turismo

Domingo, 31 de marzo de 2013

CHILE. LAGO RANCO DESPUéS DE LA ERUPCIóN

El fénix del Caulle

El tercer lago más grande de Chile sobrevivió a la erupción del Cordón Caulle hace casi dos años. Rodeando sus 124 kilómetros de perímetro se pueden conocer comunidades mapuches, la selva valdiviana, bosques de arrayanes y cascadas, entre magníficos paisajes solitarios e imponentes que hacen del extremo austral de Chile un paraíso natural.

 Por Ignacio Lopez

Dicen algunos lugareños que jabalíes, pudús y hasta pumas se vieron flotando en el lago Ranco, unos 900 kilómetros al sur de Santiago de Chile, tras la erupción del Cordón Caulle. Sea o no un rumor, fueron totalmente reales los metros de cenizas y toneladas de piedra pómez que sepultaron su turismo en la temporada 2011-2012, hasta que el verano pasado volvió a florecer como uno de los lagos más bellos de la Región de los Ríos, rodeado de maravillas naturales, legados culturales y comodidades turísticas.

Una de las gracias del Ranco es un camino que circunda completamente sus 124 kilómetros de perímetro: es la Ruta T55 o Red Interlagos. Pocos lagos del sur ostentan una circunvalación semejante, y no es poco cuando se sabe que la superficie de 410 kilómetros cuadrados del Ranco corresponde a la del tercer lago más grande Chile.

Hoy en día, esta ruta tiene 75 por ciento de asfalto, pero están avanzando los trabajos para que quede totalmente pavimentada a principios de 2014, incluyendo una ciclovía de nueve kilómetros que la convertirá en un circuito ideal para pedalear, aunque todo transporte es apto para adentrarse por la cautivante historia que el Ranco narra en distintos capítulos.

La barcaza Epu Huapi sale de Futrono para llegar, tras una hora y cuarto de navegación, a la isla Huapi.

HUINCAS Y PEÑIS Ubicado encima de una meseta, en la zona norte del lago y a 938 kilómetros de Santiago, Futrono es el principal centro económico y turístico de esta cuenca lacustre. Balmaceda, su avenida principal, es punto de reunión de sus habitantes, colonos y mapuches, que llegan para intercambiar productos. El trajín es sin prisas, sin complicaciones, con la calidez conocida de la gente del sur.

Algo que vale la pena considerar en Futrono es la artesanía. Existe una feria con trabajos de cerámica, madera (ojo con sus muebles) y cestería. Para textiles de lana, el dato fijo es Oveja Negra, cuya dueña María Solís –junto a mujeres de Futrono y alrededores– elabora trabajos bajo el telar mapuche de dos varas. Una antigua receta que logra tupidos tejidos, entre los que se destacan los ponchos y chalecos por sus colores y diseños. Claro que hay mucho más que comercio: el pueblo regala constantes vistas que recuerdan la belleza del Ranco, tanto desde la Plaza de Armas como desde la calle Juan Luis Sanfuentes, que baja al muelle donde sale un transbordador todos los días (salvo los jueves) a la isla Huapi, la principal de un archipiélago ubicado justo en el medio del lago. Esta isla precisamente es el mejor reflejo de la presencia de mapuches huilliches en toda la cuenca del Ranco, establecidos aquí hace 400 años. Se desembarca después de 45 minutos de navegación y de allí mismo se parte a caballo o en carreta para conocer las playas, cuevas volcánicas y sus 600 habitantes, quienes enseñan sus tradiciones y creencias.

A la hora de reposar, las playas de Futrono se dejan querer. ¿La mejor? Coique, a siete kilómetros del pueblo. En el camino están De Pellín y Coigüe, uno de los mejores restaurantes del Ranco, donde se degustan salmones y carnes a la espada con una panorámica perfecta del lago y sus verdes prados. Luego, la playa de Coique, de arenas volcánicas blancas y flanqueada por una alameda, recibe a buscadores de belleza natural y gran tranquilidad, un hallazgo seguro en el camping o en el fastuoso complejo turístico Bahía Coique, ambos ubicados junto a las mansiones de verano de algunas encumbradas familias chilenas.

Aires patagónicos en Nuestra Señora del Lago, una iglesita de Llifén, caserío situado a 20 kilómetros de Futrono.

RANCO PROFUNDO Siguiendo el sentido de las agujas de un reloj, la T55 se interna por un valle donde emerge la selva valdiviana. A 14 kilómetros de Futrono, un zigzagueante desvío, apto sólo para 4x4 y bicicletas, sale al norte a conectarse con la Ruta de los Siete Lagos.

La T55 vuelve a la orilla del Ranco a enseñar la hermosa playa de Huequecura, donde cabañas y casas de verano se han instalado a observar el lago hacia el oeste, con imponentes cerros a sus espaldas. Uno de ellos es el gigantesco morro que domina Llifén, un caserío ubicado a 20 kilómetros de Futrono. El camino cruza entre su flamante iglesia de madera y un centro comunitario con destacada artesanía local.

Desde Llifén, un sendero se interna por la cordillera y llega tras 12 kilómetros al lago Maihue, el mismo que acogió la huida de Pablo Neruda hacia la Argentina cuando fue perseguido en su patria. Sin duda, muchos de sus poemas se inspiraron en este lago rodeado de tupidas montañas con bosques y cascadas. En el último tiempo, el Maihue y el río Calcurrupe, que nace en sus aguas y desemboca en el Ranco, han pasado a ser renombrados circuitos de pesca deportiva.

En el kilómetro 3 de este camino se encuentra la hostería Chollinco, un fundo ecoturístico que además de poseer cabañas con vistas a la cordillera y al Calcurrupe oficia de lodge y ofrece actividades como canopy, trekking y cabalgatas. Volviendo a Llifén se encuentran las reponedoras Termas de Llifén, con piscinas y tinas con hidromasajes, cada una con su temperatura y dosis de azufre de napas subterráneas. Existe también en el lugar un spa con masajes y tratamientos corporales en base a barro, leche y miel.

Dos cascadas que caen sobre un cajón cubierto de densa vegetación conforman el sugestivo salto de Riñinahue.

ZONA CERO A continuación, la ruta se adentra por el Ranco más solitario y ajeno al turismo. Es el tramo donde se construye la ciclovía, con partes ripiadas y otras de pavimento. Nueve kilómetros bastan para encontrarse con los rugientes saltos del río Nilahue, que fuera protagonista hace dos veranos cuando arrastró hasta el lago todo lo provocado por la erupción del Cordón Caulle.

Las comunidades huilliches de este sector fueron las más perjudicadas por el Caulle, turismo incluido. En especial Riñinahue, principal localidad y un diamante en bruto del ecoturismo, rodeado por ensenadas con solitarias playas, bosques centenarios, abruptas montañas y docenas de arroyos y ríos que nutren al Ranco.

Vale la pena quedarse un par de días en Riñinahue a explorar sus alrededores. El hostal, cabañas y restaurante San Francisco, de Judith Carillo y familia, es una acogedora opción. Fue el centro de operaciones de la prensa y las autoridades que cubrieron la erupción del Caulle, ubicado a escasos 20 kilómetros del lugar y al cual hoy se puede acceder como ruta turística con el Paso de la Mula –un angosto paso volcánico del río Nilahue– como principal atracción.

Una segunda opción desciende por un bosque de arrayanes hacia la playa. En el camino se ubica el hermoso salto de Riñinahue, que consta de dos cascadas que caen en un cerrado cajón redondo cubierto de pura vegetación. De película.

A los pocos metros se ubica el camping Quichel, propiedad de Iván Quichel, quien instaló cuatro cabañas y un camping equipado para 40 sitios, metido entre el bosque, el lago Ranco y la desembocadura del río Riñinahue.

Lago Ranco es, con sus 410 kilómetros cuadrados, el tercer lago más grande de Chile.

RINCON DE PARAISO El camino corre ahora por la ribera sur. Es turno de las mejores panorámicas del lago, sus campos, sus islas y la cordillera de fondo. Para contemplar con calma la escena, a siete kilómetros de Riñinahue y a orillas del lago se ubica el camping Pitreño. Más adelante aparece el bien cuidado pueblo de Lago Ranco. Sus casas de madera y pulcras áreas verdes –gran orgullo de los ranquinos– aquí sí aprovechan las calles que suben y bajan al lago. Merece la pena visitar el museo Tringlo, con una interesante muestra histórica de esta cuenca.

Más abajo se ubica la restaurada costanera que alberga un muelle, áreas verdes, un mercado artesanal y el restaurante Las Vigas, especializado desde hace 20 años en carnes, con un diseño rústico en base a madera de pino y una hermosa terraza al lago. En la costanera se ubican también buenos alojamientos. Destaca la hospedería Phoenix, una casona con cabañas y ocho habitaciones, cinco de las cuales dan al lago. Alternativa más familiar es la Residencial Osorno, fundado hace 50 años en una antigua y típica casona sureña.

Por los alrededores del pueblo existe una serie de atractivos naturales. El mirador Piedra Mesa, el Parque Ecológico Alfonso Brandt, el desagüe del Ranco que da origen al río Bueno, las cascadas de Pichi Ignao y el frondoso bosque Quillín con especies de 300 años, resumen las bondades del lago Ranco, que sus habitantes consideran con justa razón como “un rincón del paraíso”.

Informe: Julián Varsavsky.

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