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Eudeba y la contracara cultural del proceso represivo de la dictadura

Una investigación analiza el papel de los militares y los civiles en la censura y la producción de libros en la editorial de la UBA.

 Por Javier Lorca

“Vení a buscarlos. ¡Los libros son tuyos!” Del otro lado del teléfono, quien escuchó la inquietante invitación, en 1976, fue Carlos Suárez Mason. Quien la pronunció, desde su despacho en Eudeba, fue el entonces director de la editorial de la Universidad de Buenos Aires, Luis Pan. Por sorprendente que parezca, el convite tuvo que ser repetido varias veces: los civiles estaban más ansiosos por la realización del operativo que los propios militares. Recién al año siguiente dos Ford Falcon y varios camiones estacionaron frente a la Plaza del Congreso. Un grupo de tareas bajó al depósito ubicado sobre Rivadavia al 1500 y se llevó “detenidos” unos 90 mil libros, parte del catálogo que, desde los ’60, había llevado a Eudeba a ser una de las grandes editoriales del mundo.
El relato de aquella tragedia de la cultura nacional, reconstruido a partir de documentos y testimonios, consta en “Los libros son tuyos”. Políticos, académicos y militares: la dictadura en Eudeba, la investigación recién publicada por la misma editorial de la UBA, en un acto de reparación histórica, “casi de justicia poética”, como advirtió Hernán Invernizzi, autor del trabajo. Para completar la carga simbólica, el libro fue presentado esta semana en el mismo sótano de Eudeba, mudo testigo de un crimen cuya impunidad está cerca de cumplir treinta años.
“Los militares tenían un plan de promoción cultural y teórica. Eudeba es un caso testigo”, dijo Invernizzi a Página/12. Uno de los apuntes más interesantes de la investigación –realizada desde la Defensoría del Pueblo de la ciudad– es su exhibición del carácter no meramente represivo, sino esencialmente productivo de la última dictadura. “Es crucial investigar esto. A toda censura le corresponde un proceso de promoción de otro modelo cultural.”
Creada por la UBA en 1958, en la década siguiente Eudeba había llegado a ser un enorme éxito comercial y cultural, con publicaciones de excelente calidad y masivo alcance. El golpe militar de 1966 y los consecuentes bastonazos contra la universidad pública le infligieron una primera herida. Bajo la intervención, se volvió una empresa débil y dependiente. Tuvo una recuperación fugaz entre 1973 y 1974, para luego decaer hasta quedar, desde el 25 de marzo del ’76, bajo el mando de la Armada. Pocos meses después asumía un directorio de académicos y políticos. Todos civiles. Que, entre otros crímenes, facilitaron la desaparición de dos personas que trabajaban en Eudeba: Carlos Pérez y Françoise Dauthier.
Lo que siguió fue no sólo la censura y la suspensión de la venta de muchos títulos. “Según el mito, los militares se habrían llevado 100 mil libros. Pero el personal de la editorial me confirmó que no llegó a esa cifra, sino que ronda los 90 mil”, contó Invernizzi. ¿Qué pasó con esos volúmenes robados? “Los quemaron o desaparecieron, como a las personas. De Eudeba se los llevaron al Comando del Primer Cuerpo del Ejército, y ahí se pierde el rastro. Algunas versiones no comprobadas indican que los podrían haber vendido. Lo cual daría una equivalencia con los represores que se apropiaron cosas de los desaparecidos.” En ese sentido –aunque no sólo– es que aún queda por juzgar a los responsables por el vaciamiento material de la editorial.
La investigación de Invernizzi descubrió algo que desconocían hasta las actuales autoridades de Eudeba: un contrato secreto entre la editorial –nuevamente intervenida por militares– y el Ministerio del Interior, firmado en 1979 por los generales Arturo Corbetta y Albano Harguindeguy. El objetivo: publicar una serie de libros, mezclados entre las colecciones ya existentes, para enfrentar a la “izquierda ideológica”. “La dictadura tenía claro que los futuros cuadros dirigenciales de Argentina se iban a formar en la universidad pública. Por eso deciden usar a Eudeba para empezar a legitimar sus teorías”, contó el autor, que es docente y periodista.
“Lo hicieron con un contrato secreto, para ocultar que detrás de un libro de Eudeba estaba el proyecto de ellos, aprovechando el prestigio de la editorial. Fue una tarea de infiltración.” Los libros publicados bajo aquel convenio no eran obra “de autores fascistas, ni de extrema derecha, sino de teóricos socialcristianos de Europa, la avanzada de lo que después fue el neoliberalismo”. También hubo títulos de autores locales, como Octavio Derisi, Carlos Saccheri o Laurio Destéfani. “Hay que sacarse de la cabeza la idea de que los represores eran todos fachos brutos. Para llevar adelante su plan cultural contaron con muchos civiles, con gente muy capaz y una formación importante, intelectuales de primer nivel. Muchos de ellos se relegitimaron y siguen ocupando cargos en el sistema universitario argentino, sobre todo en instituciones privadas y confesionales.”

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