UNIVERSIDAD › ENTREVISTA CON EL NUEVO DECANO DE LA FACULTAD DE INGENIERIA

“Si no se transforma, la UBA se cae”

Bruno Cernuschi Frías, el único decano que votó a Rozitchner en la reciente elección de rector, impulsa la creación de títulos intermedios y el desarrollo de un plan de reindustrialización.

 Por Javier Lorca

“Hay que hacer un cambio radical en la universidad. Si no se transforma, la UBA se cae como se cayó la Argentina en diciembre.” Con un discurso claro como esa sentencia, el nuevo decano de la Facultad de Ingeniería, Bruno Cernuschi Frías (50), anuncia en esta entrevista con Página/12 que pretende un “recuperación ética y moral” de la facultad y que, para evitar la deserción estudiantil, impulsará la creación de títulos intermedios, entre otras ideas y planes.
–¿Cuál es su objetivo prioritario para la facultad?
–El principal proyecto es la recuperación ética y moral. La Facultad de Ingeniería, por suerte, no llegó a caer en un sistema excesivamente corrupto. Dentro de todo, la gestión anterior fue un freno. Hubo filtraciones. Decir lo contrario sería mentir. Tenemos problemas internos de pequeñas corruptelas, grupitos corruptitos, digamos, porque tampoco es una corrupción desembozada.
–¿A qué se refiere?
–Al abuso de poder, contratos y sobresueldos poco claros. La facultad tiene todavía la posibilidad de ser rescatada. Lo primero que queremos es una facultad sana, donde el gasto sea controlado y transparente. Después de eso, queremos generar un proyecto de reindustrialización para el país. Vamos a crear una especie de instituto de apoyo a la reindustrialización, que sea la base técnica, con ingenieros que den orientación, sobre todo, a los pequeños y medianos empresarios. También funcionará un equipo que, desde lo socioeconómico, pueda decir dónde es más razonable generar microemprendimientos. La idea es ayudar a generarlos, dar apoyo técnico y organizativo, y que, después, se arreglen solos. En el fondo, nuestra apuesta es a concientizar que, sin producción, no hay ni habrá país.
–¿Va a impulsar la reforma académica de Ingeniería?
–En los ‘90, con Del Bello y Decibe en el Ministerio de Educación, el Gobierno impulsó una reforma universitaria financiada por el Banco Mundial y el FMI. Todo el sistema fue sometido a una presión para acortar las carreras, generar posgrados pagos, arancelar el grado e insertar exámenes de ingreso. Para reafirmar y evaluar esas reformas se creó la Coneau. Todo ese proceso continúa hasta hoy. Nosotros tenemos una posición muy crítica. Esa política propone un modelo de ingeniería que no es para nuestro país, menos en la crisis actual. Para nuestras carreras defendemos que los estudiantes sepan más física y más matemática. Necesitamos hacer ciencia básica y no relegarla, por ejemplo, a la Facultad de Ciencias Exactas, donde, con todo respeto, se ponen a delirar y generan una tecnociencia que es útil para el Primer Mundo. Pero no vamos a resolver los problemas de la Argentina estudiando el Big Bang, la teoría de supercuerdas o participando en el mundial de fútbol de robots.
–Los estudiantes de Ingeniería tardan un 80 por ciento más de lo previsto en graduarse. ¿No hace falta una reforma?
–Hay que acortar los tiempos de graduación, pero con nuestra realidad, no con la de Estados Unidos ni con la de Europa como se pretende. En EE.UU. tienen una carrera universitaria de 4 años, donde el bachellor entra a la industria con conocimientos inferiores a los nuestros. Eso funciona porque su industria sigue educando al personal. Pero, en la Argentina, la industria no capacita. No podemos copiar ese modelo, aun cuando tenemos una escuela tan mala como la de EE.UU. En cambio, nuestra industria es similar a la europea, pero el secundario europeo es infinitamente superior al argentino. La universidad nacional tiene que compensar esa falta de formación. No podemos acortar las carreras a 5 años como si fuéramos Europa. En Ingeniería, queremos mantener carreras de 6 años, pero logrando que los títulos vuelvan a ser equivalentes a un master de EE.UU. Para eso, vamos a tratar que nuestras carreras exijan tesis degraduación. Y queremos promover títulos intermedios, para bajar la alta deserción.
–¿Qué tipo de títulos intermedios?
–La propuesta sería dar un título a los 2 años, otro a los 4 y el final, a los 6. El chico entra y, a los 2 años, tiene un conocimiento básico de matemática y física que, más algunas materias pedagógicas, le daría un título para ser profesor de secundario. Por otro lado, la realidad argentina hace que, en 4º año, nuestros alumnos ya trabajen en puestos no muy diferentes de los que van a ocupar cuando se gradúen. Se corre el riesgo de la sobrecapacitación: de pronto, el título de 6 años no es necesario para todos. Entonces, a los 4 años se expediría un título que podría bastarles a muchos que, por supuesto, después podrán completar la carrera. Todo esto traería una racionalización para las personas, que avanzarían en la carrera según lo que precisen, y también para los gastos académicos.
–Usted fue el único decano que, en la asamblea para elegir rector, votó a León Rozitchner.
–La UBA es totalmente ajena a los problemas de la Argentina. No hizo ninguna declaración sobre lo que pasó en el país desde diciembre. No tuvo la menor capacidad de análisis de la hecatombe económica, social y política que estalló. La UBA necesita una refundación y León, por su lúcida comprensión del problema global y nacional, era garantía de que la asamblea se convertiría en el máximo órgano de gobierno para replantear toda la UBA.
–¿Qué expectativas tiene de la futura gestión de Guillermo Jaim Etcheverry?
–Es un educador, un investigador, una persona honesta. Puede que se recupere un proyecto educativo y de investigación en la universidad, que no fue la característica de la gestión anterior. No quiero decir que la gestión de Shuberoff fue un desastre. La universidad funcionó, pero funcionó bajo un proyecto megalómano, incomprensible, y existe la fuerte sospecha, y yo la comparto, de que se usó eso como punto de operación política. Creo que Etcheverry da garantías de que vamos a tener una universidad más académica. Aunque lo veo muy ligado a ideas y concepciones de los ‘60, y eso ya pasó. Debe haber una refundación y Jaim Etcheverry no habla de eso. Hay que hacer un cambio radical en la universidad. Si no se transforma, la UBA se cae como se cayó la Argentina en diciembre.

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En Ingeniería estudian unos ocho mil alumnos y enseñan más de 1400 docentes.
 
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