turismo

Domingo, 20 de marzo de 2016

JUJUY LA QUEBRADA DE HUMAHUACA DE PUNTA A PUNTA

Viaje a los cerros pintados

El embrujo del paisaje jujeño atrapa al viajero en una sucesión de pequeños pueblos encerrados entre montañas tan imponentes como desoladas, que muestran todos los colores de un arcoiris mineral. Un recorrido con ángeles cusqueños, pigmentos naturales, cementerios, fiestas populares y grandiosos monumentos.

 Por Guido Piotrkowski

Ritos y costumbres ancestrales atesorados en un ambiente milenario conforman la riqueza intangible de la Quebrada de Humahuaca. Sus pobladores son gente sencilla, que rinde culto a la tierra celebrando coloridas fiestas populares, donde se festeja a pura chicha, copla y carnavalito. La región se ganó el título de Patrimonio Mundial de la Humanidad de parte de la Unesco a fuerza de belleza natural y una riquísima herencia cultural. Es un lugar que deleita con sus platos típicos: humitas, tamales, empanadas, choclo con queso de cabra, guisos, locro, carne de llama en todas sus variedades, cordero asado, quesillos y una amplia variedad de papa andina, que junto al maíz y la quinoa complementan las más diversas preparaciones tradicionales. Un viaje a este mundo cercano y lejano al mismo tiempo depara una vivencia inolvidable.

La Serranía del Hornocal, una maravilla geológica que se aprecia desde un mirador de altura partiendo de Humahuaca.

VOLCÁN, TUMBAYA, MAIMARA Volcán es la puerta de entrada simbólica a esta región montañosa que se consagra como uno de los lugares más bellos de la Argentina y más arraigados en su identidad. Este pequeño paraje de unos mil habitantes, el primero de una serie de pueblitos pintorescos que se suceden a la vera del camino, está a sólo 40 kilómetros de la capital jujeña por la RN 9, el eje carretero que atraviesa la Quebrada de principio a fin. El verde que predomina en el trayecto desde San Salvador cede paso lentamente a montañas rojizas y ocres que por momentos –según los pigmentos de la roca y la incidencia del sol– se tiñen de mil colores.

En la entrada de Volcán, casi pegado a la ruta, hay un galpón enorme donde funciona la Feria Campesina de Quebrada y Puna, el sitio donde los lugareños exhiben sus artesanías para la venta. Vale la pena detenerse, darse una vuelta por este mercado y curiosear entre los puestos que venden productos hechos en cuero y maderas, tejidos, telares, alfarería, instrumentos musicales y cesterías para llevarse algún recuerdo a buen precio. Al lado está el viejo casco de la estación ferroviaria, construida en 1905. Como el tren ya no anda por estos pagos, el sitio fue reciclado y transformado en un centro de interpretación, una buena forma de entender el fantástico mundo quebradeño.

Unos kilómetros después aparece Tumbaya, que es la cabecera del Municipio, otro sitio donde vale la pena detenerse. Sobre todo para visitar la iglesia, que conserva pinturas de la escuela cusqueña y piezas de orfebrería por las que fue declarada Patrimonio Histórico Nacional. Desde aquí parte una de las fiestas religiosas más grandes del Noroeste argentino, la procesión de Semana Santa al Abra de Punta Corral, que tiene también su punto de partida en Tilcara.

Más adelante, un colorido cementerio apostado sobre una lomada, a un lado de la RN 9, indica que llegamos a Maimará. Es uno de los camposantos mas llamativos de la Quebrada, no solo por su ubicación -a la vista de todo el que circule por la carretera- sino por las variadas formas de sus bóvedas, siempre llenas de ofrendas, entre las que sobresalen las flores naturales que “duran toda una muerte”, como dicen quienes las preparan. Son flores disecadas a través de un proceso que las deja como nuevas para siempre. También dejan vasos con chicha, cerveza, y cigarrillos entre otras cosas. Desde este lugar se ve claramente la Paleta del Pintor, una formación de montañas multicolores que tiene menos prensa pero nada que envidiarle al cerro de los Siete Colores en la vecina Purmamarca. En Maimará, más que detenerse, vale la pena pasar un largo rato, visitar la iglesia, pasearse por los campos de flores y conocer los viñedos de la bodega Fernando Dupont, una de las pocas de la región. Apenas saliendo del pueblo, a tres kilómetros, está la Posta de Hornillos, una de las paradas obligadas en los largos viajes que unían en tiempos coloniales el Alto Perú con el Virreinato del Río de la Plata. Además, fue cuartel general de vanguardia del Ejército de la Independencia. Restaurada, actualmente es un museo.

Purmamarca, el pueblo recóndito de casas de adobe al pie de las franjas naturales del cerro de los Siete Colores.

PURMAMARCA, TILCARA, HUMAHUACA Los tres pueblos son los más visitados de la Quebrada, y resultan una buena alternativa para hacer noche: visitar estas localidades en un rápido viaje de un día es posible, pero casi implica perderse lo mejor. Hay gran variedad de alojamientos y restaurantes para todos los gustos y presupuestos, y entretenidas peñas que animan las veladas a puro folklore. Saliendo de Maimará, siempre con rumbo norte, unos pocos kilómetros más adelante está el desvío a Purmamarca, donde despunta el célebre Cerro de los Siete Colores, la gran postal humahuaqueña. Al costado de la ruta existe un sendero medio escondido que hay que trepar y conduce hacia la panorámica más famosa de este rincón, por donde se debe andar lento y pausado: la Quebrada se encuentra a casi 2000 metros de altura, y el sol golpea fuerte en estas latitudes. Eso sí: por las noches es preciso abrigarse, porque la amplitud térmica puede ser muy pronunciada y las temperaturas, sobre todo en invierno, rondan los cero grados.

La vida en Purmamarca gira en torno de la plaza, sus puestos de artesanías y la iglesia, también declarada Monumento Histórico Nacional. El Paseo de los Colorados, en las afueras del pueblo, es un circuito de tres kilómetros en los que se destacan los cerros de un rojizo intenso y sorprendentes geoformas, que se puede recorrer a pie, a caballo, en bicicleta o en auto.

Unos kilómetros más adelante, el Pucará de Tilcara da la bienvenida a uno los parajes más visitados y pintorescos de toda la Quebrada. Es una antigua fortaleza reconstruida de la cultura omaguaca que albergaba viviendas, corrales y santuarios. La vida en Tilcara también gira alrededor de la plaza y su feria de artesanos, y por las noches es uno de los pueblos más animados de la zona.

Una buena caminata para hacer en el lugar es hasta la Garganta del Diablo, una preciosa cascada al final de un cañón por donde corre el cauce del río Huasamayo. Si las lluvias son generosas, el agua cae con fuerza demoledora, y si el calor del norte agobia no hay nada mejor que meterse bajo el potente chorro helado antes de emprender la vuelta al centro de Tilcara.

La última parada es en Humahuaca, el poblado más grande de la región. Las callejuelas del centro están llenas de restaurantes con delicias locales y tiendas que venden recuerdos. En la plaza principal, frente a la iglesia, está el Monumento a los Héroes de la Independencia, un icono de estos paisajes jujeños cargados de historia. Y a 25 kilómetros, por un sinuoso y angosto camino de ripio, se llega las Serranías del Hornocal, un cerro menos conocido que el de los Siete Colores o la Paleta del Pintor, pero que por la tarde –cuando el sol pega oblicuo sobre sus capas sedimentarias– se consagra como el más colorido y espectacular de todos.

Apenas saliendo de Humahuaca el viajero da con el pequeño poblado de Uquía, cuya pequeña iglesia de 1691 fue declarada Monumento Histórico Nacional y tiene como atractivo una valiosa colección de Angeles Arcabuceros, pinturas de la escuela cusqueña que sólo se pueden encontrar en la Argentina en este santuario y en la iglesia de Casabindo (también en Jujuy).

En las inmediaciones del pueblo está la Quebrada de las Señoritas, otra serie de formaciones geológicas que, como la de Los Colorados, destaca por el intenso rojo de sus cerros, y es uno de los trekkings más interesantes para hacer por acá. A lo largo de todo el recorrido hay varias cavernas, acantilados y buenas vistas de la Quebrada en todo su esplendor. Otra opción es un trekking corto de una hora hasta el cañón colorado, que termina en la cascada seca. Y hay otra posibilidad que consiste en hacer la caminata completa hasta el final de la Quebrada para encontrarse con las Señoritas, un abrupto paredón con picos de color negro, rojo y blanco.

QUEBRADA DE FIESTA Desde el Enero Tilcareño, un festival de música folklórica que dura todo el mes, a los Carnavales, que toman por completo los pueblos en febrero, los festejos patronales, la Semana Santa, la fiesta de la Pachamama en agosto y el culto a los muertos en noviembre, la Quebrada es uno de los rincones que más celebra en la Argentina.

Aquí se festeja uno de los carnavales más auténticos del país, que mezcla las raíces europeas con las fiestas de la abundancia de los pueblos originarios. El carnaval quebradeño comienza con el “desentierro” del diablo, cuando se “decreta” el inicio de la fiesta. Día tras día, las agrupaciones desfilan por las calles al ritmo de huaynos y carnavalitos. Todo concluye al fin con el “entierro” del diablo, cuando se lo quema para que renazca de las cenizas al año siguiente, vigoroso y renovado.

Si la fe mueve montañas, la devoción por la Virgen del Abra de Punta Corral hace temblar estos cerros cada Semana Santa, al ritmo de bombos y sikuris. Cada lunes santo, unos 6000 peregrinos y más de 50 bandas de sikuris parten desde Tilcara en busca de la Virgen de Copacabana del Abra de Punta Corral, hacia el santuario ubicado a 3500 metros de altura. La caminata puede llevar desde cinco horas –para aquellos que están en gran estado físico– a un día entero o más para quienes lo llevan con calma. Un tremendo esfuerzo que sólo a la Virgen puede ofrecerse.

Durante todo agosto se le rinde tributo a la Pachamama como en otros pocos lugares del país. Ya sea en el fondo del hogar o en rituales populares al pie del algún cerro, este es el momento para agasajar a la Madre Tierra. El ritual, llamado corpachada, consiste en abrir un hoyo en el terreno para entregar las ofrendas: frutas, vino, coca, cordero, llama, pan, verduras, coca, chicha, cigarros.

También en agosto se celebra el Toreo de la Vincha, en Casabindo, un caserío perdido conocido por su iglesia, la llamada Catedral de la Puna. Toreros insólitos, bandas de sikuris, devotos y forasteros inundan este paraje desolado a poco más de 100 kilómetros de la Quebrada, para presenciar y participar de una incruenta y ancestral corrida de toros en honor a la Virgen de la Asunción, patrona del lugar. El objetivo de la corrida es quitarle la vincha al animal para ofrendársela a la imagen religiosa.

El 1º y 2 de noviembre es el día de las Almas y los Fieles Difuntos, más conocido como el Día de los Muertos. Los pobladores aguardan con entusiasmo la “visita” de los fallecidos y preparan mesas repletas de ofrendas en la víspera para recibir las almas de sus seres queridos. El 1º a la noche, familiares y amigos se reúnen alrededor de la mesa a esperar al “almita”. Coquean, fuman, se cuentan historias y aguardan su bajada hasta el amanecer del día 2, cuando llega la hora de ir al cementerio.

Ritos, costumbres, tradiciones, celebraciones ancestrales y paisajes de ensueño. Así es la Quebrada de Humahuaca.

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La Iglesia de Tilcara se distingue de las demás de la Quebrada por su doble campanario.
Imagen: Fotos de Guido Piotrkowski
 
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