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Ciencia y conciencia

Por León Rozitchner

El Dr. Jacovkis, decano de la Facultad de Ciencias Exactas, considera superada (Página/12 del 16 de mayo) la relación entre ciencia e imperialismo, que ocupó vanamente, dice, las discusiones sobre la actividad científica en los ‘70. Quien escribe esta nota participó en ese debate, pues fue asesor pedagógico de esa misma facultad, siendo decano el Dr. Rolando García. Se organizaron jornadas durante varios meses bajo el título de “Ciencia y subdesarrollo”. Creo conveniente actualizar ese debate antes presente y ahora excluido de la UBA. El Dr. Jacovkis escribe: “Es absurdo insistir en una polémica perimida, sobre ‘ciencia para el primer mundo’ y ‘ciencia para el tercer mundo’... En los ‘70 del siglo pasado, muchas voces se alzaron contra ciertas investigaciones básicas en medicina y biología, porque ‘servían al imperialismo’, ‘estaban subvencionadas por organismos internacionales’”. Sólo hay, dice, un criterio para juzgar la “ciencia”: “La ciencia es seria o no es seria, sea básica o aplicada”. Y nos preguntamos qué grado de seriedad tiene este único criterio cuando lo pensamos fuera de la concepción de la “ciencia” del Sr. decano. Ese ente de razón que llama “ciencia” fue excluido de las relaciones humanas que sólo pueden devolverle su sentido pleno: se lo excluyó del contexto social en el que se produce la “ciencia”. Por eso, a esa “ciencia” que gesta “teorías”, como son teorías serias, parecerían serles indiferentes los poderes que la subvencionan: dinero y teoría, coinciden, son del primer mundo. Pero esa ciencia “seria” que nos llega desde los centros occidentales de excelencia viene acompañada de una jerarquía de preferencias que no siempre coinciden con las que serían nuestras. Si en nuestro país no hay más hombres de ciencia “de excelencia”, ¿no será también porque las condiciones del capitalismo actual y el de los ‘70, al someter a las poblaciones al despojo y a la miseria, instauraron primero la separación entre “hombres del primer mundo” y “hombres del tercer mundo”? La separación entre “ciencia para el primer mundo” y “ciencia para el tercer mundo” -.más allá de la acepción que le demos a la palabra “para”-. es una consecuencia segunda de esa dominación política y económica previa. Esa oposición quizá sólo quiera decir que, si bien necesitamos más ciencia que nunca, ésta debe estar orientada por nuestros objetivos y no por los que privilegia el primer mundo. Las ciencias, sean puras, duras o básicas, son todas ellas “ciencias aplicadas”: aplicadas al conocimiento de la realidad que cada sociedad necesita. Pero también aplicadas a servir los intereses de los capitales, de los poderes, de los Estados y de los imperios que las promueven: de sus necesidades estratégicas y de sus intereses. Para que la “ciencia” de un país dependiente sea en serio “seria”, el horizonte científico debería abarcar otros conocimientos que le son inherentes: debería criticar la ideología científico-técnica cuando trata de encarnar una noción abstracta de hombre, de sociedad y de historia. Estos saberes “blandos” convertirían a los investigadores de las ciencias “duras” en sujetos más sabios. Todas las ciencias, básicas o aplicadas, se comprenderían entonces, en su especificidad misma, como saberes humanos, es decir como ciencias políticas. El Dr. Jacovkis, para que sea “seria”, convierte a la actividad científica argentina en una “ciencia” suplicante: suplica al Banco Mundial los fondos prestados que hagan posible acordarla al primer mundo. Fondos que, por la expropiación que hicieron de los nuestros, los argentinos no podemos prestarle. Pero esta “ciencia” que notiene sujeto está condenada a ser dependiente: a destruir en el investigador la conciencia de su pertenencia a esa sociedad que es la suya. El Sr. decano quiere que la ciencia escape, Banco Mundial mediante, al destino social que todos vivimos. Por eso separa a la ciencia de las condiciones del capitalismo. ¿Está seguro que el tipo de ciencia que su facultad desarrolla responde a la “excelencia” suprema más importante: a la jerarquía de las necesidades nacionales, y no a las estrategias internacionales que el Banco Mundial le dicta?
Volvamos a la experiencia de los `70. El Dr. Jacovkis olvida la historia de la facultad que él ahora dirige: el debate de la “ciencia” ligada al subdesarrollo, que se planteó antes. Científicos “de excelencia” de todas las ciencias de la UBA expusieron la relación entre subsidios, dependencia y subdesarrollo. Poco tiempo después, luego de la Noche de los Bastones Largos, pese a la “excelencia”, casi todos ellos fueron apaleados, expulsados y obligados al exilio. Incluir en las ciencias su relación con el poder fue considerado un acto subversivo. La definición de ciencia del Dr. Jacovkis les ahorraría a los investigadores el miedo de que esto se repita. Si la ciencia se define sólo por ser seria tendrían otra ventaja: nunca podrían ser perseguidos, es cierto, por razones políticas.

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