turismo

Domingo, 27 de enero de 2013

ENTRE RIOS. ESCAPADA A GUALEGUAYCHú

Vida de campo y playa

Días de descanso en Gualeguaychú, disfrutando de la playa, las termas, una plácida casa de campo y un completo spa. Mientras los sábados de verano arde el Carnaval, la ciudad entrerriana ofrece el resto de la semana una pausa tranquila para pasear en kayak por el río, disfrutando de la gastronomía criolla y la vida rural.

 Por Julián Varsavsky

Gualeguaychú inauguró el Carnaval durante la primera semana de enero y continuará la fiesta hasta el primer fin de semana de marzo, siempre los sábados, en el sambódromo municipal. Pero quien busque el mero relax de una escapada –o la combinación de fiesta un día y descanso después– tiene en esa ciudad entrerriana una serie de alternativas para pasar algunos días veraniegos alternando las termas con la playa, una casa de campo o un spa.

RODEADOS DE VERDE Rodolfo Cassarino se define como un “entrerriano uruguayo” que se fue a vivir al campo hace más de una década. Le alcanzó para comprarse apenas 20 hectáreas en las afueras de la ciudad, y todos sus amigos expertos en la materia le dijeron que estaba loco porque no podría vivir de un terreno tan pequeño. Sin embargo, les demostró que sí, y cuando sus hijos partieron decidió comenzar a recibir turistas en la casa que había quedado vacía.

La consigna hoy en Itapeby es “ofrecerle al visitante el mismo tipo de vida que llevamos mi mujer y yo”. La pareja hace por sí misma absolutamente todo lo que implica la vida de campo. Esto incluye ordeñar cada mañana a las vacas Juanita, Matilde y Margarita, darles de comer a las gallinas, los cerdos, patos y gansos de la laguna artificial, recoger huevos, soltar las ovejas, cocinar, carnear y esquilar. Los huéspedes que lo deseen pueden hacer estas actividades y también cabalgar, pasear en un carro tirado por caballos o bañarse en la piscina por donde merodean dos cigüeñas, que llegaron hasta aquí adquiridas a cambio de un cordero. En el jardín arbolado de Itapeby, que tiene capacidad para alojar a cinco matrimonios con hijos en una gran casa de cinco habitaciones y cuatro baños, hay juegos para chicos. Y entre los hallazgos se cuenta un molino Air Motor de 1906 con una rueda de 4,8 metros de diámetro, una verdadera rareza hoy en el campo argentino, que además funciona bombeando el agua que se bebe en el lugar. Cada año, el complejo atrae también a varios extranjeros que viajan para observar aves de la Mesopotamia sur, como horneros, picudos, chimangos, dormilones y cardenales.

“En la pulpería servimos lo que nosotros sabemos hacer bien: asados de campo con carne de vaca o cordero y nada más”, agrega Cassarini sin falsa modestia. La pulpería está decorada con planchas antiguas, herramientas de campo y una prensa para producir jugo de carne que el mismo dueño de casa usaba en su niñez.

MATERO DE ALMA Mario Jesús Boari es uno de los personajes más singulares de Gualeguaychú. Psicólogo y vendedor de mates al por mayor, es probablemente quien más vende en toda la Argentina y quizás en el mundo, con unas 400 mil unidades cada año. En su negocio de la calle Gervasio Méndez 284, junto al río, hay unos 5 mil mates en venta. Pero la especialidad de Boari no es la decoración en sí de los mates, que está tercerizada, sino el acopio de las calabazas o porongos que procesa y vende. Para ello tiene acuerdos con productores medianos en Chaco, Formosa y Santiago del Estero, a quienes compra la cosecha completa. A mitad de año suele visitarlos para ver cómo va la plantación, teniendo en cuenta que se producen unos 100 mil mates por hectárea. La cosecha se traslada a granel en camiones, para luego clasificar los mates por calidad y tamaño.

“En Buenos Aires prefieren mates chicos, mientras que en el nordeste del país los buscan grandes”, afirma Boari. Al momento de clasificar hay que satisfacer a clientes muy exigentes como la fábrica de mates Martín Fierro, que produce mates chicos con la base de siete centímetros exactos (si tienen dos milímetros de más son rechazados). Lo sorprendente es que esta pequeña empresa provee a exportadores que venden a Canadá, Rusia, Austria y Alemania. “Los alemanes piden mates chicos... ‘el té argentino’ le dicen; lo prueban y como no les gusta, lo tiran”, cuenta Boari con resignación. Y agrega que “en Rusia cada cual tiene su bombilla, mientras que turcos y árabes lo toman parecido a nosotros”.

Sentados en un patio entre bolsas con 500 mates cada una, el “matero mayor” de Gualeguaychú se muestra como un erudito en el tema. Los mates de calabaza son para tomar amargos, asegura, y si alguien les pone azúcar –así sea una sola vez– los buenos tomadores se dan cuenta porque nunca se le va el sabor. La yerba –explica Boari, también conferencista del mate– se pone acumulada de un costado, porque así al comienzo el sabor no es muy fuerte y al final no muy suave. La bombilla debe ser de alpaca, aunque sea más cara, porque es un material insípido. Y “el mate implica mayor compromiso que el té, porque vos ponés tu boca y yo la mía, tiene algo de beso y transmite incluso cariño entre hombres”.

En el mes de octubre se organiza en una plaza de Gualeguaychú el Mate Encuentro, que es una competencia de parejas cebadoras. “Si al finalizar el termo el mate parece una polenta o los palitos quedan flotando en la yerba, es porque no se usó la exacta proporción de yerba y no fue bien sacudida al comienzo para que no se inunde o no se tapone la bombilla”, sentencia Boari, juez habitual en esas competencias.

AGUAS CALIENTES En Gualeguaychú hay dos complejos termales. El primero es Termas del Guaychú, que ofrece a ocho kilómetros de la ciudad un confortable alojamiento en medio de amplios espacios verdes con mucha tranquilidad. Los baños son en tres piletas: una con temperatura que oscila entre 32 y 35 grados al aire libre; otra cubierta que va de 36 a 38 grados y una tercera a temperatura ambiente, pensada para niños pequeños. Las aguas surgen de manera natural desde una fuente a 890 metros de profundidad y tienen un alto contenido de sodio, potasio y magnesio. Estas aguas tienen un ligero poder cicatrizante, pero esencialmente sirven como relajante antiestrés. El alojamiento en las Termas del Guaychú es en bungalows sobreelevados a 2,5 metros del suelo para tener una vista de la verde planicie. Están equipados con vajilla y cocina, y en sus alrededores se pueden hacer largas caminatas por una reserva natural de monte autóctono.

El otro complejo es Termas del Gualeguaychú, ubicado en el kilómetro 2,5 de la Ruta 42. Es una zona parquizada de 20 hectáreas con cuatro piletas con temperaturas que van de 38 a 40 grados (dos de ellas cubiertas), y un conjunto de cabañas con jardín y parrilla. A estas termas van también personas alojadas en otros hoteles de la ciudad a pasar el día; incluso hay quienes van y vuelven en el día desde Buenos Aires.

A orillas del río Gualeguaychú hay un complejo hotelero con spa llamado Guayrá, que tiene una hermosa piscina cubierta con jacuzzi y vista al río. Además hay otra a cielo abierto y un arbolado jardín donde viven siete cigüeñas, un loro y una guacamaya. La singularidad de este lugar es su completo spa con saunas seco y húmedo, ducha escocesa y gabinete de masajes decontracturantes, con piedras calientes, relajantes y drenaje linfático. En el spa se aplican tratamientos de fango y hay una cama automática con piedras de jade que masajea todo el cuerpo y hace tratamientos de giropraxia o estiramiento de columna.

Finalmente, la Playa Papaya del Parque Enzué es una de las más animadas sobre el río Gualeguaychú, con instructores de aerodancing y conjuntos musicales. Pero para muchos la razón principal para venir son las excursiones en kayak que organiza Pura Vida Eco Aventura. Además de paseos en barco y clases de canotaje, hay salidas en kayak de una hora rodeando la isla Libertad. Se usan kayaks dobles de travesía muy estables donde el pasajero va con un instructor, pero también hay individuales. En el trayecto se pasa por las playas Morena, Solar del Este y Punta Sur. Y cada tanto aparecen garzas, biguás secándose al sol, benteveos y algún martín pescador. En total se recorren siete kilómetros, a ritmo tranquilo.

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Cabalgatas por la tranquila inmensidad verde que rodea la casa de campo Itapeby.
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