turismo

Domingo, 12 de diciembre de 2004

CORDOBA TEMPORADA DE VERANO

Los cuatro valles

Un nuevo corredor turístico, el Valle de las Sierras Chicas, se agrega a los tradicionales valles cordobeses de Punilla, Traslasierra y Calamuchita. Mientras tanto toda la provincia, una de las más buscadas por los aficionados al ecoturismo y el turismo aventura, se prepara para la gran temporada de verano.

 Por Graciela Cutuli


Córdoba tuvo desde su nacimiento una posición central en el desarrollo de nuestra historia, y hoy es una de las provincias donde nuestro pasado está mejor conservado. Pero también tiene la virtud de estar enclavada entre los más bellos paisajes de la Argentina, entre sierras y lagos, con un clima privilegiado, que en verano permite disfrutar de la frescura de los ríos y arroyos, y practicar en las montañas toda clase de turismo activo. La conjunción de historia y paisajes, más su fuerte identidad, ponen a los circuitos cordobeses entre las mejores alternativas para quienes buscan combinar agua y sierra, sin dejar de echar un vistazo a nuestra historia en alguno de los itinerarios jesuíticos de la provincia.
Este año, Córdoba ya tiene todo listo, y sobre todo comienza la nueva temporada con la inauguración de un nuevo corredor turístico, que se suma a los valles turísticos de Punilla, Traslasierra y Calamuchita. Por iniciativa del Ente Turístico de las Sierras Chicas –conformado por La Calera, Unquillo, Río Ceballos, Salsipuedes, Agua de Oro, La Granja, Colonia Caroya, Jesús María y Villa del Totoral– se aprobó la nueva denominación de “Valle de las Sierras Chicas” para esta cuarta región que se suma al mapa turístico cordobés. Todo es cuestión de armar las valijas, y elegir. Y para los que no se decidan, la opción es un recorrido más amplio que abarque los cuatro valles.

Valle de las Sierras
Chicas Este nuevo corredor turístico se encuentra en el faldeo de las Sierras Chicas, donde dominan el Cerro Sapo, de 1308 metros de altura, y el Pan de Azúcar, de 1255. Bellezas naturales y valores históricos se suceden en las suaves ondulaciones de este sector, que puede visitarse empezando en La Calera, donde se encuentran las Ruinas del Molino y de la Capilla Jesuítica, además de la Quinta de Saldán, un sitio histórico por donde pasaron desde el virrey Sobremonte hasta el general San Martín antes de ser nombrado gobernador de Cuyo. El paseo por el área serrana sigue en Unquillo, donde merece visitarse el museo consagrado a Lino Spilimbergo, y más adelante en Río Ceballos y la Reserva Hídrica Natural Parque La Quebrada, donde se practican deportes náuticos sin motor, sobre todo windsurf y canotaje. De aquí salen circuitos hacia las cascadas y cerros cercanos, ideales para un trekking corto matizado con el aroma de la peperina y las hierbas serranas.
El Valle de las Sierras Chicas tiene un atractivo particular, y es que concentra algunas de las principales estancias jesuíticas establecidas siglos atrás en Córdoba por la orden religiosa, e incluidas por la Unesco en su preciado listado de Patrimonios de la Humanidad. Entre ellas se destaca la Capilla de Candonga, levantada en el siglo XVIII como parte del complejo de la Estancia Santa Gertrudis: su silueta blanca recortada contra las sierras es una clásica postal cordobesa, y gracias a su ubicación es posible recorrerla desde todos los ángulos. También es sorprendente la Estancia Santa Catalina (dejando atrás Ascochinga), un conjunto de grandes dimensiones formado por iglesia, cementerio, noviciado y talleres. La fachada de la iglesia está muy bien conservada, y es de hecho el único sitio del conjunto de la estancia que puede visitarse.
El itinerario por el Valle sigue en Jesús María, naturalmente asociada con su famoso Festival de la Doma y el Folklore, localidad que aún hoy se enorgullece de haber dado el primer vino americano servido a los reyes de España. Aquí se visita la Estancia Jesuítica San Isidro Labrador, donde funciona el Museo Jesuítico Nacional de San Isidro. Ingresando por el parque, se pueden visitar la iglesia, la residencia y el museo que ella alberga, admirando la arquitectura pero también las colecciones de objetos religiosos usados por los jesuitas en Córdoba y otros lugares de asentamiento en la Argentina. Finalmente, el punto final se puede poner en Colonia Caroya, fundada por inmigrantes udineses, que llevaron a las tierras cordobesas sus tradiciones y sobre todo una inmensa fuerza de trabajo para el labrado de la tierra. El resultado es hoy una linda ciudad, famosa por sus productos artesanales, desde el vino hasta los embutidos: una tentación imperdible para los amantes de la buena mesa.

El Valle de Traslasierra
El oeste cordobés es como un mundo aparte, tranquilo y de ritmos propios, crecido en torno a la localidad de Mina Clavero, entre paisajes sinuosos y variados extendidos en las laderas de las altas sierras cordobesas. El principal centro turístico del Valle de Traslasierra es Mina Clavero, enmarcado por montañas y surcado de arroyos, en un terreno que lo hace propicio para el turismo de aventura. Es muy concurrido el balneario sobre el río Mina Clavero, cerca del centro de la ciudad, pero sobre todo vale la pena conocer el lugar donde este curso de agua se junta con el río Panaholma formando el río Los Sauces: allí sorprende la formación de Los Cajones, paredes de roca que caen a pico encajonando los ríos en medio de rápidos y correderas. Desde Mina Clavero sale todo tipo de excursiones de aventura, ya sea en bicicleta, kayak, parapente, 4x4 o a pie, para pescar o caminar por la zona serrana. Pero si el interés es más histórico que activo, conviene no perderse el Museo Rocsen, que da un buen panorama de la geología, zoología y antropología relacionada con esta región cordobesa.
Traslasierra está asociada también a la figura del Cura Brochero, un sacerdote católico que fue pionero en las comunicaciones de la zona, antiguamente aislada, abriendo con sus mensajeros el camino hoy conocido como de las Altas Cumbres. La localidad que lleva el nombre del religioso conserva una Casa de Ejercicios, el Museo Brocheriano y la Iglesia de Nuestra Señora del Tránsito, donde se encuentran los restos del padre Brochero. Es un buen lugar para hacer base rumbo a la reserva del Parque Natural Chancaní, que conserva unas 5000 hectáreas de bosque chaqueño con quebrachos y algarrobos. En esta reserva viven pecaríes, gatos monteses, perdices montaraces, el pájaro carpintero negro y la boa de las vizcacheras: naturalmente, es un lugar ideal para el avistaje de fauna, con un poco de paciencia y con ayuda de los guardaparques, encargados de informar a los visitantes sobre las características del lugar.
El variado paisaje de Traslasierra reserva otras curiosidades: hacia el norte la Pampa de Pocho, una llanura de altura sembrada de palmeras y de volcanes extinguidos, que destacan sus conos impecables en el paisaje llano, y hacia el sur el cerro Champaquí, el más alto de las Sierras Grandes. Se puede hacer base en San Javier para acceder al cerro, situado en el corazón del antiguo hábitat de los comechingones. También se puede acceder al cerro desde Villa General Belgrano, en el Valle de Calamuchita: los operadores de turismo de aventura en la región tienen múltiples propuestas de trekking y escalada para los más avezados que se animen a llegar hasta la cumbre. Vale la pena: la amplitud de los paisajes, el perfume de las hierbas aromáticas y los reflejos de la mica acompañarán durante todo el camino y formarán parte de los mejores recuerdos al regresar.

Valle de Calamuchita
La capital turística del Valle, entre las Sierras Grandes y las Sierras Chicas, hacia el sur de Córdoba Capital, se encuentra en Villa General Belgrano, cuya magnífica ubicación natural fue preferida por los inmigrantes centroeuropeos –en particular suizos y alemanes– para convertirla en su asentamiento sudamericano. Antiguamente llamada Villa Calamuchita, cambiaría de nombre a mediados del siglo XX, en los tiempos en que recibió a un grupo de alemanes supervivientes del naufragio del “Graf Spee”.
Villa General Belgrano tiene aires de villa alpina, gracias a sus casitas de madera, sus techos a dos aguas, las flores que brotan en todos los balcones, y se esfuerza en revivir en la gastronomía esas tradiciones suizo-alemanas: el Oktoberfest o Fiesta de la Cerveza que se realiza cada año es uno de los más claros testimonios de esta intención. Durante la estadía, además de disfrutar de las sierras y las aguas del arroyo El Sauce o el río Los Reartes, hay que conocer la cervecería Viejo Munich, donde late el corazón cervecero local: todo el que entra sale hecho un experto en el proceso de elaboración de la cerveza. También se visitan el Museo Arqueológico Ambrosetti, el Museo del Carruaje El Tacú y el Bosque Encantado de Don Otto, ideal para los chicos.
Saliendo de Villa General Belgrano, hay que pasar por Santa Rosa de Calamuchita, nacida sobre una antigua estancia de los dominicos en el siglo XVIII, y así bautizada en honor a Santa Rosa de Lima. Santa Rosa de Calamuchita tiene algunos balnearios, y sobre todo merece que se visite la Capilla Vieja, que fue reconstruida sobre la base del antiguo oratorio de la estancia dominica de Santa Rosa.
Dejando atrás Villa General Belgrano, a sólo 35 kilómetros se encuentra La Cumbrecita, otra encantadora villa alpina a la que se accede desde Los Reartes o desde Athos Pampa. Desde Los Reartes, el camino permite divisar las Sierras Grandes y el dique Los Molinos, además del cerro Champaquí. También se pasa por Villa Berna, un pueblo de origen suizo. En cuanto a La Cumbrecita, es particularmente encantador: pequeña y peatonal (sólo los residentes pueden entrar con el auto), es una perlita enclavada en la sierra, un pueblo tranquilo de aire alpino nacido a la sombra del cerro del mismo nombre. Al visitarla, no hay que dejar de pasar por La Cascada, un salto de agua entre los pinos que termina en una depresión de varios metros conocida como La Olla.

Valle de Punilla
Este valle es uno de los más desarrollados turísticamente en toda la provincia. Gira en torno a Villa Carlos Paz, la “Mar del Plata” cordobesa, ya que concentra un turismo numeroso y entusiasta durante todo el verano, incluyendo su promocionada temporada de teatro. Villa Carlos Paz tiene una historia semejante a la de otras ciudades cordobesas: nació como un caserío dentro del casco de la Estancia Santa Leocadia, que con el tiempo quedaría bajo las aguas del dique sobre el río San Antonio. Carlos Paz, el dueño de la estancia, decidió reconstruirla en el emplazamiento actual: así nació el pueblo San Roque, que luego llevaría el nombre de su fundador. Con el tiempo, hoteles y clubes náuticos la convirtieron en un importante centro turístico, al que se sumaron teatros, el casino y discotecas. Hay que visitar en aerosilla el Cerro de la Cruz, de algo menos de mil metros de altura, coronado por una cruz de 15 metros, o elegir el sendero peatonal que recorre unos dos kilómetros dentro del cerro para llegar hasta la punta.
En verano, el agua es la gran protagonista: las orillas del lago San Roque y el río San Antonio ofrecen balnearios para elegir, y se practican todo tipo de deportes náuticos. Hacia el sur, vale la pena conocer el Observatorio Astronómico de Bosque Alegre y la Fundación Cóndor, a las puertas del Parque Nacional de la Quebrada del Condorito. A sólo 55 kilómetros de Carlos Paz, este parque fue creado con intención de proteger el hábitat más austral del cóndor andino. Abarca unas 40.000 hectáreas y se puede recorrer en bicicleta (cuidando de no dañar las sendas y sin alejarse de ellas), a caballo o siguiendo las picadas de trekking. Los guías habilitados por Parques Nacionales llevan a los visitantes hasta los mejores lugares para el avistaje de cóndores.
Adentrándose, en cambio, en el Valle de Punilla, se pasará por Cosquín –la tradicional capital del folclore–, con su Museo Gardeliano y el Museo Cosquín, dedicado a los minerales y las piedras semipreciosas, y más adelante por La Falda, nacida en torno al ya mítico Edén Hotel, por donde pasaron Rubén Darío, los príncipes de Gales y de Saboya, y Albert Einstein, entre otros. Hoy está muy lejos de aquellas glorias, aunque haya sido convertido en centro cultural, pero aún parecen revivir en su silueta augusta los fantasmas y los secretos del pasado. Aquí también, como en Villa Carlos Paz, hay un Reloj Cucú, donde es obligada la foto de recuerdo. Los itinerarios por el Valle de Punilla siguen luego, siempre hacia el norte, en Huerta Grande y La Cumbre, situada a 1141 metros de altura y dominada por un Cristo Redentor que concentra las visitas en Semana Santa. Imposible no tentarse con los dulces de esta región: en la Estancia El Rosario se fabrican alfajores y licores que no dejan insensible a nadie que pase por el lugar. Entre La Cumbre y Los Cocos (que también tiene aerosilla) se pasa por Cruz Chica, donde se visita El Paraíso. Es decir, un paraíso terrenal, la finca donde vivió el escritor Manuel Mujica Lainez, hoy convertida en museo. El último punto es Capilla del Monte, que –carente de aerosillas y cruces en los cerros, todo un distintivo de la región– goza de la “única calle techada de América latina”, un centro comercial lleno de negocios y bares. Poco queda de los asentamientos comechingones, sin duda, en esta original iniciativa. De ellos quedan sobre todo las leyendas tejidas en torno al cercano cerro Uritorco, ya famoso por la supuesta atracción que despierta en los ovnis y seres sobrenaturales. ¿Por qué no probar? Un “encuentro cercano del tercer tipo” sin duda haría aún más inolvidables las de por sí encantadoras vacaciones cordobesas.

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Las sierras cordobesas invitan a realizar excursiones de ecoturismo y aventuras.
 
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    Los cuatro valles
    Un recorrido por las sierras, ríos y lagos de las cuatro regiones turísticas de Córdoba
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