turismo

Domingo, 23 de julio de 2006

BARCELONA > ARTE EN EL BARRIO DEL RAVAL

Un museo del siglo XXI

El Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba) se ha convertido en una referencia cultural imprescindible en el mundo. Memoria e historia en una colección de obras que se asienta sobre tres episodios del siglo XX: los años cuarenta, tras la Segunda Guerra Mundial; el segundo, alrededor de Mayo del ’68, y el tercero empieza en 1989 con la caída del Muro de Berlín.

 Por Julia Luzan *

El barrio del Raval es un microcosmos revitalizado por el Macba. “El reto era buscar otro tipo de museo, un espacio de libertad.”

La Plaça dels Angels de Barcelona es, a las cinco de la tarde de un día cualquiera, un hervidero. Estudiantes de la cercana Universidad Ramón Llull, magrebíes, paquistaníes, indios y chinos, como los del Hong Kong Shop que pintan alas a los dibujos de pollos del escaparate, charlan a la puerta de sus negocios; niños recién salidos del colegio con sus madres y skaters que vuelan con estruendo sobre sus tablas... En medio de semejante fusión surge, como una catedral laica, el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, más conocido por sus siglas, Macba. Es el corazón de un barrio en el que conviven diferentes razas y religiones, jóvenes y viejos –más de 21.000 emigrantes–. Un barrio, como decía Vázquez Montalbán, “en plena reforma en el que la piqueta quita las várices de sus viejas prostituciones y extermina poco a poco lo que fueron ingles de la ciudad”.

El arquitecto estadounidense Richard Meier reflejó de forma escueta hace 19 años lo que representaba el inicio de uno de sus proyectos emblemáticos, el Museo de Arte Contemporáneo de Cataluña: “Las ciudades tienen sus momentos propicios y éste es el de Barcelona”, pensó al poner en marcha el proyecto. El edificio, un cubo de una blancura deslumbrante, “una escultura transitable”, se levanta en el corazón de un barrio abigarrado, el Raval, el antiguo barrio chino, escondido tras la parte derecha de la Rambla, la arteria que da vida a la capital catalana, y fronterizo con el Paralelo, el eje de diversión que hizo del cabaret El Molino su símbolo del music hall local al estilo de Pigalle.

El arquitecto Meier acertó con su profecía: “Esto será como el Marais”. El Centro Pompidou había cambiado la vida del barrio de París donde se asienta y hoy es una de las zonas de moda para vivir, pasear, tomar copas, visitar galerías e ir de compras. Algo parecido le está ocurriendo al Raval barcelonés, que ve con orgullo cómo sus calles se llenan de turistas y de visitantes atraídos por la modernidad del Macba.

El 28 de noviembre de 2005, el Museo de Arte Contemporáneo cumplió 10 años. En tan corto tiempo de vida ha asistido a cambios políticos y sociales y ha solventado más de una gran crisis de funcionamiento. Manuel Borja-Villel (Burriana, Castellón, 1957), su director desde hace siete años, es el alma de un proyecto que, como reza el eslogan por él creado, empieza ahora su “momento cero”. Procedente de la Fundación Tàpies de Barcelona, Borja-Villel es un teórico y un agitador. En su combate permanente domina la idea de que en arte todo está aún por hacer. (...)

En la cercana Rambla del Raval, un gran solar delimita el espacio de lo que será un complejo de viviendas. Allí, el cineasta José Luis Guerín rodó su película En construcción, un fresco de la vida en el barrio que muestra cinematográficamente su evolución. En esta parte de la ciudad antigua, con sólo dar una patada al suelo afloran restos arqueológicos. Edificios del siglo XIX coexisten con bellas iglesias románicas, como la de Sant Pau del Camp. El tejido urbanístico se renueva con delicadeza y, así, en el antiguo emplazamiento de la Casa de Caridad, hoy se levantan dos puntales culturales, el Macba y su vecino Centro de Cultura Contemporánea.

“Los huertos vuelven al barrio”, titula El Raval, una publicación independiente financiada por los comerciantes de la zona. Se trata del simbólico proyecto de adecentar un pequeño espacio agrícola –nueve parcelas de dos metros de largo por cuatro metros de ancho– junto a lo que antiguamente era la huerta de la iglesia de Sant Pau, para que lo trabajen los jubilados. Más allá, en las instalaciones del Macba, los jóvenes se dedican a cultivar algo diferente: “El mundo como instrumento”, un curso sobre la creación sonora. (...)

Cuando hace 10 años entró en funcionamiento el Museo de Arte Contemporáneo se optó por un sistema de financiación mixto. Es el matrimonio feliz del sector privado, la Fundación Macba, con el público, el consorcio, dueño del edificio. El consorcio lo forman la Generalitat de Cataluña y el Ayuntamiento de Barcelona, mientras que en la Fundación Macba se integran empresas y coleccionistas privados. Como misión principal, la fundación se impuso la tarea de crear un fondo artístico, adquiriendo obras de acuerdo con el criterio del director del museo, asistido por un comité asesor (cuatro miembros, entre los que figuran María Corral, comisaria y crítica de arte, y Vicente Todolí, director de la Tate Modern de Londres). Dieciocho años después de su constitución, la fundación ha aportado al Macba más de 1200 obras. El fondo actual del museo consta de 2798 obras con las provenientes del Ayuntamiento, la Generalitat y las donaciones y depósitos de coleccionistas diversos. (...)

En 1999, el Macba recibió 150.000 visitantes. En 2005, la cifra fue de 431.533. Y su carácter de museo joven se corresponde con el de quienes lo visitan. La edad media ronda los 31 años y el grueso de visitantes se sitúa en esa franja. El 55 por ciento tiene de 21 a 30 años; el 30,62 por ciento procede de Cataluña y el 18,04 por ciento, del resto de España. La mayoría de los visitantes (el 51,34 por ciento) son extranjeros. (...)

La “apuesta del museo por la investigación y su compromiso con la sociedad”, que destaca Mieras, es una de las puntas de lanza que enarbola Borja-Villel: “El reto para nosotros era buscar otro tipo de museo, de estructuras; encontrar cómo construimos la memoria, qué historia dejamos a las generaciones siguientes a la nuestra. Debíamos organizar el museo. Ha de ser un espacio que te permita cada vez mayor libertad”. Insiste Borja-Villel en su idea de lograr un museo que no sea únicamente un lugar donde se guardan obras de arte. “Los museos se hacen en torno de un recorrido, de una sucesión de salas; en las primeras te detienes más, en las segundas vas rapidito y las últimas las ves a matacaballo. Y al final, cuando ya estás medio hipnotizado, te encuentras una sala con los catálogos para que los compres, te los llevas casa y luego ni los lees. Este no es nuestro espíritu.”

La exposición que se exhibe ahora en el Macba, Espacio público / Dos audiencias, obras y documentos de la colección Herbert, es un ejemplo del rumbo que se ha querido dar al Macba. Los visitantes que se detienen ante el taller de Spiderman, del artista alemán Kippenberger; el iglú de Mario Merz (1978); los cubos de Sol LeWit (1974), o se sientan en los sofás cubiertos con telas estampadas (Ordinary Language), de Frank West, están asistiendo sin saberlo al proyecto para la discusión y el experimento del que habla Borja-Villel y que toma las palabras del coleccionista Anton Herbert: “No hemos coleccionado obras de arte, sino una nueva forma de pensar”.

La colección de obras del Macba se asienta sobre tres episodios históricos: el de mediados de los años cuarenta, tras la Segunda Guerra Mundial; el segundo se estructura alrededor de Mayo del ‘68 y el tercero empieza en 1989 con la caída del Muro de Berlín. “Refleja la complejidad y las contradicciones de la historia reciente. La voluntad de la colección es crear un modelo histórico. Más que buscar una historia de nombres propios, éste es un museo en el que lo importante es el discurso. Hacer una colección de nombres propios era imposible. Cuando llegué aquí les expliqué a los patronos que había dos modos de escribir la historia: como lo hacían los faraones o como los hebreos. Como la de los faraones era imposible, no podíamos competir; como los hebreos, sí. Esto era hacer un modelo sin grandes nombres, artistas que rompen con la idea del genio, que desean implicar al espectador”. La tesis de Borja-Villel triunfó y se creó una colección contemporánea con la voluntad pedagógica de entender el mundo.

En la colección permanente del Macba figuran nombres clave como el estadounidense Dan Graham, el irlandés James Coleman, el italiano Mario Merz o los españoles Miralda, Muntadas, Pedro G. Romero, Tàpies, Miralles, Saura...

El Macba cuenta con un proyecto pedagógico dirigido a estudiantes de secundaria y educación superior. Colaboran también con el instituto del barrio del Besós en el desarrollo de unas actividades que confirman la vocación pluralista y pedagógica del centro (sesiones de cine, seminarios, taller, cursos, etcétera) por la que han desfilado los nombres más significativos de la cultura: Leo Bersani, Oriol Bohigas, el premio Nobel de Literatura Coetzee, Angela Davis, Naomi Klein (la autora de No logo), el filósofo Toni Negri, David Harvey, Pistoletto...

Desde su inauguración, el Macba ha organizado 110 exposiciones y su presupuesto ha pasado de los 4,4 millones de euros en 1995 a los 9,5 de 2005. El espacio del museo se amplía también este año con la capilla dels Angels (una bella obra renacentista del siglo XVI). El joven museo de 10 años se afianza. “El MOMA y el Pompidou son imprescindibles para entender el arte del siglo XX”, dice Borja-Villel. El Macba, un museo ni rico ni pobre, ni muy grande ni muy pequeño, será necesario para entender el arte del siglo XXI.

* De El País Semanal. Especial para Página/12.

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El Macba. Un cubo de una blancura deslumbrante en el corazón del Raval, el antiguo barrio chino.
 
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