Apologías y rechazos

Mientras para Jean-Dominique Giuliani, presidente de la Fundación Robert Schuman, en homenaje al político francés que en mayo de 1950, cinco años después de finalizar la Segunda Guerra Mundial, creó la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), el primer pilar del proyecto europeo, se trata de "una distinción que debería haberse otorgado hace tiempo", para Mariano Aguirre, director del Centro de paz NOREF, radicado en Oslo, "es un premio realmente extraño y más en este momento de crisis y controversia sobre las políticas económicas y financieras de la UE".

Giuliani destacó que la formación de la Comunidad Económica Europea "trajo la paz a un continente devastado por guerras, en el que se vivieron horrores que culminaron en el siglo XX con dos ideologías totalitarias y dos conflictos mundiales terribles. La UE gestó algo que no existía en la historia de la humanidad, la unificación pacífica de un continente" basada en el pacto franco-alemán para poner punto final a las guerras, añadió.

El reconocimiento al bloque regional llega en un momento de prolongada crisis económica, con una recesión y desempleo que se agravan en los países del sur, y que tienen a países como Grecia y España contra las cuerdas. Son cada vez más los países europeos que se desgarran entre las medidas de austeridad impuestas por Bruselas y el profundo malestar social que dejan entre sus ciudadanos.

Es llamativo, inclusive, que el premio haya sido otorgado por Noruega, país anfitrión del Nobel de la Paz, que se negó a adherir a la UE después de los referéndums de 1972 y 1994. La UE "está en medio de una de sus peores crisis, pero quizá por eso mismo este es el momento justo para que el proyecto de paz y estabilidad reciba un reconocimiento de la Noruega euroescéptica", comentó la cadena de televisón noruega NRK.

Los dirigentes europeos repiten hasta el cansacio que sólo más Europa, basada en los pilares de una unión fiscal, bancaria y política federalista salvará al continente y evitará el hundimiento del proyecto, en medio de una corriente de euroescepticismo que no deja de ganar adeptos. En ese contexto, el galardón representa un poco de oxígeno.

Es "un premio más que merecido. Ojalá sirva de reflexión a los que convierten a Europa en blanco de criticas inmerecidas", opinó el vicepresidente de la Comisión Europea y encargado de Competencia, el español Joaquín Almunia.

El premio también levanta cierta controversia por el papel de la UE en el ámbito diplomático, en momentos de que el bloque trata de reforzar su papel para acabar con el régimen de Bashar al Assad en Siria y frenar el programa nuclear de Irán. Y aún tiene varias cuentas pendientes. Nadie olvida su llegada tarde a la sangrienta guerra en Bosnia-Herzegovina (1992-1995) que provocó más de 100.000 muertos y dejó al país desangrado física y moralmente. La Unión Europea mantiene una polémica presencia en ese país, bajo la misión Althea que supervisa el cumplimiento de los acuerdos de Dayton que acabaron con la guerra, con el que intenta mantener la paz y reforzar a la joven democracia.

"Internacionalmente la UE ha sido más limitada en promover la paz y la seguridad debido a las diferentes visiones nacionales, y a la tensión entre el interés de cada Estado (...) y el interés privado de empresas y corporaciones", explicó Aguirre, del Centro de paz NOREFV: "Estos tres factores no han logrado combinarse siempre con eficacia", concluyó.

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