turismo

Domingo, 14 de enero de 2007

SANTA CRUZ > CIRCUITO TURíSTICO Y ESTADíA RURAL

A través de la estepa

Travesía por el centro norte de Santa Cruz, una inhóspita zona de transición entre la estepa y la cordillera de los Andes, hasta una estancia ganadera próxima a Los Antiguos, desde donde se realizan excursiones a la Cueva de las Manos y el lago Posadas.

 Por Julián Varsavsky

“El paisaje no presenta sino soledad y desolación, no se distingue allí un solo arbusto, y a excepción de algún guanaco, que parece montar la guardia, centinela, vigilante, sobre la cumbre de una colina, apenas se ve un animal (...). Y sin embargo, se experimenta algo como un sentimiento de vivísimo placer, sin que pueda definirse bien, cuando se cruzan esas llanuras en las que ni un solo objeto atrae nuestras miradas.” Así describió Charles Darwin en 1834 la estepa patagónica del norte de Santa Cruz.

POR EL PAISAJE ESTEPARIO Para conocer la solitaria vastedad de la estepa es necesario recorrerla en auto. Una de las propuestas de viaje puede ser llegar en avión a Comodoro Rivadavia, la ciudad costera de ubicada en el sur de Chubut, y desde allí emprender la travesía hacia el oeste, rumbo a la cordillera. El camino pasa por el poblado chubutense de General Sarmiento –donde se puede conocer su bosque petrificado–, y el valle de Alto Río Senger. Luego el itinerario continúa unos kilómetros hacia el sur en paralelo a la cordillera hasta la localidad de Los Antiguos, ya en Santa Cruz, próxima a la Cueva de las Manos. En la zona está el establecimiento María Aike, una de las estancias patagónicas que han diversificado sus actividades con el turismo, desde donde se realizan diversas excursiones por los alrededores, principalmente a la increíble cueva.

El circuito puede continuar hacia el poblado de Jaramillo para visitar el Bosque Petrificado de Santa Cruz, el más famoso, y terminar en Comodoro Rivadavia o seguir bajando por la costa santacruceña hasta Puerto Deseado, otra de la zonas de la Patagonia poco conocida, con impactantes paisajes esteparios.

ESTADIA EN UNA ESTANCIA PATAGONICA María Aike tiene 12.000 hectáreas y está ubicada a unos 55 kilómetros al oeste de la localidad santacruceña de Las Heras, más o menos equidistante de la costa hacia el este y de la cordillera hacia el oeste. La estancia, cuyo origen se remonta al año 1900, es uno de los establecimientos ganaderos ubicados sobre las rutas 39 y 40 que se dedican a la cría de vacas Hereford, la única variedad que aguanta el frío, la nieve y los vientos de la Patagonia.

María Aike dispone de 14 habitaciones con baño privado para el turismo y sus dueños organizan cabalgatas por la llanura y salidas de pesca al río Deseado (sólo en primavera). Uno de los propietarios, Gisella Trovato, es una geóloga que como tal conoce muy bien la morfología del paisaje y suele invitar a sus huéspedes a recorrer el cauce seco del río Deseado en verano hasta una playa de arena fina como talco. En este lugar llamado Tierras Bayas se encontraron hace poco los restos petrificados de un dinosaurio de 90 millones de años.

Pero la principal excursión que se realiza desde María Aike es a la famosa Cueva de las Manos, adonde se llega siguiendo unas huellas solitarias en la estepa que desembocan en abruptos miradores naturales con vista el cañadón del río Las Cuevas. Este cañadón fue un antiguo refugio de aquellos hombres americanos que cazaban guanacos hace miles de años, antepasados de los tehuelches, quienes dejaron el negativo de sus manos impreso en las paredes de la cueva.

La otra excursión importante desde la estancia es la visita al lago Posadas. Los paseos dentro de María Aike también se pueden hacer a pie, explorando profundos cañadones para hacer avistaje de aves y comer un asado en agrestes lugares de increíble desolación. Por las tardes se sirve en la estancia un celebrado té con tortas caseras y panqueques, y para la cena se utilizan carne y verduras cultivadas en la misma estancia. Y por último, la noche depara el sencillo e intenso placer de observar el cielo patagónico en toda su dimensión, con unas estrellas rutilanes que, extrañamente, brillan más que en cualquier otro lado.

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Cerros tallados por la erosión y álamos plantados por el hombre en la estepa patagónica.
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