turismo

Domingo, 1 de septiembre de 2013

BUENOS AIRES. ARBORISMO EN TIGRE

Con los pies en el aire

El nuevo parque de aventuras Euca, en el corazón de Tigre, propone desafiarse a sí mismo en un circuito que incluye juegos en altura, tirolesas y actividades para probar cómo es eso de “levitar” con los pies flotando sobre el suelo. Para chicos y grandes, un sinfín de tablones, cuerdas, nudos, aros y hasta un salto al vacío para los que no le temen al vértigo.

 Por Graciela Cutuli

Fotos de Graciela Cutuli

Rutas, rotondas y urbanizaciones con nacientes centros comerciales jalonan los alrededores del centro de Tigre: pero de pronto el paisaje cambia y se abre junto al camino un claro ocupado por una serie de construcciones de madera, red y metal que intrigan rápidamente a los chicos. Es que ahora el panorama promete aventura: quienes ya han estado en San Rafael rápidamente descubren que se trata de Euca, el mismo parque que fascina a los chicos en la “capital de la aventura” mendocina, esta vez situado en pleno Tigre. Para los demás, es hora de descubrir de qué se trata este circuito que propone a cada visitante desafiar sus propios límites, y hacerlo jugando.

Con facilidad, los chicos avanzan paso a paso por estos “escalones” hechos en flotantes troncos de madera.

EXPERIENCIA MENDOCINA Lo que en Tigre es nuevo tiene su trayectoria ya consolidada en San Rafael, donde Euca nació como el primer parque de actividades en altura del país. Construido en medio de árboles –esos eucaliptos que le dan nombre–, el parque invita a descubrir qué es el arborismo, una modalidad de aventura en la naturaleza que gana aficionados sin cesar: “Se trata de diferentes juegos entre los árboles, una propuesta que resulta una suerte de desafío que demanda que la gente haga algo para vencerlo, mientras el canopy (que se suele dar como sinónimo pero no lo es exactamente) consiste en una serie de tirolesas entre los árboles”, puntualiza Daniel Rivier, que nos recibe para recorrer el nuevo Euca de Tigre. La iniciativa de ambos parques es suya y de su esposa franco-suiza, Sandrine, con quien Daniel –nacido en San Rafael pero criado en Europa– regresó de Suiza dejando atrás el trabajo de escritorio en un gigante de los relojes para elegir el regreso a la naturaleza. Un desafío no menor al que propone el propio Euca.

El parque sanrafaelino abrió en 2009 en la zona del Cañón del Atuel, y es muy visitado por grupos de egresados –sobre todo de la escuela primaria– que visitan la región en su viaje final. Euca San Rafael ofrece 46 actividades en altura, con tirolesas, puentes colgantes, “puentes de monos” y columpios, todo realizado por una empresa suiza que certificó la construcción y el armado, teniendo en cuenta todos los factores de seguridad. A partir de los ocho años, es para todas las edades, aunque aquí los menores de 12 años tienen que estar acompañados por un adulto. En total son cuatro recorridos, comenzando por el primero –el más fácil–, con 4,5 metros de altura, para subir en cambio hasta diez metros en el cuarto y último. Los visitantes más chiquitos, por su parte, tienen un área recreativa a ras del suelo.

Pura destreza, para moverse haciendo equilibrio sobre cuerdas móviles a varios metros de altura.

EUCA TIGRE El éxito de San Rafael impulsó la creación de un nuevo parque, esta vez a las puertas de Buenos Aires. A pocos días de la apertura, la concurrencia permite comprobar que no podía sino ser un acierto. “Siempre me gustó el deporte extremo –recuerda Daniel Rivier, hijo del fundador de la bodega mendocina Jean Rivier– y fue así como empezamos con este proyecto. A diferencia de San Rafael, en Tigre hay 105 juegos divididos en nueve niveles en función de su dificultad. Es decir, casi el triple. La superficie es la misma en ambos casos, tres hectáreas, aunque el mayor arbolado de Mendoza da una impresión de mayor dimensión.” En Tigre no se repiten los juegos pero sí el nivel de dificultad, con el objetivo de que no se atoren en los juegos los grupos grandes. Con capacidad para 150 equipos, pueden pasar hasta 400 personas por día, bajo la mirada y conducción atenta de un grupo de guías que se formaron en Mendoza y ahora se encargan de poner el equipo a los visitantes, explicar las medidas de seguridad y seguir el trazado de los juegos con la mirada puesta en cada detalle. El resultado es diversión garantizada por lo menos por tres horas, y sobre todo la satisfacción de haber vencido los propios temores comprobando que es posible ver el mundo desde otra perspectiva y adquirir habilidades de equilibrio antes insospechadas.

Los circuitos de Euca cuentan con un sistema de “línea de vida continua”.

TARDE DE JUEGOS Sofía y Mateo, dos hermanos de ocho y nueve años, pasaron la prueba de altura –hace falta llegar al menos a 1,25 metro para poder jugar– y después de festejarlo se ponen seriamente el equipo necesario para subirse al circuito, compuesto de casco y arnés. El sistema de seguridad –explica Daniel Rivier– es diferente en San Rafael y en Tigre: mientras en el parque mendocino se utilizan dos mosquetones, que hay que sacar y poner sucesivamente para avanzar, en Tigre se implementó la novedosa “línea de vida continua”, gracias a la cual cada persona se engancha y no se puede desenganchar de ninguna manera hasta que termina el nivel. “Es una tranquilidad para nosotros –agrega Daniel– porque reduce a cero el riesgo de una caída y permite que se juegue por altura y no por edad. Además, ya no es preciso que haya un padre presente cuando hay chicos menores de 12 años, para supervisar que se haga correctamente el cambio de mosquetón.” Sin embargo –subraya– “por San Rafael pasaron ya 50.000 personas y nunca tuvimos que pedir una ambulancia”.

“Vamos, Mati, soltate y andá así”, explica acompañándose con gestos Radamés, uno de los guías de Tigre: “Las dos manitos en la parte metálica, para que gires tus pies para adelante y... ¡bien ahí”, alienta a uno de los chicos que, dudoso primero y totalmente compenetrado después, se olvida de la altura y se lanza con todas sus fuerzas a disfrutar una de las tirolesas. “Vas a navegar por aros colgados de un gran poste, por caminos de tablas y troncos movedizos”, promete otro de los guías a una nena que, como Jane en medio de la selva, se adueña con un dominio asombroso del circuito y parece moverse a sus anchas pese a la altura y el suelo oscilante de tablones. Basta levantar la vista para ver, por todos lados, a chicos y grandes que al principio se aferran con precaución a los cables y luego, con sorprendente firmeza, paso a paso ganan confianza con la altura como equilibristas expertos en la cuerda floja. Es que ahí están los juegos para tentarlos: el Cruce del Cerro Leña, inspirado en una montaña mendocina, el Puente Tibetano, la Liana de Helvecia o el Paso del Tanguero, donde al novel arborista se le van los pies como a los expertos danzarines del tango. Y los más valientes pueden probar el Verti-Go!, un dispositivo de caída libre controlada de 13 metros que es la frutilla sobre la torta, junto a las dos súper tirolesas de 260 metros de recorrido.

Cuando cae el sol, después de las tres horas que como máximo se puede permanecer sobre las plataformas, la diversión se termina, pero Euca tiene la ventaja de estar muy cerca, de modo que pronto la aventura se puede repetir. Porque, como asegura Daniel Rivier, el arborismo “es un viaje de ida, que después de vencer cada desafío invita a triunfar también en el siguiente”.

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En el parque de aventuras la propuesta es recorrer los 105 juegos en nueve niveles.
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