VERANO12

El cuento por su autor

 Por Por Virginia Feinmann

Escribí “Gloria” para reflejar desde la ficción –y quizás así transmitir de otro modo, más emotivo o directo– algunos debates que vienen dándose en el campo de los derechos humanos en cuanto a las memorias de la dictadura militar argentina, y en especial la figura del sobreviviente del genocidio y su percepción social como “traidor”.

Desde la teoría, el binomio excluyente “héroes/traidores” fue desarticulado con lucidez por Ana Longoni (Traiciones) y Pilar Calveiro (Poder y desaparición, Política y/o memoria), quienes precisaron e insistieron en que ninguna de las supuestas “claudicaciones” –así pensadas desde la rígida moral de las organizaciones armadas de los setenta–, tales como entrega de información bajo tortura, vinculación afectiva con el captor y otras, se habrían producido de no haber mediado antes el arrasamiento total de la subjetividad de la persona, sometida a las condiciones del sistema concentracionario, vale decir, al circuito de secuestro, tortura, cautiverio en campo de concentración y exterminio final.

Esta postura, razonable como es, todavía se rechaza en algunos espacios de discusión teórica, pero también se revuelve en el alma de los protagonistas de la época, sus amigos, sus familiares. Lamentablemente, la cuestión fue, por ejemplo, un eje central y repetido en la estrategia de los abogados de los genocidas durante la megacausa ESMA, que asediaban a los testigos –sus víctimas– con alusiones directas a la “colaboración” o “no colaboración” con los marinos durante el cautiverio, y desviaban así de modo malicioso la mirada sobre los crímenes que se estaban juzgando.

Otro aspecto que me interesó explorar en el cuento es el de la posibilidad del perdón en su dimensión personal, íntima. Que sin afectar ni un poco la certeza del juicio y castigo, sin erosionar ni un milímetro la consigna “Ni olvido ni perdón” que sustentó durante tantos años la lucha contra la impunidad, el tiempo y la experiencia de vida pudieran lograr una leve modificación en el propio sentir, un pequeño movimiento interno de compasión hacia el otro que permita respirar con algo más de alivio, vivir de un modo más amable.

Que esta modificación venga además de la mano de una niña pequeña, de un afecto familiar, de una tercera generación de mujeres que le trae a su abuela ex militante una brisa de aire fresco, y que sea a través de la tecnología, desconocida y amenazante para la protagonista pero inevitable al fin, reflejo del cambio de época y del crecimiento personal que supone adaptarse a nuevas circunstancias, todo eso digo, me resultó un tema de trabajo atractivo y, en definitiva, conmovedor.

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