Un parate medio embarazoso

 Por Mario Wainfeld

La Confederación General del Trabajo (CGT) dejó “pendiente” el paro que había anunciado, tras reunirse con varios ministros nacionales. El Gobierno motorizó el encuentro para desactivar la huelga. La conversación fue cordial, la conducción cegetista formuló demandas, el oficialismo prometió considerarlas y se acordó un interregno de diez días.

Los reclamos fundamentales son un pago extra de fin de año para los trabajadores, un aumento de emergencia para los jubilados, la exención del impuesto a las ganancias sobre el medio aguinaldo de diciembre, la reapertura de las paritarias.

El ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat Gay, expresó luego que se está estudiando el pago de un “bono” para los estatales y la supresión transitoria de Ganancias.

Aceptar el convite oficial es una decisión inobjetable: no hay razones para cerrarse al diálogo, patear la mesa o tirar del mantel.

Mucho más opinable es el pliego propuesto por la flamante conducción cegetista, que sabe a poco.

La quita en Ganancias es una bandera recurrente del movimiento obrero, para el oficialismo será sencillo complacerla por esta vez, la administración kirchnerista también lo hizo.

En los otros rubros CGT expresó un reclamo de máxima, a partir de ahí comienza el regateo, dicho sin la menor connotación peyorativa. El techo cegetista es bajo, choca que se haya omitido toda alusión a los despidos. La CGT convocó a un acto exitoso el 29 de abril y coadyuvó a promover una ley “anti despidos” poco después. La oposición política, aunada, consiguió aprobarla en ambas Cámaras. El presidente Mauricio Macri la vetó, desafiando las demandas gremiales y políticas. Es un retroceso que el tema se sustraiga a las tratativas, una primera abdicación.

Habrá que evaluar si hay otras, si el Gobierno concede solo contra el levantamiento de la medida de fuerza. Da toda la impresión de que pedirá, a su turno, más contrapartidas. Hay varias leyes laborales regresivas en pre embarque, los jefes sindicales las conocen. Flexibilizaciones de todo tipo, una modificación de la ley de Accidentes de Trabajo concebida solo en clave de reducir los costos patronales y los de las Aseguradoras de Riesgos de Trabajo (ART). La concepción es perversa pues prioriza las finanzas empresarias sobre la salud de los laburantes. Nada se dijo en público sobre esas potenciales leyes, que están en el horizonte macrista.

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Lo que falta es importante, lo que está sobre la mesa acaso sea concedido de modo parcial. El quantum es importante, sumas exiguas desnaturalizarían el pacto. Es aventurado bartolear cifras, pero todo indica que, en el tira y afloja, el gobierno buscará dilatar los tiempos y cerrar “a la baja”.

Queda pendiente de dilucidación si el Gobierno, poco intervencionista, se ingenia para imponer exigencias al sector privado. Y en su caso, cómo reaccionarían las patronales.

A la salida del cónclave, Héctor Daer (uno de los triunviros que conducen la central obrera) conversó con periodistas. Cuando se le preguntó si se estaba más cerca o más lejos del paro se valió de una clásica imagen organicista: “no se está más cerca o más lejos porque no se puede estar medio embarazado. O decimos que sí o decimos que no”. Gambeteó lo mejor que pudo, expresando una media verdad: su comparación vale para cuestiones binarias, reducibles a blanco o negro. En una negociación de varias cuestiones, priman los grises.

Es prematuro evaluar con la mesa tendida, mientras se negocia. Pero por la “prudencia” de las demandas y por las omisiones de aspectos tremendos de la política laboral el parate de la huelga dejó a la cúpula cegetista en situación medio embarazosa, dicho con delicadeza.

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