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“Hay una formación integral que no se está dando en las aulas”

Un programa de estudiantes y docentes de la Universidad de Mar del Plata fue premiado por su trabajo solidario en barrios carenciados.

 Por Javier Lorca

Empezó como la inquietud de un grupo de estudiantes y hoy es un programa que abarca a más de cien huertas comunitarias y abastece de alimentos a 480 familias de barrios carenciados en Mar del Plata y Balcarce. “No es un programa asistencialista, sino que promueve la autogestión, para que las personas generen su propio desarrollo. Solamente tratamos de darles un empujón”, dijo a este diario Virginia Hamdan, directora del proyecto que ayer ganó el premio 2006 a las prácticas solidarias en la educación superior.

En lo peor de la crisis, a fines de 2001, un grupo de alumnos de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Mar del Plata se acercó a docentes de la facultad –que trabajan articulados con el INTA– con la idea de ayudar y asesorar a habitantes de barrios en emergencia social para que pudieran autoabastecerse. Fue el germen del Programa de Autoproducción de Alimentos, al que luego se integrarían investigadores y estudiantes de Ciencias Exactas, Arquitectura, Ciencias de la Salud, Humanidades, Económicas y Psicología, otras organizaciones sociales e instituciones.

“La zona de Mar del Plata era en ese momento un caso terrible de desocupación. Ya había algunas huertas funcionando, pero los estudiantes empezaron haciendo charlas y fueron convenciendo a la gente de la importancia de autoorganizarse”, dijo Hamdan. “Al principio se enganchaban por la crisis social, pero ahora hay una identidad conformada: se definen como huerteros”, contó Jimena Verón, una estudiante de Trabajo Social.

Los logros fueron “graduales y dificultosos”, como definieron los participantes del programa, pero actualmente las huertas barriales ya son 115, hay otras dos escolares, siete granjas, cuatro viveros, cuatro huertas medicinales y varios emprendimientos productivos (conservas, procesado de verduras) que, además de abastecer a cientos de familias, proveen de alimentos a 60 comedores. En general, las huertas y granjas funcionan en las casas de los vecinos o en terrenos prestados o donados.

Alrededor de 40 emprendimientos alcanzan a elaborar excedentes que son comercializados en beneficio de las familias de los productores. “Todos los jueves tenemos una feria en Plaza Rocha de productos agroecológicos. Hay desde herramientas hasta verduras, pomadas, dulces. Los mismos huerteros son los feriantes, porque tratamos de romper con los intermediarios –agregó Jimena–. Con una camioneta que donó una empresa organizamos una red domiciliaria para vender los productos.”

Una de las iniciativas del programa fue desarrollar huertas de plantas medicinales. “Con los vecinos tratamos de trabajar la salud de manera integral, promoviendo el autocuidado y la prevención. Nos juntamos en talleres donde rescatamos el saber popular sobre las plantas y hacemos grupos de estudios con profesionales de la salud. La idea es construir entre todos.” De la misma manera, las decisiones se toman en forma horizontal: “Cada uno aporta lo que tiene, el conocimiento de la universidad o el saber de los que trabajan la tierra”.

Aunque el trabajo solidario de los alumnos y docentes tiene apoyo institucional, no tiene una inserción definida en los planes de estudios. “Formalmente, no es una exigencia curricular. Sí está generando tesis de grado y de posgrado, estudios en las cátedras –dijo la directora del programa–. En la universidad hay una gran carencia sobre lo que ocurre en el medio social. Hay una formación integral que no se está dando en las aulas. Ese es el próximo desafío.”

El premio presidencial “Prácticas solidarias en educación superior” fue entregado ayer por el ministro de Educación, Daniel Filmus, en el marco del seminario internacional “Aprendizaje y servicio solidario”, realizado en la Facultad de Derecho. La primera distinción fue para el programa de la universidad marplatense, que recibirá 30 mil pesos para financiar la continuidad de sus actividades. El segundo premio distinguió una iniciativa de la Facultad de Arquitectura y el CBC de la UBA: Proyectos multidisciplinarios de arquitectura y diseño, en respuesta a necesidades de organizaciones solidarias dedicadas a problemas de urgencia social. Y el tercer premio fue para el Instituto de Enseñanza Superior San Miguel (Tucumán) y su trabajo sobre prevención y control de hidatidosis en cumbres y Valles Calchaquíes.


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