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Domingo, 10 de julio de 2016

BUENOS AIRES > RECORRIDO MARPLATENSE

La otra cara de MDQ

Mar del Plata ofrece literatura, turismo rural, arquitectura y gastronomía durante todo el año. Capital de la cerveza artesanal, cuando se calla el rumor veraniego es un lugar para vivir experiencias nuevas, desde una clase de golf a una de surf, en un marco marítimo de arquitectura imponente.

 Por Lorena López

Fotos: EMTUR

La mañana despunta fría pero sin viento. Un hombre pasea a su perro (o al revés) y una mujer pasa, abrigada, en bicicleta. Nada más. El resto es silencio, mientras el sol que empieza a calentar despacio les da un matiz especial a las casas majestuosas con jardines haciendo juego. Frentes de piedra, techos de tejas rojas, galerías con sillones y un aire señorial en cada esquina. Nos encontramos en el barrio Los Troncos de Mar del Plata, en un “safari fotográfico” de arquitectura y belleza. Nos dirigimos a paso firme hacia Villa Victoria, que fue la casa de veraneo de Victoria Ocampo, fundadora de la revista Sur y uno de los ejes de la élite literaria porteña. “Esta mansión es única en Mar del Plata por estar construida en madera, cartón y arpillera”, explica Fabiana Giardino, nuestra guía. “Fue encargada por catálogo a Inglaterra y luego armada aquí”. Basta mirar algunas partes de las paredes para comprobar la presencia de la arpillera, algo que suena raro pero que ayudaba a mantener la temperatura de la casa. Hoy Villa Victoria es un centro cultural con espectáculos que, además, brinda la posibilidad de adentrarse en la historia de una mujer muy especial.

SURF Y CERVEZA En el famoso Torreón del Monje nos esperan con una entrada de sopa de calabaza, lenguado a las finas hierbas y un té de menta con jengibre. Desde los grandes ventanales de este tradicional bar restaurante es posible apreciar el mar en toda su dimensión. Adentro, un pianista que les saca chispas a las teclas con tangos y algo de Sinatra es la compañía ideal para recorrer una muestra de fotos, ya que el lugar también funciona como galería de arte.

Nos viene bien este almuerzo liviano, ya que nos esperan unas clases de surf (con imprescindibles trajes de neoprene) para sentirnos como esos aventureros de las películas que se adentran en el agua y surcan las olas. Bueno, quizás no tanto porque se aprende más bien cerca de la costa, pero la experiencia es maravillosa. “Esperá, esperá, esperá… ahora”, dice Rulo Prenski, campeón argentino de surf, con la infinita paciencia de quien gusta de lo que hace. Y el “ahora” que grita tiene que ver con el momento justo para pararse arriba de la tabla y hacer una gran muestra de equilibrio. Es cierto: no sale al primer intento, pero después de un rato cada vez parece más posible hasta que de pronto uno se encuentra (aunque sea unos segundos) surfeando.

Después del esfuerzo, la risa y un poco de frío, llega el momento ideal: dos horas de spa en el hotel Costa Galana. El agua tibia del jacuzzi es una bendición y la limonada que acompaña es el “trago” perfecto. Sólo hay que cerrar los ojos y dejarse estar. El paso siguiente es seguir descansando en una de las reposeras que tienen vista al mar para luego terminar en el sauna seco o húmedo, según las ganas. Para los que prefieren una opción más deportiva, hay una pileta climatizada al aire libre. Y siempre una bata esponjosa esperando ahí cerquita.

Descansados, la noche espera: pero no aún para dormir, sino para visitar la fábrica de cerveza Antares y su bar, donde vamos a conocer el proceso de elaboración y hacer una degustación. Y así es como probamos un poco de todo: cervezas de distintos colores, con más o menos lúpulo, alguna con reminiscencias a café y otra a whisky. La noche es larga, hay tiempo. Cada cerveza tiene su aroma, textura y maridaje con cosas ricas. Más no se puede pedir. Pero si se quisiera, se puede: en Mar del Plata hay muchas cervezas artesanales, que se pueden probar en pubs como Baum, Ogham, Cheverry y Amarre.

MAR Y CAMPO La estancia Santa Isabel se ubica a una media hora del centro de Mar del Plata. Construida en 1888, fue propiedad de la familia Martínez de Hoz hasta 1996, estaba dedicada a la agricultura y tenía cabaña de toros. “Originariamente eran 4000 hectáreas, llegaba hasta el mar”, nos cuenta Dolores, nuestra guía. “Hoy son 650 y es un establecimiento turístico donde se puede venir a pasar el día, alojarse, andar a caballo y en carro”. Además del casco en sí mismo, el jardín que lo rodea es de una cuidada prolijidad: flores de todos los colores, palmeras, pinos, arbustos y lavanda embellecen el lugar.

Después de una caminata hasta la laguna, nuestro próximo recorrido es por la bodega Costa y Pampa, ubicada dentro de la estancia. Son 25 hectáreas implantadas y arrendadas por la bodega cuyana Trapiche, que apuesta a esta zona para lograr otro tipo de vinos. “Comenzamos en 2009 y la idea es ir probando varietales y ver cómo se adaptan al terruño”, cuenta Santiago, encargado del emprendimiento. “Logramos vinos muy similares a los llamados del ‘nuevo mundo’, que son los que provienen de Sudáfrica, Australia y Nueva Zelanda”. Estos vinos tienen menos azúcar que los cuyanos y por lo tanto menor graduación alcohólica (11% vs. 15%); son livianos, ideales como aperitivos. Los mayores logros de la bodega se dan con los blancos, tanto en uvas convencionales como el sauvignon blanc y chardonnay, como con otras menos conocidas, como riesling y gewürztraminer. Otro gran acierto son los espumantes, elaborados con método tradicional champenois. Luego de recorrer los viñedos volvemos a la bodega para hacer una degustación, acompañada de una picada donde abundan los quesos y frutos secos.

“Mar del Plata no es sólo arena y mar, es una ciudad que tiene mucho para ofrecer ya que además de vida cultural y circuitos gastronómicos brinda la posibilidad de retomar el contacto con la naturaleza”, describe Jorge Zanier, vicepresidente del Ente Municipal de Turismo. “Tenemos el circuito de las canteras para ver de dónde se sacaba la piedra para la construcción típica de aquí, paseos rurales con granja para que los chicos aprendan a ordeñar y a conocer los animales y, por supuesto, la reserva Laguna de los Padres”. Todas opciones para pasar el día al aire libre y conectarse con lo puro y sencillo de la naturaleza. La clave es ir “más allá” de las playas y del centro y salir a recorrer.

CIELO Y TIERRA Mar del Plata también es la ciudad de los deportes, como ciclismo y mountain bike, ya que el sistema de sierras permite jornadas de aventuras con senderos de diferentes niveles de dificultad. En Sierra de los Padres o en Sierra La Vigilancia es posible realizar escalada y rappel sobre paredes de piedra especialmente preparadas, al igual que parapente. Desde el Club de Planeadores se realizan vuelos en avioneta con doble comando.

A nosotros nos toca conocer el club de golf Los Acantilados, a cinco kilómetros del faro de Punta Mogotes. Se trata de un lugar de imponentes dimensiones. No sólo por sus 90 hectáreas con 27 hoyos tipo parque y hasta laguna, sino también por el comedor, el salón de juegos y el bar de amplios ventanales que permiten ver todo el verde y más allá. Tenemos suerte porque quien nos recibe es Miguel Hernández, destacado jugador de golf profesional con muchos premios en su haber, tanto nacionales como internacionales. “¿Quién se anima?”, pregunta Miguel, palo en mano y con una sonrisa. “Simplemente hay que concentrarse y relajar el cuerpo”, agrega, como si fuera fácil, mientras nos muestra cómo hacerlo y luego de pegarle a la pelotita queda con el cuerpo en torsión, como se ve en las típicas postales de este deporte. Uno a uno vamos pasando y probando y es increíble ver cómo resulta tan sencillo errarle a la pelota y que el palo pase de largo, o acertarle pero que vaya para cualquier lado o perderla de vista apenas levanta vuelo (si es que levanta). Así pasa toda la mañana, entre submarinos para entrar en calor, bromas y los consejos de Miguel. Cuando nos vamos ya es mediodía y Fabiana, nuestra guía, nos lleva para el clásico restaurante Tío Curzio, donde nos esperan con el almuerzo. Allí, mientras esperamos que lleguen los platos, nos entretenemos mirando fotos que muestran una Mar del Plata de principios de siglo XX donde los veraneantes iban a la playa vestidos de pies a cabeza y se bañaban en un mar dividido pudorosamente por sogas, delimitando y separando el lugar para hombres y para mujeres. Para que no se rocen, ni toquen ni interactúen. Para que no se miren demasiado ni se seduzcan. Reglas que a Victoria Ocampo le gustaba mucho transgredirz

Más información: www.turismomardelplata.gob.ar

Paseo en carreta entre los viñedos de una bodega.

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Una clase de surf, para desafiar las olas en cualquier época del año, bien provistos de trajes de neoprene.
 
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