turismo

Domingo, 25 de septiembre de 2016

BUENOS AIRES > EL BOULEVARD SáENZ PEñA

Arte, diseño y sabor

Una apagada avenida de Tigre se convirtió en el último lustro en un animado y colorido distrito de arte y gastronomía, donde se venden ropa vintage de segunda mano, antigüedades, piezas de diseño y fotografías. Además hay un teatro, atelieres y centros de aprendizaje.

 Por Julián Varsavsky

Fotos de Julián Varsavsky

El Sáenz Peña era un boulevard algo olvidado a dos cuadras de la estación fluvial, flanqueado por casas vetustas y una apacible calma barrial. Hasta que hace siete años una pionera abrió un restaurante en una vieja casa chorizo y luego una sala llamada Il Teatrino en una fastuosa casona. Se dice que la nueva vida de esta bohemia calle brota del “poder femenino”: al frente de cada emprendimiento hay mujeres. Aquel primer paso de esta movida cultural lo dio Soledad Benvenuto, egresada de Bellas Artes, restauradora y coleccionista de antigüedades, quien aplicó sus conocimientos en la casa de la esquina para instalar su restaurante Boulevard Sáenz Peña.

Soledad fue vanguardia y otros vinieron detrás de ella, quien los recibió de brazos abiertos. El arte, el diseño y la gastronomía fueron copando estas dos arboladas cuadras, llegando ya hasta la calle Albarellos con un total de 15 tiendas, restaurantes y atelieres. Hoy el boulevard explota de colores con murales callejeros, vidrieras, plantas en venta y algunas mesas en la vereda para almorzar al sol.

La gente viene a hacer compras de manera relajada, quizás buscando nada en particular, a la espera de que algo las sorprenda. La lógica aquí es casi la opuesta a la de un shopping: hay pocas cosas, por lo general únicas. Y por supuesto no acuden multitudes.

Rincones tranquilos rodeados de diseño y de verde, con un toque de bohemia y relax.

EL ARTE DEL SABOR Lo primero que llama la atención al entrar al restaurante Boulevard Sáenz Peña es su exuberante jardín con las paredes tomadas por el verde de las enredaderas, y una pérgola donde se come bajo jazmines colgando sobre la mesa. Al aire libre –y en el salón vidriado– se organizan cenas a la luz de la velas, una vez al mes, divididas en tres pasos: carne, pescado y vegetales.

Un buen plan para un sábado o domingo es desayunar en este jardín un café expreso –o un té en hebras de Inés Bertón– con una canasta de tostadas y un bol de frutas con jugo de naranja ($ 185). Para un almuerzo en el verde tigrense del restaurante, una opción es el sándwich de pan casero ciabatta integral con semillas, salmón ahumado, queso blanco con hierbas, rúcula y pepinillos ($ 170).

Lo curioso de este restaurante es que el refinado mobiliario es obra de las restauraciones de Benvenuto y está a la venta, incluyendo mesas, piezas decorativas y la vajilla vintage pintada a mano. En el piso superior hay varias salas de exhibición con el mismo estilo ofreciendo enlosados transformados en maceta, sillones tapizados con lienzos estampados, aparadores para vajillas, una cabecera de cama convertida en repisa, almohadones y lámparas de bambú.

PASEN Y VEAN Alto Pirulo es una de las tiendas más originales del boulevard: vende ropa vintage de segunda mano que los vecinos dejan en consignación. Su dueña, Carolina Malbrán, es quien selecciona las piezas y define sus productos como “ropa con historia a precios de antes”. Por ejemplo un vestido de gala negro cuesta $ 650, uno de encaje $ 1100 y otros también de fiesta se ofrecen desde $ 450.

“Los jóvenes quieren ropa vieja y viceversa”, comenta Carolina agregando que muchas chicas compran un camisón de seda y lo usan para una fiesta. Pero también lo puede comprar una señora mayor para dormir, todo un acto de nostalgia.

En el piso superior hay una sala de vestidos de fiesta para alquiler, nuevos y de marcas famosas. Además se venden guantes de cuero, zapatos, carteras, sombreros y jeans de segunda mano. Hay también ropa para hombres y niños, principalmente en los estilos vintage y contemporáneo. Pero predominan las prendas femeninas con mucho trabajo manual, transparencias y bordados.

En el fondo de la tienda está Cardamomo, un pequeño restaurante vegetariano y vegano donde se ofrecen empanadas de calabaza y coco, de zanahoria y mijo, y de lentejas con arroz yamaní. Un plano notable es la hamburguesa de remolacha sin harina. También en los canelones se suplanta la harina por arroz yamaní tostado fermentado con garbanzos cocidos, aceite de oliva y cúrcuma (no usan huevo ni leche). La opción de almorzar en el jardín es la favorita, en especial durante las meriendas con muffins de cacao amargo con nueces pecán de la isla, y pan casero con mermelada de arándanos.

El Almacén de Tigre, un restaurante “histórico” con propuesta casera, da a un callejón interno con mesas.

MENÚ TIGRENSE Almacén de Tigre es el otro restaurante “histórico” del boulevard, inaugurado en 2012. Sus dueñas son Tati Uriburu e Ildiko Kessen, quienes definen su gastronomía como “amplia y casera”. Las dos hacen todo: diseñan el menú, atienden las mesas y en el caso de Tati hasta prepara el café porque fue barista en Australia, donde aprendió a darle un toque personal a esa infusión e incluso dibujar en su superficie.

El restaurante está en una antigua casa de madera tradicional y sus mesas se extienden a la vereda, el primer piso y hasta una especie de callejón interno que conecta con Alto Pirulo y dos atelieres, decorado con murales. En Almacén de Tigre son muy pedidas las ensaladas como la de arroz yamaní con calabazas asadas, almendras tostadas, pasas de uva y tomates cherry ($ 140). En la misma tónica están la lasagna vegetariana ($ 130) y los jugos naturales de zanahoria con naranja y jengibre ($ 60). Pero también hay platos como la bondiola de cerdo con batatas ($ 180), el pollo laqueado con verduras ($ 140) y el salmón grillado con gratén de papas y ensalada ($ 200). Dos bebidas acordes con el lugar son la limonada con menta y jengibre ($ 75 la botella) y los porrones de cerveza artesanal rubia, roja y negra ($ 60). Un postre puede ser el Super-tiramisú ($ 65).

ANTIGÜEDADES En la calle Albarellos 280 está Ático de Diseño, la escuela de Luján Cambarière, un luminoso espacio con techo vidriado orientado a la producción textil, industrial y joyera. Los talleres son anuales pero los hay de un solo día, los sábados. También se dictan talleres de estampa, stencil, shibori, serigrafía, tintes naturales, diseño en madera, acrílico y trencadis gaudiano.

Al taller del primer piso se sube por un montacargas reconvertido en ascensor. Allí hay una gran mesa de madera y coloridas sillas de chapa. La decoración incluye panchas y maquinitas de coser antiguas y un sinfín de objetos producidos en las clases como textiles shiborizados, piezas de madera, acrílico, tejidos y bordados.

Casa Lúcida es otro de los espacios de arte en el boulevard, donde la fotógrafa Maru Tombaco organiza los sábados talleres de un día orientados a la fotografía y el arte. Para los niños ofrecen una actividad de reciclado que consiste en armar un muñeco “mutante” a partir de un cuento. Además venden fotografía artística y xilografías.

Aledaño al boulevard Sáenz Peña –Pizarro al 400– hay una tienda llamada Viejo Mercado Don Toto, en cuyo galpón hay decenas de miles de objetos con historia: 200 carameleras de vidrio Mu-Mu de los años ‘50, vajilla inglesa, marcos de espejos, libros, revistas, vinilos, máquinas tragamonedas y balanzas de farmacia. Es tanta la variedad clasificada por género que una vez por mes se hacen loteos por rubro: botellas y sifones, enlosado, cajones, latas y vajilla.

Sobre el boulevard Sáenz Peña hay un Mini Don Toto Antigüedades donde sobresalen los juguetes antiguos como los trenes a cuerda de hojalata Matarazzo que entregaba la Fundación Eva Perón, valeros de madera, trompos Vispa y revistas Billiken y El libro gordo de Petete. Esta pequeñísima tienda le da otro toque lúdico y nostálgico a este boulevard, que también es sibarita y muy coqueto.

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El arte avanza por las paredes del boulevard, eje de la renovación de arte y gastronomía en Tigre.
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