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Los cursos del Centro Cultural Rojas de la UBA entraron este año en la cárcel. En una experiencia inédita para la universidad y también para el sistema penitenciario, se están dictando en los penales de Ezeiza y de Devoto talleres de escritura, periodismo, edición y danza. La iniciativa del centro cultural se suma al Programa UBA XXII que, desde 1986, les permite a los internos cursar cuatro carreras universitarias. “En Argentina y en el mundo, esto no lo hace nadie. En ningún otro lado hay docentes que vayan regularmente a dar clases en las cárceles –dijo Fabián Lebenglik, director del Rojas–. Estamos todos muy impactados, nosotros, los docentes y los alumnos. Por suerte, se está produciendo una relación con bastante libertad.”
Los cursos del Rojas en el Sistema Penitenciario Federal comenzaron entre febrero y este mes, y ya cuentan con casi un centenar de inscriptos. Hasta ahora, la UBA no daba cursos culturales en los penales sino sólo de computación, además de las carreras de Abogacía, Sociología, Psicología y Sistemas de información.
La idea de ampliar la presencia de la universidad en la cárcel tiene razones de peso: además de haber creado un espacio para el pensamiento y la educación, el resultado más concreto del programa indica que la reincidencia en el delito de quienes pasaron por los centros universitarios es igual a cero. Un caso paradigmático: el actual bibliotecario del Centro Universitario de Devoto (CUD) ingresó en la cárcel siendo iletrado. Allí terminó la primaria y la secundaria. También se recibió de abogado y ahora cursa otras dos carreras. Sus propios compañeros lo eligieron para que se ocupe de la biblioteca.
“Los temas de los cursos no los impusimos desde el Rojas. El año pasado fuimos a entrevistar a los alumnos de Devoto y de Ezeiza para conocer sus intereses, que son múltiples. Recién después organizamos la oferta”, apuntó Lebenglik, quien es crítico de arte en Página/12. Esa oferta incluye, en el penal de mujeres, los talleres de danza (a cargo de Andrea Servera) y de escritura autobiográfica (lo dicta Olga Osnajanski). Y, en la unidad de Devoto, un curso teórico y práctico de edición (Guillermo Saavedra) y un taller de redacción periodística con orientación al periodismo cultural (Marcos Mayer). Pueden acceder a ellos los internos e internas que ya estén participando de UBA XXII.
“Dar clases en la cárcel es una experiencia muy fuerte. Uno cree que se lo puede imaginar, pero no. Es muy movilizador para todos”, comentó el escritor y periodista Guillermo Saavedra. “La primera clase fue rara –contó Andrea Servera, bailarina y coreógrafa–. Tuvimos que trabajar en un patio, al sol, con mucho calor. Ahora nos dieron un gimnasio. Y estamos aprendiendo, ellas y yo. Se nota que las chicas vienen con mucho entusiasmo y que valoran realmente este espacio. En las clases, primero empezamos con improvisación, con juegos, para desinhibirnos. Nos reímos y divertimos bastante. Después podemos ahondar en cuestiones más profundas.”
Una de las características que le imprimió el Rojas a los nuevos cursos es que no se limitan a transmitir conocimientos sino que apuntan a generar producción cultural. En el caso del taller de danza, Servera aspira a cerrar las clases con un resultado para sacar hacia afuera: “Sería buenísimo poder terminar con un producto filmado o con una muestra, algo modesto que podamos sentir que nos pertenece”. Y los talleres de edición de libros y de escritura periodística buscarán, tras una etapa inicial teórico práctica, concretar la publicación de un boletín de noticias y de un libro que reúna la historia de UBA XXII y del CUD. “Los internos van a poder participar en el procesamiento de la información, la desgrabación de entrevistas y la edición de los textos –detalló Saavedra–. La gente merece la oportunidad de reivindicarse y ése me parece que es el fundamento de todo este programa.”