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Domingo, 27 de septiembre de 2015

ARGENTINA. SENDEROS DE LARGO RECORRIDO

Un país, cinco caminos

De norte a sur, de este a oeste, nuestro país invita a caminarlo descubriendo la esencia de su diversidad geográfica paso a paso. Desde la Puna y las yungas, en el Noroeste, hasta el río y la selva en el Litoral, desde los Andes y lagos de la Patagonia hasta los extremos del Fin del Mundo, aquí están las Huellas Argentinas.

 Por Graciela Cutuli

Huella Andina Norte, entre Quebrada y Yungas. Huella Andina Patagonia. Huella del Fin del Mundo. Huella Entrerriana Litoral. Huella Guaraní Litoral. Con ustedes, caminantes y viajeros, los cinco senderos de largo recorrido que permiten explorar a pie los más recónditos paisajes de este país vasto y asombroso, donde se puede pasar en pocos kilómetros de la aridez de la Puna a la exuberancia de la yunga, del silencio de las cumbres nevadas de la Cordillera de los Andes al fluir cantarino de los arroyos patagónicos, de los ríos caudalosos del Litoral a la historia de una población diversa, que va de las comunidades aborígenes a los pueblos de inmigrantes. Todos en un solo país; algunos ya consolidados –como la Huella Andina Patagonia, el primer sendero de largo recorrido nacido en la Patagonia Norte cordillerana y extendido a lo largo de casi 600 kilómetros- y otros en desarrollo, aún avanzando hacia el corazón de los paisajes y las poblaciones.

En toda su complejidad, el concepto base de los Senderos de Argentina –un proyecto nacido en la Subsecretaría de Desarrollo Turístico del ministerio de Turismo– es muy claro: “caminar hacia”, vinculando en cada recorrido las áreas protegidas y las comunidades locales, en la mayor parte de los casos con un Parque Nacional como corolario de la experiencia. “Tengo preferencia por este programa –dice Valeria Pellizza, subsecretaria de Desarrollo Turístico y pilar del proyecto– no sólo porque me gusta mucho caminar sino porque entiendo que hemos hecho un lindísimo hallazgo, desde lo conceptual, al recrear para nuestro país una modalidad que está en auge en otros lugares del planeta y que es cada vez más aceptada e incorporada por personas que gustan de conocer y adentrarse en espacios naturales y culturales, excepcionales y variados, como los que ofrecen nuestros espacios turísticos, especialmente los ligados al Sistema Nacional de áreas protegidas, simplemente caminando”. “Mano a mano junto a la Administración de Parques Nacionales y al Consejo Federal de Turismo, fuimos forjando un proyecto que va a abrir seguramente una nueva hoja de ruta al uso público de los Parques Nacionales, muy asociado al estilo de turismo que queremos e impulsamos: responsable, criterioso e inclusivo. Baja inversión, réditos asociados a la salud, la educación y al bienestar, bajísimo impacto ambiental, oportunidades de trabajo para la población rural y periurbana y una demanda potencial enorme, porque son experiencias de cuatro días-tres noches pensadas para muchos segmentos: desde grupos familiares típicos hasta personas de la tercera edad en buena condición física con ganas de disfrutar. Por otro lado, es una posibilidad que articula, como ninguna, una gran diversidad de actividades alrededor del desplazamiento a pie: observación de aves, experiencias con población rural, cabalgatas, bicis, matices más deportivos cuando las etapas son más picantes, en fin, nuestra visión es que Senderos de Argentina trasciende incluso las fronteras del desarrollo turístico y se va a instalar como un proyecto integrador de desarrollo territorial”, agrega.

Puente en el Arrayanes, donde la Huella Andina Patagonia entra en el Parque Los Alerces.

HUELLAS DEL SUR La Huella Andina Patagonia, sobre el corredor de los lagos en el norte de la región, se extiende a lo largo de 570 kilómetros y por haber sido la primera es también la más consolidada. Numerosos caminantes ya han experimentado alguna de sus 42 etapas, señalizadas con la franja celeste y blanca que simboliza ahora al conjunto de los Senderos de Argentina, y que va apareciendo junto a carteles de señalética, puentes, árboles y refugios como hilo de Ariadna en el laberinto natural.

Esta senda troncal va desde el lago Aluminé, en el norte hasta el lago Baguilt, en el sur, atravesando las provincias de Neuquén, Río Negro y Chubut, y visitando cinco Parques Nacionales: Lanín, Nahuel Huapi, Los Arrayanes, Lago Puelo y Los Alerces. Este largo sendero transcurre además por la reserva de la Biósfera Andino Norpatagónica y está diseñado principalmente para caminantes con poca experiencia, identificado en etapas de dificultad baja, media o alta.

De norte a sur, la primera etapa de la Huella Andina Patagonia, en el norte de Neuquén, va de Villa Pehuenia a Moquehue, partiendo del puente de la Angostura del lago Aluminé. Allí se atraviesa un bosque de pehuenes con poco desnivel para seguir por la costa del lago, las tierras de la comunidad mapuche Puel, el camino hacia la laguna Kechulaufquen y la laguna Matethue. Desde aquí se gira para caminar hacia la playa del lago Moquehue, vadear el arroyo Blanco y seguir entre bosques de pehuenes, cipreses, lengas y ñires, en un paisaje de transición que desemboca en un camping, a sólo un kilómetro y medio de Moquehue. En el otro extremo, la última etapa del sendero –la número 42– es la que va de Ruca Nehuén a lago Baguilt, atravesando 16 kilómetros de alta dificultad. Desde el paraje inicial comienza un camino sinuoso que gana altura, con vistas el río Grande: aquí también se puede ver la represa de Futaleufú, con la Cordillera al fondo, para desembocar en el valle 16 de Octubre. El camino sigue ascendiendo, hasta llegar al Area Natural Protegida que abriga un bosque de coihues y lengas. Finalmente, el sendero desemboca en el bellísimo lago Baguilt, encerrado entre montañas de roca y con pequeñas zonas de playa.

Pero no es el comienzo y el final lo que realmente importa, sino la experiencia al atravesar cada etapa elegida. No sólo porque se pueden conocer lugares emblemáticos como el Bosque de Arrayanes, uno de los iconos de la Patagonia andina, sino porque el andar es el objetivo mismo de los viajeros que eligen no ser espectadores sino parte integrante de cada paisaje.

Muchas experiencias podrían describirse a lo largo de estas 42 etapas, pero sin duda sobresalen la Vuelta al Lácar y el recorrido en el corazón del Parque Nacional Los Alerces. La primera parte de San Martín de los Andes, y permite conocer entre otros hitos la vieja intendencia del Parque Nacional Lanín; La Pastera, el Museo del Che que recuerda el paso de Ernesto Guevara y Alberto Granados en su travesía latinoamericana; la navegación hasta la villa Quila Quina; la historia de las comunidades mapuches; las aguas y montañas del Parque Nacional Lanín; las cascadas, el bosque, los lagos… En verano, las frutillas silvestres le ponen sabor al viaje, refrescado con un chapuzón en los arroyos, mientras el lago Lácar se convierte en el Nonthué y se multiplican en el espejismo de la inmensidad las leyendas de la Ciudad de los Césares. Otra historia es la del paraje Hua Hum, esencial en la historia de la división limítrofe con Chile, poblado por colonos boers. Esta historia –población y explotación forestal primero, creación del Parque Nacional después- también se vivió en Chubut, ya cerca del final de la Huella Andina Patagónica, donde la experiencia de la etapa 37 –entre Bahía Solís y Seccional Arrayanes del Parque Nacional Los Alerces– permite esta vez partir de Esquel y su querida Trochita para seguir a pie y por los lagos rumbo al descubrimiento del asombroso Alerzal Milenario y su “alerce abuelo” de 2600 años de edad; deslumbrarse con el agua turquesa del río Arrayanes; descubrir la historia de fray Menéndez y otros exploradores pioneros de la región; y hablar con los descendientes de los primeros habitantes de estos parajes, cuyo recuerdo se esconde a veces en un simple topónimo de orígenes misteriosos.

Más al sur aún, porque no hay extremo que detenga al caminante, un nuevo sendero de largo recorrido se está abriendo en Tierra del Fuego: la Huella del Fin del Mundo, compuesta de ocho etapas que comienzan con la caminata de 12 kilómetros que va de Corazón de la Isla a Ruca (la primera, de baja dificultad), y se cierran en la travesía Laguna Submarino-Canal Beagle, a lo largo de 15 kilómetros (la octava y última, también de baja dificultad). En la travesía se recorren la reserva Corazón de la Isla, bosques donde se ven guanacos y castoreras, “volteos” (extensiones de vegetación tumbada hacia la misma dirección como producto del viento), lagunas donde nadan macás, el lago Yakush y otros espejos ideales para la pesca de salmónidos, el lago Fagnano y el río Claro, la laguna Palacios, bahía Torito, paso Beban y el valle de Tierra Mayor, el monte Olivia y finalmente el canal Beagle y la ciudad de Ushuaia… donde reaparece la señal de celular, perdida durante mucho tiempo, casi como para permitir que la conexión sea solamente con la naturaleza.

Elda, en Valle Colorado, muestra los rebozos típicos que bordan las mujeres coyas.

HUELLA ANDINA NORTE En el otro extremo del mapa, siempre sobre la Cordillera, la nueva Huella Andina Norte es un sendero en desarrollo que invita a salir desde la Quebrada de Humahuaca hacia el Parque Nacional Calilegua. La experiencia es extraordinaria y exigente, porque pasa desde la aridez de la Puna, con su concierto de colores ocres, hacia la exuberancia selvática de una región donde se luce la tierra colorada en contraste con el verde de las yungas. La primera etapa, desde la Quebrada hasta Santa Ana, pasa por la Serranía del Hornocal y toca los 4500 metros de altura en el Abra del Zenta. Son algo más de 100 kilómetros que se realizan en vehículos privados o en transporte público, a lo largo de unas cinco horas. En Santa Ana se visita el pueblo, una comunidad coya de unos 500 habitantes, y se empieza la caminata hacia Valle Colorado, la etapa siguiente, a lo largo de 18 kilómetros de dificultad media. La mayor parte del camino es en descenso, pero hay que tener en cuenta el factor de la altura, que requiere una buena adaptación, y un pequeño tramo en subida de un kilómetro y medio apenas se comienza el trayecto. Esta parte de la Huella Andina Norte tiene un excepcional valor patrimonial porque permite que el viajero transite tramos intactos del antiguo Camino del Inca -el Qapaq Ñan- en el norte argentino. En total, la red del Qapaq Ñan sumaba más de 30.000 kilómetros, y en la Argentina unía las provincias de Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja, San Juan y Mendoza. Se conservan 119 kilómetros que conectan sitios arqueológicos relevantes: aquí en particular se trata de “las escaleras”, un camino de piedra cuidadosamente realizado que integra el Patrimonio Mundial de la Unesco. Este tramo debe ser recorrido con guías, siguiendo un sendero que por momentos bordea la ruta vehicular (por ahora existente sólo hasta Cortaderas, a mitad de camino hasta Valle Colorado) y por momentos se interna entre las pircas. Poco a poco, el paisaje va cambiando y a medida que el caminante se acerca hacia Valle Colorado pierde aridez, gana exuberancia y la tierra se torna cada vez más roja: finalmente, tras esta larga etapa llega la hora de descansar en el pueblo, también de la comunidad coya, que está fuertemente unido a Santa Ana por vínculos históricos y culturales. Otra vez un puñado de manzanas con casas de adobe, alojamientos en casas de familia, algunas tiendas de ramos generales, nada de señal de celular y una fuerte tradición de cultivo de la tierra, hierbas medicinales y cuidado de los rebaños de cabras. Valle Colorado es, al día siguiente, el punto de partida hacia Valle Grande y San Francisco, los pueblos que desembocan finalmente en el Parque Nacional Calilegua. La Puna ya está muy atrás: ahora es todo selva. Todo verde. Y en el medio, un caminito de cornisa de tierra roja que se abre paso sobre la empinada ladera de la montaña. A la altura de Valle Grande se pasa por la línea imaginaria del Trópico de Capricornio, y 17 kilómetros más adelante se encuentra San Francisco, punto inicial de la excursión a las termas del río Jordán. Cuando aparece el cartel de bienvenida a Calilegua, se habrá arribado al final de la Huella Andina Norte, que propone recorrer el área protegida creada hace más de 35 años para preservar las selvas tropicales de montaña, un ambiente considerado el de mayor biodiversidad de la Argentina y hábitat del elusivo yaguareté.

Huella Guaraní, una inmersión en la selva misionera en contacto con la vida de las comunidades.

HUELLAS DEL LITORAL Los cinco senderos de largo recorrido incluyen dos en el Litoral. La Huella Guaraní, en la provincia de Misiones, está todavía en desarrollo y tiene como cabeceras El Soberbio, por el sur, y Colonia Fracran, por el norte. La primera etapa va de Colonia La Flor, fundada por inmigrantes polacos y alemanes, a la aldea Pindo Poty, rodeada de fincas de colonos que muestran el contraste entre los cultivos y la selva.

Allí espera a los visitantes una comunidad guaraní que ofrecerá la comodidad de alojarse en un oga (vivienda típica) y explicará sus técnicas de caza en la selva. Se sigue luego rumbo a Aldea Jeji, en un cruce de la selva paranaense, a lo largo de una etapa que requiere de la orientación de un guía local, y que permitirá comprobar el increíble conocimiento guaraní del ambiente natural, la flora y la fauna que los rodea. Desde la aldea, se regresa por la RP 15 hasta Colonia La Flor, y a partir de allí en transporte público hasta El Soberbio. Para realizar la experiencia es necesario registrarse en El Soberbio en el Centro de Información Turística con el coordinador territorial de la Huella Guaraní: desde allí se dará aviso a las comunidades y se brindarán recomendaciones en algunas cuestiones básicas, entre ellas la obligatoriedad de contratar guías locales para la etapa en selva.

El proyecto de Senderos de Argentina cierra con la Huella Entrerriana Litoral, que combina la experiencia urbana con la rural y natural, partiendo de Paraná y caminando hacia el Parque Nacional Predelta. Paraná, a orillas del río del mismo nombre, permite iniciarse en la arraigada cultura fluvial visitando Puerto Sánchez y navegando con el grupo de Baqueanos de Río, encabezados por “Cosita” Romero —el “abanderado del Paraná”— para seguir luego hacia el Parque Enrique Berduc, la Reserva General San Martín y el arroyo Las Conchas. Entre Paraná y la “ciudad universitaria” de Oro Verde se puede ir en tren, bicicleta o a pie por un camino vecinal en desuso: una vez allí, vale la pena visitar el Paseo de los Trenes, que incluye desde un escenario para espectáculos hasta un vagón restaurante, el Jardín Botánico y la Escuela Normal Rural Alberdi. La etapa siguiente lleva al caminante hacia las Aldeas Alemanas, fundadas por inmigrantes llegados del Volga cuyos descendientes aún hoy conservan una deliciosa mezcla de tradiciones importadas y cultura local, visible en la comida, la arquitectura y las costumbres cotidianas. Se pasa por Aldea Brasilera, Valle María, San Francisco y su increíble cementerio, transitando los pueblos pero también los caminos rurales y las barrancas al borde de ríos y arroyos. El caminante avanza hacia el Paraje La Virgen, entre campos y colinas, mientras van apareciendo las herraduras de las barrancas del Paraná, que descienden entre el río y el cañadón. A la hora del descanso, aparece el antiguo preseminario de la Congregación del Verbo Divino, que hoy es una casa de retiros donde se puede pernoctar. Finalmente, las últimas etapas pasan por Strobel, la ribera de Diamante con su particular Cristo Pescador, Punta Gorda, el paraje La Azotea y el bellísimo Parque Nacional Predelta, un paraíso para el avistaje de aves y de la flora simbolizado en una sola flor: la bella y flotante irupé.

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“Tipis” en la primera etapa de la Huella del Fin del Mundo, que invita a recorrer Tierra del Fuego a pie.
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