso y variado: basta citar la famosa parrilla Escauriza o las heladerías de la avenida Pellegrini, deliciosa expresión de la herencia de la cuenca lechera santafesina, que hacen de Rosario la Capital Nacional del Helado Artesanal. O los restaurantes de los clubes de pesca en torno de la Bajada España, para comer admirando el río, o los barcitos bohemios de Pichincha... a cada cual su gusto.

Paso a paso, este verano hay que probar al menos dos propuestas. La primera es tradicionalísima y está en pleno centro de Rosario: es el bar Junior, de Mitre 849, que está a punto de cumplir 60 años –abrió sus puertas en 1953– y ya está en manos de la tercera generación de la familia fundadora. Para celebrar el aniversario, a partir del 17 de enero se podrá probar su sandwich de pavita caliente con un 50 por ciento de descuento, como para que nadie se quede sin conocerlo. Y por supuesto, será una buena ocasión para animarse también a los deliciosos Ringo (un arrolladito con lomo), el Superreina, que bien conocen los habitués rosarinos, o El Padrino, algunos de los más apreciados de su carta de tostados. Por la noche, en cambio, es el turno de una propuesta gourmet: el no menos tradicional Sunderland Bar, de Avenida Belgrano y Pellegrini, donde la animación nocturna se disfruta afuera o adentro. El lugar tiene historia: nacido como bar de puerto hace décadas, con el tiempo se fue transformando en un refugio para la bohemia rosarina, que supo de todos los vaivenes de las sucesivas crisis, pero también de momentos felices como los festejos de cumpleaños de Fontanarrosa. Nada pudo con él: después de un tiempo cerrado, poco tiempo atrás reabrió sus puertas de la mano del chef Damián Delorenzi, y ahora brilla de nuevo con todo su esplendor. Con experiencia en hoteles cinco estrellas y en la cocina molecular, Delorenzi es también una cara conocida de la gastronomía televisiva y ahora aspira a revivir en Sunderland el glorioso clima de antaño. A juzgar por la concurrencia y la calidad de la carta, lo está logrando con creces. Lo tradicional y la vanguardia se dan la mano, porque al fin y al cabo... esto es Rosario.

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