1 7   A Ñ O S
1987 / 2004
La autopista del sur


Por Leonardo Moledo

Todos marchamos, en la niebla todos
por la autopista del sur.
A tientas en la niebla
por la autopista del sur
a toda velocidad
por la autopista del sur.
¿Habremos de morir
en la autopista del sur?

El tiempo fluye a raudales
por la autopista del sur.

Vivir en la Argentina
es como recorrer
a gran velocidad
la autopista del sur.
Pasan villas miseria, pasan zonas
opulentas, grandiosas
pasan puentes y lugares
que van a todos los puntos cardinales,
del sur al norte, del este hasta el oeste
¡oh sensación de poder y omnipotencia!
¡oh ser dueño del espacio y de los tiempos! y el auto
sigue a gran velocidad
despreocupado del destino.

Y cada tanto hay baches, botellas
atravesadas, puentes rotos, basura
lugares sórdidos que los dioses olvidaron
donde la peste, el hambre y la muerte
los cuatro jinetes del Apocalipsis
hacen su agosto, su marzo o su septiembre
restos de naufragios anteriores, lugares simbólicos
donde ya se ha perdido la esperanza.
Pasás encima de todo, pisándolo
sin siquiera enterarte.


Dejad toda esperanza los que venís
a mí, dice una entrada lateral. Pantano.
¡Pero cuidado! Nada
es cierto
en la autopista del sur.
Anuncia niebla una noticia falsa
y un cartel luminoso dice “autopista despejada”
allí donde ha volcado un camión que arde
y las familias de los muertos lloran sobre los cadáveres
vestidas con el luto de los príncipes
orgullosas de su dios y su destino
y maldiciendo a la tierra y al tiempo
inexorable que los lleva
por la autopista del sur.

Fluyen los autos, los cuerpos, los cadáveres.
Fluyen la muerte y la esperanza
por la autopista del sur.
Todos veloces, en la niebla todos
Fluyendo como jinetes enloquecidos de horror
Se escucha en las cavernas la risa de los dioses
que abandonaron a los autos incautos
para que cumplan su destino.

Volver a los diecisiete es como lanzarse tanteando
a la autopista del sur. De pronto
los autos se acumulan y un enorme
embotellamiento detiene
todo.

Auto con auto, cuerpo a cuerpo protestan
los conductores que temen
la eternidad en la ruta
vivir y morir allí
auto con auto, golpe a golpe, verso a verso
limitando la superficie esmerilada con la superficie esmerilada
viendo al otro conductor enfurecido
que clava la vista en un infinito de coches
y maldice al cielo por haberse embarcado
en la autopista del sur (ese desconocido será para siempre
tu compañero en la desgracia
en esa inmovilidad que te sacude, esa impotencia que te impide
dejar el auto y seguir caminando
porque sabés que no llegarás a ningún lado).

Solo habrás de esperar eternamente
en la autopista del sur.

De un lado la miseria te amenaza
lugares precarios poblados de sombras peligrosas
que te acechan desde el borde
y del otro lado del cemento inmensas bóvedas
de alumbrados palacios y piscinas
donde gente espléndida se exhibe ante la luna y el sol.

Y esperás para siempre
en la autopista del sur y cuando
ya creías
que te quedabas en ese sitio para siempre
de pronto
algo pasa
no sabés qué, algo pasa
porque ocurre muy por delante tuyo
en un lugar que no ves ni adivinás;
el rostro de tu vecino se distiende
y todo empieza a moverse.
Muy lentamente al principio
se dispersan los autos, se extienden ya, y aceleran
vuelan ya por la autopista del sur
y feliz acelerás, acelerás por la autopista del sur viendo otra vez
pasar la opulencia y la miseria
y sabiendo que muy poco más allá
deberás detenerte nuevamente
y esperar entre un nuevo mar de coches
inmóvil
la muerte.