UNIVERSIDAD › DEBATE SOBRE EL FRACASO UNIVERSITARIO

Bochazos bajo la lupa

La fallida reforma educativa, la pobreza académica y las carencias estudiantiles en lectoescritura son, para los expertos que analizaron el tema, parte de las causas de las frustraciones en la universidad.

 Por Javier Lorca

El mayor fracaso de los estudiantes universitarios se produce en el primer año o aun antes, en el ingreso, como se encargan de demostrar los consabidos bochazos masivos y otros síntomas de periódica aparición. En esa transición entre la enseñanza escolar y la universidad se cruzan complejamente la crisis de la escuela, el fracaso de la reforma educativa de los ’90, la empobrecida realidad de las casas de estudios y las carencias que arrastran los alumnos, en especial sus problemas con la lectura y la escritura, prácticas clave en la relación entre enseñanza media y superior. A analizar esos temas se dedicó el foro “Universidad y escuela media: problemas y perspectivas de articulación”, organizado por la red interinstitucional Unidesarrollo, del que participaron 250 personas, entre autoridades, investigadores, docentes y dirigentes gremiales.
Las cuatro universidades bonaerenses que integran Unidesarrollo (las de San Martín, Luján, General Sarmiento y UTN Pacheco) convocaron al foro para profundizar la discusión sobre la urgente necesidad de articular los diversos niveles del sistema educativo, hoy escindidos. En paneles y mesas de debate se analizaron tres ejes: la situación de la escuela media, el perfil de los ingresantes en la universidad y las estrategias de articulación.
“Es difícil negar que hay una crisis de la educación. Lo que no está claro es en qué consiste”, planteó Daniel Feldman, funcionario de la Secretaría de Educación porteña, en la apertura de los debates realizados en Luján. “Sabemos que hay un proceso de decadencia de la educación respecto de otra época. Pero en aquella época la escuela cumplía otras funciones. Hoy estamos redefiniendo el rol de una institución que durante un siglo tuvo otras funciones. Entonces, éste es un momento de transición, no sólo de crisis.” Feldman explicó que la escuela venía cumpliendo tres tareas: formación ciudadana, formación para el trabajo y la función propedéutica de permitir el acceso a la universidad y los terciarios. “En los últimos años se agregó la función de contención social. Estamos pidiendo que una sola institución cumpla todas esas funciones: un pedido muy exigente. No sé si estamos planteando funciones incompatibles, pero sí que ponen en tensión a la escuela.”
Para Juan Balduzzi, coordinador de investigación del sindicato docente Suteba, “el fracaso escolar es el fracaso de la reforma educativa de los ’90, que fue el proyecto educativo del neoliberalismo”. El dirigente gremial postuló dos preocupaciones. Una, “avanzar en la escolarización y cobertura de las necesidades de salud y alimentación de la infancia. En el Conurbano, el 60 por ciento de la población es pobre, pero entre los niños y jóvenes esa cifra llega al 80 por ciento. Si avanzamos en la escolarización de la sala de cinco años, en unos años eso va a incidir en la escuela media y en la articulación con la universidad”. Y dos, “avanzar en la educación de los jóvenes y adultos, ya que en Buenos Aires sólo concluyó sus estudios un 50 por ciento de las personas en edad de haber terminado la enseñanza media”. Advirtió: “En el 2001 y el 2002, la deserción fue de 57 mil alumnos. Si no hacemos nada, en diez años habrá medio millón de chicos sin terminar la escuela. Sería una exclusión educativa absoluta”.
La lectura fue analizada como “un problema central de la articulación escuela-universidad” por el decano del Departamento de Educación de la Universidad Nacional de Luján, Héctor Cucuza. Apelando a las ilustraciones que aparecían en los libros de texto a lo largo del siglo XX, exhibió cómo la práctica escolar de la lectura se asociaba al modelo de país vigente. Así, sucesivamente, leer en la escuela se vinculó al modelo agroexportador y al proceso de sustitución de importaciones. “En la actualidad, la lectura es anómica. En las últimas décadas no hubo proyecto de país. La norma de la lectura la fijan las editoriales según las leyes del mercado, porque el Estado se retiró. No hay una escena de lectura sino muchas diferentes, por la fragmentación del sistema educativo.” Y se preguntó: “¿Una escena de lectura cartonera? ¿Una lectura informatizada en una escuela de elite? ¿La lectura de un aviso publicitario en inglés?”.
Dos investigadoras especializadas en educación superior, Susana Barco (Universidad del Comahue) y Sonia Lizarriturri (Villa María), también hicieron foco en los problemas de lectoescritura. “Con independencia de la disciplina, más del 80 por ciento de los estudiantes universitarios evidencia falta de comprensión de textos, imposibilidad de conceptualizar, dificultades de expresión, especialmente escrita”, y otras carencias. Barco aclaró que esa situación no es exclusiva de la Argentina. “Las universidades del mundo están alertando sobre la disminución de capacidades de lectura y escritura en los estudiantes. Desde los ‘80, distintos países detectan esas falencias. Parece haber un problema en la estructura de la cultura.” Frente a las demandas de concentración que reclama el sistema educativo, “el mundo de los jóvenes está fragmentado” y permeado por prácticas vinculadas con la televisión, el videojuego, la informática e Internet.
Con ese diagnóstico, alertaron sobre la necesidad de darles herramientas a los docentes universitarios para que, apoyándose en sus propias disciplinas, puedan afrontar las falencias de los alumnos y “ayudarlos a una mejor comprensión lectora y prepararlos para la producción de textos”. “Si la universidad sólo plantea el ingreso irrestricto, los niveles de deserción y abandono son muy altos. No se hace lo necesario para la retención y permanecen únicamente los estudiantes con capital simbólico y cultural más amplio. La universidad, sin pagar el costo de limitar el ingreso, permite esa ‘selección natural’ de los estudiantes.”

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