UNIVERSIDAD

“La universidad conserva ciertos valores que están en retroceso”

El historiador Pablo Buchbinder recorre el devenir de la universidad argentina hasta un presente crítico y también vital.

 Por Javier Lorca

“El gobierno de las universidades sufre una severa crisis de representatividad... La falta de renovación del cuerpo docente ha permitido que se perpetúe en el poder una elite que actúa en forma corporativa.” El historiador Pablo Buchbinder, profesor de la UBA y la UNGS, concluye con ese diagnóstico su Historia de las universidades argentinas, trabajo recién publicado por Editorial Sudamericana. En el siguiente diálogo con Página/12 explica el recorrido que ha llevado a las casas de estudios a un presente que –pese a sus críticas– la encuentra como “una de las pocas instituciones que la sociedad puede mostrar todavía con orgullo”.
–¿Cómo caracteriza el devenir histórico de las funciones sociales que fue cumpliendo la universidad argentina?
–Un punto muy claro de inflexión son las últimas décadas del siglo XIX. En ese momento, la universidad cumple una función de formación de los profesionales que el desarrollo del país requiere, es decir, durante la organización moderna de la Nación la universidad se constituye con un modelo profesionalista. Instruye a médicos, abogados, ingenieros. Esa universidad, además, es el ámbito principal de socialización de las elites políticas. Hay un intento, de todas maneras, de los sectores dirigentes que conducen la universidad por introducir la práctica de las humanidades, el cultivo de las ciencias. Pero las raíces de esa transformación las vamos a encontrar recién en la segunda mitad del siglo XX. Desde la etapa 1955-1966, y claramente desde 1983, se admite que la universidad tiene entre sus funciones centrales el cultivo de la ciencia y la práctica de la investigación.
–En el libro destaca que el papel de la universidad en la vida cultural ha sido más limitado en Argentina que en otros países.
–Es consecuencia de esa fuerte impronta profesionalista. Eso hizo que el cultivo de las humanidades y la práctica de la investigación ocupara un lugar marginal, como resultado de la demanda de los hijos de los inmigrantes: venían a buscar un título que los habilitase a ejercer una profesión liberal. El premio que la sociedad argentina daba a aquellos profesionales, desde el punto de vista material y del prestigio social, era muy alto. Y esto generó un determinado tipo de universidad. Aunque habría que señalar algunos momentos de fuerte vínculo entre la universidad y la vida cultural, como la década del ’20. Otro elemento que intervino fue el impacto negativo de las coyunturas políticas, que crearon restricciones muy fuertes al pluralismo ideológico, la libertad de cátedra y de expresión. Algunas etapas dentro del período peronista, por supuesto las etapas que se abren en el ’66 y con la última dictadura militar.
–Al menos en los últimos 15 años las carencias presupuestarias de la universidad aparecen como una constante: ¿surgen en los ’80 o recién desde entonces pueden manifestarse abiertamente?
–A partir 1945 la matrícula universitaria empieza a crecer en forma incesante, es un proceso mundial de masificación de la educación. En Argentina hay algunas etapas en que el aumento fue sustancial, como 1973-74. Cuando llega la última dictadura, uno de sus objetivos centrales fue achicar el sistema, con cupos y aranceles. Al restaurarse la democracia, esas restricciones se eliminan y la matrícula vuelve a crecer. Lo que uno puede observar son las dificultades que ha tenido el sistema para absorber ese crecimiento. Había alrededor de medio millón de estudiantes universitarios en 1983 y casi un 80 por ciento estaba en el sector público. Hoy tenemos un millón y medio, y hay un millón 200 mil en el sistema público. El problema presupuestario se ha vuelto central en el marco de un proceso general de desfinanciamiento educativo. Pero ya en los ’50 y ’60 el presupuesto se transformó en una bandera de lucha de las agrupaciones estudiantiles.
–¿Qué balance hace de las políticas educativas aplicadas en los ’90?
–Cuando un historiador analiza períodos muy contemporáneos, corre el riesgo de no percibir del todo el sentido de la evolución de los procesos. Si uno observa los diagnósticos de la situación universitaria a fines de los ’90, aparece una agenda de problemas que el mismo sistema se había propuesto resolver a principios de esa década. Los resultados no han sido los esperados. Problemas esenciales como la baja tasa de graduación, la elevada deserción, la larga duración de las carreras y una matrícula con fuerte peso de las carreras tradicionales no han podido solucionarse. Las políticas de los ’90 no han tenido los resultados esperados.
–Las últimas páginas del libro denuncian una seria “degradación institucional” en la universidad, con derechos políticos restringidos, redes clientelares y luchas facciosas.
–La agenda universitaria de los ’90 puso mucho énfasis en lo económico y dejó en segundo plano el funcionamiento político de la universidad. Desde el punto de vista de su gobierno, estas universidades ya no responden al espíritu de la Reforma, que buscó entregar el gobierno a los protagonistas de la vida académica. Las universidades hoy están gobernadas por un núcleo muy reducido de profesores. El crecimiento de la matrícula hizo que aumentaran más los cargos de profesores interinos y auxiliares que los cargos de profesores. Las universidades tienen dificultades para regularizar sus plantas docentes. La mitad de los cargos de los consejos directivos, que son el núcleo del gobierno de las facultades, están en manos de los profesores, pero los profesores que pueden acceder a los consejos son únicamente los concursados, y el porcentaje de los concursados es muy reducido. La política en la universidad adolece de muchos de los problemas que tiene la política argentina en términos generales, problemas de transgresión de normas y principios básicos de funcionamiento de la vida académica. De todos modos, la universidad conserva ciertos valores que en la Argentina están en retroceso. A la universidad se va a trabajar, la gente se esfuerza, estudia, investiga. No me gustaría que se interprete que la universidad es solamente un conjunto de elites facciosas preocupadas por cómo se reparten los cargos, porque ésa es una parte de la realidad universitaria, la universidad no es sólo eso. La universidad demuestra mucha vitalidad y es una de las pocas instituciones que la sociedad puede mostrar todavía con orgullo.

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