UNIVERSIDAD › OPINION

Reconstruir la FADU

En estos 20 años de recuperación de las formas democráticas, mientras se completaba la tarea de desmantelamiento de la Nación iniciada por la dictadura militar, la institución universitaria se encerró a defender su permanencia. Silenciosamente, la lógica de la política corporativo partidaria impuso mecanismos de control interno basados en las prebendas que el manejo de los recursos le permitía arrinconando a la necesaria reflexión acerca de qué hacer de la institución y de sus responsabilidades sociales. Qué tipo de profesionales se producen o qué condiciones de posibilidad se dan para el desarrollo de un pensamiento crítico que abra nuevos caminos no ha sido una pregunta atrayente; el “control de calidad” parece pasar por la condición de integración al mercado y a los saberes circulantes para los que deberíamos preparar a nuestros alumnos. Es decir, bajar el listón de las exigencias morales dando pie a menudo a lo que ya en 1921 rechazaban los constructivistas: “Una enseñanza que mata la reflexión, que uniformiza los puntos de vista, o que se limita a un solo dominio de estudio es una enseñanza nefasta que no puede satisfacernos de ninguna manera”.
Encerrada en este panorama, la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (UBA) agota sus posibilidades de producción intelectual en la batalla por un supuesto “poder” en la que no se enfrentan proyectos académicos; solamente interesa quién se quedará con los restos. Para salir de esta encerrona autista es necesario hacer entrar el mundo exterior, que se abra la discusión sobre el conocimiento, la ciencia y la técnica dentro de la universidad; sobre el modelo de país en el que funcionamos y cuál proyectamos, y retomar el camino de la producción de pensamiento propio más allá del único que nos invadió a fines del siglo XX. Esto significará también asumir la necesidad de la construcción de una única facultad en la que todas las disciplinas proyectuales tengan su lugar, sin jerarquías indemostrables, intercambiando experiencias y conocimientos y respetando las especificidades. Es decir, asumiendo que las características de nuestra actividad nos unen y también nos identifican exigiendo un esfuerzo de articulación entre aquellos saberes que tienen como objetivo final la producción y transformación del hábitat. Alcanzar este objetivo necesita de la construcción de consensos cotidianos, de cruces permanentes; terminar con los aislamientos sumando cada uno desde nuestro conocimiento pero sin renunciar por ello a la consolidación y jerarquización de cada especialidad. En suma, reconstruir entre todos una facultad que nos abarque y con capacidad para proyectar y proyectarse hacia las nuevas demandas sociales; una facultad en la que se reconozcan los presupuestos sociales y éticos que mayoritariamente queremos para nuestras profesiones.

* Profesor y consejero directivo de la Facultad de Arquitectura (UBA).

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