UNIVERSIDAD › OPINION

La reforma que no fue

Por Agrupaciones independientes *

En 2002, después de 16 eternos años, Shuberoff tuvo que abandonar el rectorado de la UBA. ¿Cambió sustancialmente la situación desde entonces? En la asamblea universitaria que eligió a Jaim Etcheverry nuestra voz se sumó a muchas otras en un mismo reclamo. Sin democratizar la UBA no podrá ponerse en marcha su profunda transformación. La participación de los graduados en el gobierno universitario fue una pieza clave en la perpetuación de Shuberoff. Una reforma del reglamento electoral del claustro podía contribuir a evitar esos manejos. Examinemos sus resultados. Antes, el trámite de empadronamiento era personal. Ahora también. Antes, la inscripción era presencial. Ahora también. Antes, un abogado de la Universidad de Cuyo afiliado al Colegio de Graduados de Buenos Aires podía votar en las elecciones de la UBA. Ahora también. Antes, quien controlaba el empadronamiento controlaba la composición del padrón y, por tanto, el resultado de las elecciones. Ahora también.
El reglamento electoral general para los graduados de la UBA recién aprobado por el Consejo Superior no altera la sustancia antidemocrática del claustro. El tratamiento en comisión del proyecto presentado por el rector neutralizó una a una las modificaciones tendientes a terminar con el habitual fraude. En las elecciones de graduados la participación es sumamente escasa y las autoridades, más que preocuparse por revertir esta situación, la fomentan. Año tras año, exceptuando una o dos facultades donde predominan las dedicaciones exclusivas, las elecciones son controladas por quienes pueden acceder en forma masiva a los graduados. Los hilos son manejados por el oficialismo de cada facultad, las asociaciones profesionales, los grandes partidos políticos e incluso algunas empresas. Para ganar en graduados hay que tener plata y aparato. Existen funcionarios encargados de empadronar primero, repartir favores después y por último traer como sea a los graduados a votar. Graduado amigo, graduado empleado, graduado cliente. En las grandes facultades el voto se consigue llamando por teléfono y enviando un remís.
El claustro de graduados de la UBA no cumple su supuesto propósito: estrechar los vínculos entre universidad pública y sociedad. En términos generales los graduados que participan del gobierno universitario lo hacen para obtener beneficios particulares: convenios y asistencia técnica, financiamiento para sus partidos, trampolín para alcanzar cargos más relevantes. En el mejor de los casos, permite votar a los docentes que no tienen concurso. En el “claustro” de graduados el desinterés por las cuestiones universitarias es completo. Pero eso sí, sus representantes son protagonistas de todas las componendas. Es, en sentido estricto, el claustro de las corporaciones. El Consejo Superior no quiso dar un paso importante para traer democracia a la universidad pública. ¿Para cuándo una UBA al servicio de la transformación social?

* Docentes y graduados de SLM!, NBI, TNT, El Mate y PDI, agrupaciones de la UBA.

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