VERANO12

JAURETCHE

Confirmado, Nº 148,
18 de abril de 1968


Ingenioso, lleno de caprichos y de obsesiones, ninguno de sus libros –y lleva escritos unos cuantos en sus 67 años de vida– ha dejado de depararle enemistades profundas y adhesiones terminantes. Animador de Forja, yrigoyenista primero, peronista después, se autopostuló alguna vez como candidato a diputado: los circunstanciales y escasos votos que cosechó entonces no expresan, de ninguna manera, la vigencia ideológica y literaria que hoy tiene. En el modestísimo bar de Córdoba y Esmeralda, en Buenos Aires, Arturo Jauretche mantuvo este diálogo con Confirmado.

Confirmado: –Usted parece el Alfredo Palacios del peronismo.

Arturo Jauretche: –¿Por qué no se va al c...? Eso es lo más agraviante que me puede decir. Tengo muchos defectos, pero nadie me puede acusar de hacer el fanfarrón ni de vivir para la nota necrológica; tampoco me doy corte de ser pobre, como ese finado de cuya pobreza se habla tanto, pese a que cobró sueldo de legislador durante treinta años y fue profesor, ignorando las materias que enseñaba durante cuarenta.

C.: –¿Y qué me dice de los procesos judiciales que le siguieron, después de haber sido presidente de un banco?

A.J.: –Vea, en toda mi vida me han enjuiciado dos veces: una a raíz de un hurto de muebles del partido peronista; otra en la que me acusaban de haber formado un patrimonio durante mi función en el banco. Las dos veces fui sobreseído. El mismo fiscal pidió el sobreseimiento, porque no encontraba ningún elemento serio para acusarme. Después, la llamada Junta de Recuperación Patrimonial penó mi rebeldía confiscando mis bienes. Me confiscaron todo lo que tenía: 30.000 pesos, producto de la venta de mi departamento. Así es que vengo siendo el único argentino confiscado.

C.: –Bueno, pero hay todavía alguna gente que sigue diciendo no sé qué de ciertos negociados turbios...

A.J.: –Vea, después de la caída de Perón me han investigado tanto que no creo que ni en Palermo haya un pingo al que se le haya analizado tanto la sangre; debo ser uno de los argentinos que más certificados de salud moral tiene.

C.: –Me parece que a usted le preocupa mucho el tema del medio pelo; en su libro, usted acusa a algunos escritores de ser expresión típica de ese medio social. Y usted mismo, ¿qué es? ¿Un aristócrata o qué?

A.J.: –Puede ser que yo mismo sea, nomás, un hombre de medio pelo. Vivo en una sociedad que lo ubica a uno allí. Precisamente, estoy escribiendo un libro sobre estas cosas. Se llama Manual de zonceras argentinas, y allí confieso algunas de las zonceras en las que yo mismo he creído alguna vez. El libro va a tener varias páginas en blanco para que los lectores llenen ellos mismos las zonceras que puedan haber en él. Yo espero que el libro sea algo así como un Alka-Seltzer intelectual.

C.: –Usted parece un hombre demasiado contento consigo mismo. Y sin embargo tiene muchas cosas contradictorias. ¿Qué me cuenta de su juventud, cuando era conservador militante?

A.J.: –Cosas de la educación liberal, de filiación conservadora que recibí en mi casa. Lo que me despertó fue la revolución mexicana, los Zapata, los Obregón, los Pancho Villa. Desde entonces renegué de la concepción liberal que tiende a presentarnos como un país de segunda, y a nuestro pueblo como a un pueblo inferior.

C.: –La vez que se presentó como candidato a diputado recibió los votos de su familia y el de algunos amigos, nada más. Parece que usted, finalmente, es un fracasado en política...

A.J.: –Es cierto que no he sido diputado, ni ministro ni presidente. No me lo propuse nunca, a no ser como medio para triunfar en otras cosas. En cambio, es notorio que hoy la inmensa mayoría de los argentinos habla un idioma que, hace cuarenta años, hablábamos solamente unos pocos. Cuando nosotros emprendimos la lucha para formar una conciencia nacional, opuesta a la mentalidad liberal-colonialista, nunca creímos que en el precario tiempo de nuestras vidas lograríamos la victoria que hoy tenemos delante de los ojos. Así, tengo derecho a sentirme un triunfador.



Sylvia Saítta y Luis Alberto Romero, Grandes entrevistas de la Historia Argentina (1879-1988), Buenos Aires, Punto de Lectura, 2002.

“Se ha hecho todo lo posible para localizar a todos los derechohabientes de los reportajes incluidos en este volumen. Queremos agradecer a todos los diarios, revistas y periodistas que han autorizado aquellos textos de los cuales declararon ser propietarios, así como también a todos los que de una forma u otra colaboraron y facilitaron la realización de esta obra.”

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