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Domingo, 2 de febrero de 2014

ENTRE RíOS. GUALEGUAYCHú CELEBRA A MOMO

Todo el año es Carnaval

Quedan seis jornadas del Carnaval más masivo de la Argentina, donde desfilan apolíneos bailarines y sensuales Afroditas. La comparsa Papelitos evoca este año la conquista de América; Kamarr, las persecuciones al Carnaval por parte de la Iglesia y los militares a través de la historia, y O’Bahía recrea la evolución de los juegos infantiles.

 Por Julián Varsavsky

Fotos de Adrián Pérez

En Gualeguaychú el Carnaval es cosa seria. Se supone que Momo trae caos y descontrol, pero quien se sumerja un poco en la trastienda descubrirá una sofisticada organización donde nada queda sujeto al azar. Por ejemplo: un ejército de costureros trabaja el año entero fabricando trajes que pueden tener hasta 16.000 lentejuelas bordadas una por una. Y el segundo paso puede ser colocarle a ese traje 1500 plumas de avestruz, pavo real y faisán. Para hacer cada una de las doce carrozas que acompañan a las tres comparsas que desfilan por año, se usan 700 bloques de telgopor. Cada comparsa tiene 300 integrantes, un director general y varios jefes de taller: los de carrozas, vestuario, calzado, batucada... y también encargados de maquillaje, espaldares, tocados y peinados, todos con sus respectivos ayudantes. Un jefe de calzado tiene que garantizarles a 300 personas zapatos de calidad en la talla correspondiente y que no les lastimen los pies.

Las comparsas tienen además sus coordinadores, que durante el desfile las acompañan controlando que vayan ordenadas y en tiempo. Si alguna tarda más de los 90 minutos establecidos para su desfile, recibirá una multa.

Cada salida por las noches de sábado de febrero y los tres días del primer fin de semana de marzo le cuesta a una comparsa 100.000 pesos, a los que se suman los 4,5 millones que se gastan en el armado mismo (a cambio hay patrocinantes, y disponen del dinero de las entradas). Pero tanta sofisticación ha rendido frutos, porque hoy el de Gualeguaychú es por lejos el Carnaval más masivo y fastuoso de la Argentina. Y según la lógica de los locales, sería el segundo más importante del continente después de Río de Janeiro, lo cual es por supuesto tema de debate con los vecinos uruguayos de Montevideo –donde el Carnaval vende más entradas que el fútbol a lo largo de todo el año– y los bolivianos de Oruro.

COMPARSA COMBATIVA Leyla Bregant es primera bastonera de su escuadra –aunque no usa bastón– en la comparsa Papelitos, y también fue elegida este año como “la imagen del Carnaval”: es la mujer de los afiches oficiales. Leyla tiene unos ojos color mar azul que se distinguen a la distancia y con los que, asegura, mira fijo a unas cien personas del público por desfile mientras las señala con la mano.

“La idea es decirles ‘te estoy mirando a vos’ y que esa persona ponga eufóricos también a los de al lado. El jurado tiene como uno de los ítem a evaluar desde este año el ‘espíritu carnavalero’, que tiene que ver con el contacto visual hacia el público y cómo una comparsa logra enfervorizarlos. La idea es que ese contacto llegue también a los que están más arriba en la tribuna, es decir a aquellos que compraron la entrada más barata”, cuenta la bailarina aficionada con cuerpo de vedette, mientras la maquillan para salir a escena.

Desde el punto de vista de Leyla, “el Carnaval de Gualeguaychú es diferente al de Río de Janeiro” –que de todas formas es el modelo– por el hecho de las teatralizaciones que se hacen aquí y por el uso de coreografías, algo que no se hace en Brasil” (no todos en las comparsas siguen un mismo paso).

El baile en Gualeguaychú tiene otros rasgos “locales” como los movimientos de brazos y manos que derivan de la danza árabe. También la música es en cierta medida propia del lugar, ya que sobre una base de samba carioca a veces se oyen dejos de chamamé, cumbia, murga y candombe. Hay incluso momentos calmos y pausas que no se hacen en Río de Janeiro. Papelitos en particular tiene muchos elementos de murga, una evocación de los carnavales antiguos de la ciudad.

Este año, Papelitos presenta una especie de obra escénica llamada Latidos, inspirada en la conquista de América. El director de la comparsa se caracteriza por sus temáticas de denuncia y en Latidos se ven escenas fuertes como la violación de una india por parte de un conquistador español. En otra carroza hay un balcón donde los reyes de España van comiendo y arrojan los restos que son levantados por un grupo de pobres que avanzan sobre el asfalto. Y la idea general del argumento es resaltar la relación de comunión que tenía el hombre aborigen con la naturaleza, a diferencia del egoísmo destructivo introducido a partir de la conquista.

Una evocación del antiguo Carnaval de Río de Janeiro en la comparsa Kamarr.

CONTRA TODA PROHIBICION La comparsa Kamarr –ganadora de la edición 2013– eligió este año la temática de los carnavales del mundo y las prohibiciones que ha tenido esta fiesta a lo largo de la historia. Y es el mismísimo Momo quien habla en exclusiva: “A mí siempre me quisieron silenciar, pero yo resucito para burlarme de todos los que lo intentaron. En Argentina la Iglesia y los militares quisieron matar a la murga y por eso aquí tenemos desfilando a curas y hombres de armas queriendo hacer lo que no deberían. Incluso Napoleón anda por acá. En el baile me acompañan mis viudas, que me lloran, y también están mis enterradores vestidos de negro. Pero cuando se abre mi féretro en la carroza mortuoria yo salgo dando brincos y voy inaugurando el Carnaval en cada sección de la comparsa. Ahora te tengo que dejar porque estamos por comenzar: me voy a mi féretro”.

En las diferentes secciones de Kamarr están representados el Carnaval de Venecia –una gran carroza con una máscara tradicional–, el de Jujuy con grandes diablos, las murgas porteñas y también las otras comparsas de Carnaval local. El Carnaval de Río tiene su propia carroza alegórica, que lleva incluso un auto antiguo de los ’50, porque no se trata de representar el Carnaval carioca actual sino el antiguo, que se organizaba por las calles de la ciudad.

Marilina González Folmer es una psicóloga escultural que no esconde casi nada al salir a escena con Kamarr y define el Carnaval a su manera: “Esto es ni más ni menos que un juego de roles. Te ponés la máscara convirtiéndote en otro por una noche y salís a romperla. Enterrás todo tipo de prohibiciones y aparece Momo, que es el dios más grande de todos los tiempos, el más invencible, cuya arma principal es el Carnaval. Contra él no pudieron los papas ni dictadores de todo tipo que lo quisieron prohibir, como el mismísimo Napoleón. Esta es la fiesta pagana por excelencia y por eso siempre se las ingenió para renacer ante cada prohibición. Acá podés ser quien quieras ser y por eso a la Iglesia nunca le gustó”.

Carlos lleva un traje de 20 kilos que no le permite bailar, así que sólo camina. Ante la pregunta sobre quiénes en particular quisieron prohibir el Carnaval, dice que eso lo sabe bien el director de la comparsa, “pero acá no lo vas a encontrar porque no viene nunca. Es tímido, lo suyo es el diseño y no la parte ejecutiva. La verdad es que no le gusta el Carnaval”.

La comparsa O’Bahía hace una reivindicación de los juegos antiguos que no se mueven por sí solos.

COMPARSA DE JUEGOS O’Bahía es tradicionalmente la comparsa de menor presupuesto y la que recurre entonces a potenciar el ingenio. Su tema de este año está basado en la evolución del juego a partir del libro Homo Ludens del holandés Johan Huizinga, quien desarrolla una historia y una teoría del juego identificando su valor social y cultural.

Según Fabián Cucurullo –director artístico de O’Bahía– “el eje está puesto en los juguetes tradicionales sin cables ni chips, que inspiraron a diferentes generaciones y que al no moverse solos permiten dejar volar la imaginación y acompañan el crecimiento intelectual de los niños”. Por eso en la comparsa hay una carroza que es una casa de Barbies gigante y también desfilan dinosaurios que caminan con una naturalidad digna de película de Hollywood, Transformers, soldaditos, mecanos, Capitanes América y Mujeres Maravilla.

El Carnaval de Gualeguaychú no es solamente “mirame y no me toques”. Si bien el eje es ese desfile sensual de jóvenes apolíneos y Afroditas que parecen esculpidas por una mano superior, también hay fiesta afuera del Corsódromo. A la tarde las playas bullen de gente que baila en masa toda clase de música, y lo mismo pasa por la noche en los bares y la costanera hasta el amanecer. Junto a las aguas la fiesta es grande y las licencias de todo tipo están liberadas por Momo. Estudiosos muy reputados de la ciudad –tanto que no se les exige prueba alguna– aseguran que para noviembre de cada año aparece una pronunciada curva ascendente en los gráficos de la tasa de natalidad local.

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Un rey Momo, su majestad carnavalesca, con impactante espaldar le imprime furor a la fiesta.
 
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