UNIVERSIDAD › OPINION

En respuesta al decano de Ingeniería

Por Pablo Jacovkis *

En una entrevista publicada por Página/12, el decano de la Facultad de Ingeniería (UBA), Bruno Cernuschi Frías, tuvo comentarios sorprendentes respecto de la investigación en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales. Dijo: “Para nuestras carreras defendemos que los estudiantes sepan más física y más matemática. Necesitamos hacer ciencia básica y no relegarla, por ejemplo, a la Facultad de Ciencias Exactas, donde, con todo respeto, se ponen a delirar y generan una tecnociencia que es útil para el primer mundo. Pero no vamos a resolver los problemas de la Argentina estudiando el Big Bang, la teoría de supercuerdas o participando en el mundial de fútbol de robots”. Primero, es absurdo insistir con una polémica perimida sobre “ciencia para el tercer mundo” y “ciencia para el primer mundo”. La ciencia es seria o no es seria, sea básica o aplicada, independientemente de que es muy difícil conocer de antemano qué descubrimiento, teorema o innovación sirve o no sirve a las necesidades nacionales. En los ‘70 del siglo pasado, muchas voces se alzaron contra ciertas investigaciones básicas en medicina y biología, porque “servían al imperialismo”, “estaban subvencionadas por organismos internacionales”. Gracias a esas investigaciones, científicos argentinos pudieron identificar a desaparecidos y ayudar a recobrar su identidad a hijos de desaparecidos. No se me ocurren muchas aplicaciones mejores, desde la ética, a problemas del tercer mundo y en particular a problemas argentinos. Es extremadamente ofensivo decir que estudiar el origen del universo y la teoría de supercuerdas es un delirio. Si las ideas de Cernuschi llegaran a ser dominantes en la UBA, nunca podría ser profesor de Ciencias Exactas, por ejemplo, el físico argentino probablemente más brillante de los últimos años, el Dr. Maldacena, especialista en supercuerdas. Aunque no lleguen a ser dominantes, el hecho de que se digan tales frases puede contribuir a que, en el hipotético caso de que Maldacena o científicos argentinos del mismo nivel que están en Estados Unidos o Europa comiencen a acariciar la idea de retornar, o de tratar de estar algunos meses por año en la Argentina (con el valor inmenso que eso tendría para nuestra ciencia), abandonen la idea, pues si estas frases son pronunciadas no por un ministro ignorante que manda a los científicos a lavar platos sino por el propio decano de una facultad de la universidad más importante del país, el nivel de desubicación de nuestra clase dirigente no tiene remedio. Pero, dado que Cernuschi parece no saberlo, voy a recordar algunas investigaciones que se hacen en nuestra facultad que son bien aplicadas a problemas de nuestro país y se hacen en muy buen nivel gracias justamente a esa “delirante” educación básica. La facultad estudia los problemas de epidemias causadas por roedores urbanos y rurales, y por el mosquito del dengue. Trabajamos sobre el mal de Chagas. Nuestros estadísticos han ayudado a definir estándares de peso y altura normales para niños de distintas edades, con lo cual se pueden detectar mejor insuficiencias alimentarias debidas a la pobreza. Puedo seguir exhibiendo aplicaciones concretas y “tercermundistas”. Pero, para no abrumar al lector, prefiero remitirme a la memoria científica de la facultad, que por supuesto fue enviada oportunamente a la Facultad de Ingeniería, donde Cernuschi puede consultarla. Un párrafo aparte merece el último de los ejemplos indicados por Cernuschi: participar del mundial de fútbol de robots. La cosmología y la teoría de supercuerdas son, efectivamente, en principio áreas muy básicas. Pero el campeonato de fútbol de robots es un ejercicio impresionante dedesarrollo, y es difícil encontrar áreas mucho más aplicadas y útiles para nuestro desarrollo que la robótica. Parece mentira que Cernuschi, que es ingeniero electrónico, ignore esto. Salvo que, como alguna vez dijo nuestro Presidente, piense que debemos evitar las máquinas para dar trabajo a todo el mundo (opción que no existe: si no tenemos una industria más avanzada, no habrá más trabajo). Es decir, volver al siglo XIX, abandonar toda posibilidad de desarrollo y pasar a exportar sólo materias primas cada vez más baratas: en suma, decidir, desde la universidad, que nuestro destino como Nación es el fracaso.
* Decano de Ciencias Exactas (UBA).

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