turismo

Domingo, 12 de mayo de 2002

BARILOCHE SABORES PATAGóNICOS

Un paseo a pedir de boca

Recorrida por los destinos clásicos de la cocina sureña que todo viajero debería paladear durante su visita al Bariloche otoñal, con sus bosques de lenga al rojo vivo y precios de temporada baja. Cerveza artesanal y comida tirolesa; las delicias del cordero patagónico, el sabor suizo del fondue, las casas de té y sus tartas caseras, y el tradicional chocolate.

Texto: Julián Varsavsky
Fotos: Arnaldo Pampillón

Para muchos el otoño es la mejor época para visitar Bariloche. Al blanco de las cumbres nevadas y al verde de los frondosos bosques, se les suma el amarillo de las hojas próximas a caer y el rojo furibundo mezclado con el naranja ardiente de los bosques de lenga que tapizan sectores enteros de las montañas. En otoño aún más que en primavera, los contrastantes colores de la naturaleza patagónica parecen fulgurar antes de que los apague el invierno. Pero no todo es cuestión de placer para los ojos, porque en Bariloche también disfruta el paladar... y en cualquier estación del año. Fiel a la tradición local, la faceta gastronómica abarca el corderito patagónico, las pintorescas casas de té junto al lago, la cerveza artesanal alemana acompañando platos de comida tirolesa, y el célebre fondue suizo de queso derretido, entre otras exquisiteces.
Para matizar una excursión por la belleza de los lagos y montañas, ¿qué mejor entonces que entregarse al placer de los sabores?

La cerveza A once kilómetros del centro de Bariloche, la cervecera Blest produce su propia bebida artesanal en una miniplanta instalada junto a las mesas del pub. Su dueño, Nicolás Silin, le comenta a todo visitante interesado que, en 1516, el duque de Baviera Guillermo IV dictó el famoso “Edicto de Pureza” estableciendo que una cerveza genuina debía elaborarse sólo con cebada malteada, lúpulo, levadura y agua de vertiente. Cumpliendo con el antiguo edicto, la cervecería Blest produce la bebida sin aditivos artificiales y con cebada de primera calidad, lúpulo de El Bolsón, y agua pura de la cordillera patagónica. Esta es la gran diferencia con las cervezas industriales, que contienen sólo 60% de cebada, y el resto es arroz o maíz no malteados, que resultan más baratos y obligan a usar espumantes químicos. La gran diferencia, por supuesto, es el sabor exquisito de una cerveza sin pasteurizar, servida en un chopp directamente desde los tanques de almacenamiento.
La cervecería Blest produce tres tipos de cerveza: la “bock” (de color negro, como las cervezas del siglo XIV), la pilsen (de color dorado) y la blest-frambuesa, de color rojizo, preparada con mosto de esa fruta y malta de la región. El chopp de 250 cc. cuesta $ 3. Además, Blest está a punto de lanzar la primera sidra artesanal de la Argentina, con un toque dulzón y sin ingredientes químicos.
En Blest la comida es un capítulo aparte. El restaurante está decorado con mucha madera –al estilo alpino tirolés–, barriles de cerveza, chopperas y botellas de todo el mundo. La especialidad son las comidas de origen irlandés y alemán. Como entrada se puede pedir una tabla de ahumados patagónicos que incluye fetas de ciervo, jabalí, conejo, queso, trucha, arrollado de salmón, roquefort, leber y pepinitos ($ 22, para dos personas). Los platos alemanes por excelencia son el chucrut a la cerveza negra con salchichas Frankfurt ($ 10) y el Kasseler Ripp, o costillitas de cerdo con chucrut y puré de papas y manzana ($ 10). El plato irlandés más pedido es el Pot Pie, un pastel de lomo con riñones u hongos ($ 13). Además, el cordero con pasas y almendras es una alternativa tentadora ($ 13).

El fondue Casita Suiza es uno de los restaurantes históricos de Bariloche, atendido por la familia Arduser –de origen suizo alemán– desde 1961. El plato mayor del lugar es el célebre fondue, creado por los pastores de los Alpes suizos con los elementos que tenían a mano: queso y pan. Claro que, con los años, el fondue se fue sofisticando y la señora Arduser explica gustosa a quien quiera oírla la tradicional receta heredada de sus antepasados. Los quesos que se utilizan son el gruyere y otros de origen casero para suavizar el sabor. La cazuela de barro se frota con un diente de ajo y se agrega un poco de vino blanco seco. Al queso burbujeante se le agrega kirsch (aguardiente de cereza), maicena, pimienta y nuez moscada. El acompañamiento es con croquetas de papa, salchichas de Viena, pan y jamón. Luego solo resta sentarse a la mesa yescurrir el queso humeante con el pinche. El fondue de queso con pan cuesta $ 12 por persona (con croquetas, salchichas y jamón adicionales cuesta $ 3,5 más).
El otro plato tradicional de Casita Suiza es la Pierrada, que consiste en trozos de cerdo, pollo, lomo y panceta cocinados en la mesa sobre una parrillita eléctrica. El acompañamiento es con papas ro’sti (rallada y dorada) y siete salsas distintas donde se mojan los trozos de carne ($ 19,50 por persona). Otros platos con fama bien ganada en el restaurante son el cordero al cognac ($ 12) y el ciervo a la cazadora ($ 13,50).

Una casita de te A 20 kilómetros de la ciudad, un caminito de tierra que nace a la derecha de la ruta al Llao Llao conduce a una casita alpina con techo de madera a dos aguas, que parece salida de un cuento de hadas. Un jardín con un pequeño estanque y rosas de todos colores a la sombra de altísimos pinos y cipreses, decora la entrada al salón de té Bellevue. Resulta difícil imaginar una mejor ubicación para los ventanales del salón, que nos ofrecen el panorama de una escarpada ladera montañosa llena de árboles con un gran lago al fondo. Y detrás de las aguas, la presencia omnipotente del Cerro Tronador que se refleja invertido en las aguas inmóviles del lago.
La dueña y cocinera de Bellevue es Karin Winzer, una señora que llegó de Alemania en 1980 y se dedicó a hacer tortas tradicionales de esa región de Europa (las mismas que comía cada domingo en su casa). El “caballito de batalla” del lugar es la famosa torta Selva Negra, pero también sobresalen el lemon pie y la tarta de avellanas. Una alternativa a las tartas son los brioches con manteca y dulce ($ 4) y los scones con manteca y dulce ($ 4). El té de la casa proviene de una fórmula propia –guardada con celo–, que no se sirve en saquitos sino ya preparado con las hojitas dentro de la tetera. Además, hay té de rosa, de menta y toda clase de importados a elección del cliente ($ 3 por persona). Una suculenta porción de torta cuesta $ 6 y una taza de chocolate caliente $ 4.

Corderito patagonico A 6 kilómetros del centro de Bariloche, El Rincón Patagónico ofrece el plato más característico de la Patagonia: el corderito al asador. La suavidad de su carne blanca, cubierta por una capa muy fina de grasa crocante depara uno de los placeres más exquisitos para el paladar que pueda ofrecer nuestro país. Antes de ingresar al restaurante, ya se puede ver detrás de un vidrio el doble costillar de un cordero cocinándose a fuego lento, y la mayoría de los comensales decide de antemano lo que va a cenar sin ver el menú. La excelente atención de los mozos y un vino seleccionado entre las mejores bodegas argentinas complementan una cena inolvidable.
Un plato de corderito patagónico cuesta $ 9 (a veces lo comparten dos personas) y una alternativa válida es la trucha con manteca y limón ($ 10) o con hongos ($ 14). Los postres caseros son una especialidad del Rincón Patagónico, sobresaliendo el fundue de chocolate y las peras al borgoña.
Chocolate A la hora de los regalos, la mayoría de los visitantes recurren a la tradicional caja de chocolates artesanales, cuya variedad y calidad distingue a Bariloche desde hace décadas. Para ello, lo menos complicado es caminar por la calle Mitre orientándose con el tentador aroma que se cuela del interior de los negocios de chocolate. No hay quien se resista a entrar y observar la increíble variedad que se exhibe en los mostradores. En Mamuschka, por ejemplo, la mayoría de los productos son creaciones propias, y los más pedidos son la variedades de café irlandés, nueces o dátiles acaramelados, marroc de almendras y avellanas, y los bombones de mousse de chocolate con frambuesa. Entre los gustos nuevos están las guindas con mazapán y los bastoncitos de almendra, miel y canela. Una lata de un kilo de chocolate cuesta $ 23 (40 barras) y una caja de chocolate en rama cuesta $ 3,30.

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Bariloche es siempre una fiesta para los ojos. Y visto desde La Casita de Té, saboreando un chocolate, el placer se intensifica.
 
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