UNIVERSIDAD › OPINION

El plan del Conicet

Por Andrés E. Carrasco*

1) Al fin buenas noticias. Si los anuncios no son una expresión de deseos formateados mediáticamente, saludamos con gozo la revitalización del Conicet incluida en el Plan Estratégico presentado por su Directorio. No obstante, como no es el primero ni tan original, es oportuno plantear cuestiones que las autoridades deberían considerar o aclarar no sólo a los científicos e intelectuales sino a la sociedad toda.
2) Es imprescindible que el Conicet haga públicas las evaluaciones a las que hizo referencia el Dr. Charreau, realizadas en los ‘90, para verificar si las propuestas del plan responden a las observaciones que sugerían una profunda revisión institucional, particularmente respecto del funcionamiento de la Carrera del Investigador y del sistema de institutos del Conicet.
3) La envejecida pirámide de edades, de la que hablan los directores, no sólo es consecuencia de la falta de presupuesto sino de los criterios utilizados en el ingreso y promoción de los investigadores, que llevan a la emigración de los jóvenes y al pesimismo a los que ya no lo son tanto. Es inevitable preguntarse si el aumento de 2 mil jóvenes investigadores para los próximos 4 años contempla una sensata e insoslayable planificación para acondicionar infraestructura, equipamiento y volumen de subsidios necesarios para que todos ellos puedan trabajar. Sobre todo, cuando por lo menos un 40 por ciento de los actuales investigadores no puede sostener sus proyectos por falta o mala distribución de la financiación disponible, que para peor depende en un 80 por ciento de créditos del BID.
4) Es un auspicioso gesto de madurez que el Conicet haya dejado atrás su histórico conflicto con la universidad, propiciando que sus investigadores se incorporen a la docencia. Especialmente cuando esta idea, pieza central del conjunto de medidas propuestas en el 2000 y el 2001, fue rechazada con violencia corporativa por sectores de la comunidad.
5) Otra preocupación no menor es si en el plan figura la regulación de la inversión pública vs. inversión privada en los anunciados parques tecnológicos. No sea cosa que terminen siendo transferencias encubiertas de bienes e instalaciones del Estado, como ya ha sido intentado en el pasado (Malbrán y otras más recientes). Es decir, evitar que un Estado distraído confunda ciencia para la sociedad con ciencia para el mercado. Esto, si se está dispuesto a desafiar seriamente el modelo neoliberal de ciencia que todavía prevalece en la Argentina.
6) Por último, saludamos la intención de transparentar la evaluación científica, corazón del poder corporativo. Sin embargo, se requiere algo más que difundir los reglamentos dado que esto no resuelve la arbitrariedad ni la estupidez de la norma. Por eso es necesario un organismo auditor externo que monitoree criterios y resultados de la evaluación que distribuye premios y recursos, habilitando el mecanismo de réplica para que los evaluados hagan su descargo sobre los fundamentos de los dictámenes, como sucede en el resto de planeta. Esperemos que estos anuncios no sean aún un manotón de ahogado y que sirvan para disentir con fundamento y respeto sin pretender esconder debajo de la alfombra lo que todos sabemos, porque no es triste la verdad, lo que no tiene es remedio.
* Investigador y ex director del Conicet.

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