turismo

Domingo, 14 de febrero de 2016

BUENOS AIRES > PASEO POR LOS PAGOS DE NAVARRO

Su cuna fue un fortín

Una laguna que reúne a acampantes y pescadores, una torre de vigilancia que recuerda los tiempos de los malones, museos que narran la historia local y sus personajes, una pulpería gaucha, restaurantes de campo: son algunos de los motivos para una escapada de fin de semana a este pueblo-ciudad con presente y con historia.

 Por Nora Goya

Fotos de Nora Goya

Sólo 130 kilómetros separan a Navarro del centro porteño: apenas una hora y 45 minutos de viaje en auto, o con las combis que finalizan sus servicios «a tres cuadras de la laguna», como indican los residentes a todos los visitantes. Se llega después de pasar por Cañuelas y Lobos, no sin recordar que Navarro se hizo un lugar en los libros de historia porque aquí fue fusilado el 13 de diciembre de 1828 Manuel Dorrego -dos veces gobernador de la provincia de Buenos Aires y una de las figuras destacadas de la naciente historia argentina- por órdenes del General Lavalle. El hecho se recuerda con un monumento, inaugurado en 1968, rodeado de una gran arboleda frente a la laguna. Junto a la escultura, una pequeña sala-museo exhibe objetos y documentos históricos, y en la cercana Estancia El Talar se recuerdan también el lugar donde estuvo prisionero Dorrego antes de su fusilamiento y el sitio que sirvió de base al ejército de Lavalle.

La laguna de Navarro es uno de los ejes del turismo local para los pescadores, avistadores de aves y amantes del remo.

LAGUNA Y PLATOS REGIONALES Caminar hoy por las calles de Navarro implica adentrarse -incluso sin buscarlo- en uno de esos sitios de la provincia de Buenos Aires donde la historia local se palpa y se absorbe a través de los colores, sonidos y aromas.

A la hora de la siesta son pocos los que se animan a recorrer las calles: no parece que hubiera 18.000 habitantes en el distrito, sino sólo algunos grandes y chicos insomnes. Sólo cuando cae el sol comienza a aumentar la circulación de jóvenes y familias para disfrutar de las tardes de verano, sobre todo en el área de la laguna.

En gran parte cubierto de flores amarillas sobre sus 165 hectáreas de superficie, el espejo de agua es uno de los ejes del turismo local: es posible pasear en bote, avistar aves, pescar, acampar en el camping municipal -que también cuenta con juegos y espacios de recreación- o simplemente pasar unos días en las cabañas frente a la orilla.

«Recibimos alrededor 5000 personas por fin de semana en verano y 2000 en invierno», sintetiza el secretario de Turismo, Raúl Lambert, haciendo hincapié en que la región cuenta con «importantes restaurantes de campo y atractivos culturales asentados en la historia local». Los platos regionales basados en cerdo son la especialidad de restaurantes de campo como La Protegida, La Lechuza o La Fernanda. Un detalle que hace de Navarro y alrededores un pueblo-ciudad ideal para pasar el fin de semana sin alejarse demasiado de Buenos Aires.

Turismo aparte, estas tierras tienen entre sus actividades principales la cría de porcinos y la producción lechera: por eso se festeja, el tercer domingo de marzo, la fiesta La Lechonada, que en su última edición reunió a 1200 asadores. Esta celebración, junto con la Fiesta del Buñuelo Navarrense, son dos de los eventos más importantes del año y resultan un imán para los amantes de los tradiciones rurales.

“Actualmente se producen 500.000 litros de leche en los 170 tambos de la región”, precisa Lambert. Aunque han cambiado los tiempos desde cuando la producción láctea y ganadera se transportaba -hasta fines de la década del ’70- en el tren que también servía para el transporte pasajeros y encomiendas.

La Estación Trocha, hoy convertida en Museo Ferroviario, permite evocar aquellos años: aún conserva la arquitectura original de principios del siglo XX y es otro de los atractivos para quienes gustan de la historia argentina.

Réplica del fortín construido para frenar el avance de los pobladores nativos y que dio origen a la ciudad.

CUANDO ERA UN FORTÍN Desde su nacimiento, Navarro creció acompañando el desarrollo de la nación argentina. Estos pagos -como se denominaban en principio- deben su nombre al capitán español Miguel Navarro, que acompañó a Juan de Garay durante sus expediciones. Años más tarde se creó el fortín San Lorenzo de Navarro, que tuvo como misión proteger y resguardar el ganado vacuno; luego se fundaría el partido, en 1798. Esta historia -que es mucho más que una mera sucesión de fechas o cuestiones administrativas, porque habla de la expansión de un Estado en formación- se narra en la muestra permanente que se exhibe en el Museo Histórico.

El pasado navarrense se materializa de varias maneras: en la intersección de las calles Bartolomé Mitre y 121 se levanta la réplica del Fortín San Lorenzo, formado por construcciones de adobe rodeadas de muros hechos con troncos de madera ubicados verticalmente y una torre de vigilancia. No cuesta nada imaginarse cómo era cuando se resistía con estas precarias construcciones los ataques de los indígenas, decididos a conservar el territorio que les había sido arrebatado.

La recorrida por el pueblo lleva también a la Pulpería de Moreira, que evoca al famoso gaucho bandido, cuyas correrías quedaron fijadas en esta parte de las pampas (donde hoy se sigue incluso la Ruta de Juan Moreira): hoy se conserva sólo una parte de la construcción original -se dice que aquí paró el gaucho para su último trago de ginebra antes de matar a un rival- pero el dueño del local reunió muchos objetos de distintas épocas que recrean un pequeño y variopinto museo. También queda la Posta de Irungarain -hoy convertida en un edificio público- cuyas paredes fueron intervenidas con imágenes y documentos que cuentan la historia local.

También la Casa de la Cultura fue intervenida por artistas. La fachada está adornada con murales de colores que evocan personajes como Manuel Dorrego, siempre presente en la recorrida. Escultores navarrenses realizaron asimismo diez obras en hierro y chatarra donada por los habitantes: estas obras, de más de dos metros de altura, están ubicadas en distintos lugares del distrito, que conforman un circuito aparte merecedor de ser conocido, por la importancia de los hechos y personajes en la vida de la ciudad. Coronel del Pueblo es una de ellas: representa a Manuel Dorrego en el momento de su ejecución, evocando el episodio con impactos de bala en el pecho del ex gobernador de bonaerense, su casaca en la mano izquierda y las cartas que escribiera a su esposa e hijas en la mano derecha. Los pueblos originarios son recordados con Indio Pampa, en tanto los treinta soldados locales que combatieron en la Guerra de Malvinas están presentes en el monumento Plantando Bandera, que mira hacia el sur. La obra Arrojo rinde homenaje a los bomberos voluntarios, Juancho está dedicada al músico nacido en Navarro Juan José Parodi, y Gaucho Fierro al hombre de campo. Como los que cualquier visitante se cruza un día de fiesta en las calles de la ciudad que se resiste a dejar de ser campo, a dejar de ser pueblo.

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Un homenaje al hombre de campo entre las esculturas de hierro y chatarra que forman un circuito aparte.
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