UNIVERSIDAD

“Es muy difícil que la universidad pueda continuar funcionando así”

El rector de la UBA, Guillermo Jaim Etcheverry, responde a Página/12 si se postulará para ser reelegido en 2006. Analiza su gestión, la situación presupuestaria y las cuestiones pendientes.

 Por Javier Lorca

–¿Se va a presentar a la reelección el año que viene?
–Si la comunidad universitaria piensa que todavía puedo prestar un servicio útil, estoy dispuesto a hacerlo. Y si la comunidad piensa que hay mejores, y estoy seguro que los hay, habré cumplido mi función y volveré a mi trabajo docente, como hice después de haber sido decano de la Facultad de Medicina.
–¿Qué balance hace de los tres años que acaba de cumplir como rector?
–Estoy satisfecho. Me parece que he cumplido con algunos de los objetivos que tenía, como tratar de reinsertar a la universidad dentro de las instituciones culturales de la Argentina. Se podría haber hecho más, pero al menos fuimos en ese sentido. Obviamente, me gustaría tener más impacto en el campo académico, pero no es sencillo. Tenemos tantas dificultades económicas que la emergencia cotidiana nos ocupa demasiado, hay muy poca oportunidad de ocuparnos de los temas trascendentes, de los debates que deberíamos dar en un momento en que la universidad está cambiando tanto en el panorama internacional. ¿Qué vamos a hacer en el futuro? ¿Nos vamos a incorporar al movimiento de comercialización de la educación? ¿Vamos a integrar esos espacios multinacionales que tienden a la uniformidad en los contenidos? Creo que deberíamos hacer nuestra propia propuesta, no necesariamente plegarnos a las tendencias que se están disputando Estados Unidos y la Unión Europea. Tal vez, el espacio latinoamericano, con España, podría hacer una propuesta distinta.
–¿Qué cuestiones considera deudas de su gestión?
–Tenemos que hacer un esfuerzo para replantear la estructura del Ciclo Básico Común (CBC), un tema central en el que debería haber avanzado más. No hay un consenso grande en la universidad sobre lo que se debería hacer, pero han pasado 20 años y hay que revisar una experiencia que, en mi opinión, ha sido muy positiva. En general, las universidades del mundo tienden a brindar una formación en disciplinas diversas, comunes. Un graduado hoy tiene que conocer bien física, matemática, historia, filosofía, porque esas disciplinas le van a permitir enfrentar un mundo cambiante y complejo. El CBC es una buena herramienta para eso, para insistir en competencias básicas, además de ser una instancia de nivelación y familiarización para mucha gente que, si no, no tendría oportunidad de acceder a la universidad y ver qué es. También estamos haciendo esfuerzos para uniformar el régimen de estudios, para regularizar la planta de profesores mediante el llamado a concursos. Queda tanto por hacer... Lo que tenemos que lograr es llamar la atención del país acerca del peligro que corre si no atiende a sus universidades. El hecho de que una sola universidad de Brasil, la de San Pablo, con 70 mil alumnos, tenga un presupuesto casi igual a la mitad del presupuesto de todas las universidades públicas argentinas, me parece que debiera llamar a la reflexión. Si la Argentina piensa, como debería, que gran parte de su futuro depende de las universidades, tendría que producir un salto cualitativo muy importante en su inversión.
–Dada la gravedad de la crisis presupuestaria, ¿está garantizado el funcionamiento de la UBA este año?
–Estamos en el nivel de supervivencia, pendientes de las modificaciones que se logren. Tenemos graves dificultades, baste decir que hay un porcentaje tan importante de docentes que no cobran, que trabajan en forma honoraria. Tenemos comprometidos en nuestros salarios, que no son para nada buenos, el 96 por ciento del presupuesto, es decir que se funciona con el 4 por ciento restante. Que una universidad de esta dimensión, con sus hospitales, las tareas culturales y de extensión, los proyectos de investigación, en fin, que todo esto se pueda hacer es un verdadero milagro. Pero es muy difícil que la universidad pueda continuar funcionando así. Sabemos que hay preocupación por estos temas a nivel gubernamental, pero todavía no se ha tomado idea de la magnitud del retraso... Los problemas se ven en todos los campos. Más de la mitad de nuestros 350 mil alumnos trabajan y muchos tienen dificultades para viajar hasta la facultad. Entonces el debate no es si tienen que pagar o no arancel, sino que toda la gente con condiciones pueda acercarse a la universidad. Hoy cuesta mucho dinero estudiar. Tenemos que hacer un mayor esfuerzo para alentar a los estudiantes, porque la Argentina necesita más egresados universitarios, no menos. El porcentaje de graduados en la fuerza de trabajo argentina es muy bajo, alrededor del 4 o 5 por ciento, cuando en los países desarrollados es del 20. Ahí se dirime la calidad del país.
–Bueno, el ministro de Salud ha repetido que Argentina tiene demasiados médicos, que es necesario restringir el ingreso en Medicina. ¿Cuál es su posición?
–Creo que no pasa por ahí. La Argentina tiene una tradición muy generosa en materia educativa y tiene que brindarles a todos la posibilidad de estudiar. Eso no quiere decir que no se deban plantear exigencias, creo que debemos desafiar más a los estudiantes, enfrentarlos con el límite de sus posibilidades, por eso hablo de gratuidad con responsabilidad. El tema de Medicina es especial y creo que falta una planificación de las necesidades que tiene el país y de los recursos que está dispuesto a invertir. Por supuesto, si todo el mundo decidiera estudiar Medicina, sería imposible. De alguna manera hay que llegar a un mecanismo conjunto de planificación, que no necesariamente pasa por un examen de ingreso. En general, cuando se habla de esto, no se dice nada de la proliferación de universidades privadas que otorgan los mismos títulos: ahí nadie plantea un control del ingreso. No sé cuál será la mejor solución, pero debería haber un acuerdo entre las universidades y las autoridades de Salud.
–¿Esa planificación no entra en tensión con la fuerte defensa que usted suele hacer de la autonomía universitaria?
–Sí. Pero la autonomía universitaria no significa el aislamiento de la sociedad. Se pueden acordar políticas dentro de ese marco. La autonomía no nos da derecho a hacer lo que queremos, estamos usando fondos públicos. Tiene que haber un diálogo entre las necesidades y lo que la universidad puede hacer, respetando las formas de funcionamiento de las instituciones. La sociedad tiene derecho a verificar la calidad, pero los controles deberían darse al final, por ejemplo en la matriculación, no tienen por qué inmiscuirse en el proceso de formación. Y el mecanismo no tiene por qué ser homogeneizador.
–Muchas de las que críticas se le hacen, dentro y fuera de la universidad, suelen achacarle que carece de una estrategia política.
–Es que es así. Mi estrategia no es política, es una estrategia universitaria. Pretendo que esta institución conserve el prestigio y la riqueza intelectual que encierra desde el pasado y, al mismo tiempo, se vaya adecuando a las condiciones de un mundo distinto. Me interesa la institución en sí, no como un trampolín político, ni como una herramienta partidaria. Entiendo que esto debe ser difícil de admitir cuando venimos de un período muy prolongado de una visión distinta. Y creo que por eso fui elegido. Por eso, cuando asumí dije que mi objetivo era politizar la universidad pero despartidizarla. En ese sentido, debo reconocer que fui respetado, no me sentí nunca presionado y tuve libertad para equivocarme solo.

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“Argentina necesita más graduados”, insistió el rector en la entrevista con este diario.
 
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