1 7   A Ñ O S
1987 / 2004
La fábula del chita y la tortuga


Por Raúl Dellatorre


El chita, también llamado guepardo, puede alcanzar velocidades de 110 kilómetros por hora. Es el animal más rápido de la Tierra. En estos diecisiete años, de 1987 hasta acá, la sociedad argentina vivió varias veces la sensación de vorágine. Y disfrutó de la velocidad, aunque no supiera bien hacia dónde corría. Vivió la euforia de los primeros tiempos de Menem y el destino de modernidad, de Primer Mundo, de viajes al exterior, de equipar la casa con lo último. Y si no había casa, había crédito para comprarla. En dólares, claro, comprados a un peso, valor que prometía ser eterno. Así también vivió la euforia del primer año de Kirchner, con sabor a revancha, el reverdecer de los valores sociales, el resurgir del Estado. La sensación de vertiginosa salida de un pasado oprobioso. Entre uno y otro, también hubo un paso vertiginoso de Rodríguez Saá por el sillón presidencial, inmediatamente sucedido por un no menos veloz Duhalde para terminar con la convertibilidad.
La tortuga terrestre, aunque no es el ser vivo más lento, lleva ese estigma. También hubo épocas en esos años en las que la inacción dejó la sensación de lentitud, pasividad, parsimonia. Así fueron los últimos años de Alfonsín, hasta que en 1989 le dejó paso al vértigo. De la Rúa en el gobierno, desde diciembre de 1999, se ocupó rápidamente de pinchar las expectativas de cambio, adormeciendo todo entusiasmo. La tortuga jamás avanzó, o al menos nadie la vio en movimiento. El prometido despegue sólo se cumplió cuando el helicóptero partió de la Casa Rosada. Otros tiempos más vertiginosos estaban llegando.
A diferencia de otros depredadores, el chita elige su presa. Si corre a una manada, no ataca al que cae o queda rezagado –al más débil–, sino que busca al elegido al iniciar la persecución. Kirchner hizo de sus discursos un estilete contra petroleras, privatizadas, organismos internacionales. Menem también eligió presas poderosas, al menos desde la formalidad democrática: la población que lo había votado y la prensa.
La tortuga terrestre es exclusivamente herbívora. Sus crías suelen ser fácil presa de los zorros y aves rapaces. El Alfonsín de 1987 ya no podía hincarle el diente a ningún rival poderoso. De la Rúa ni siquiera se tentó con platos tan fuertes. Ambos dejaron a sus crías –una joven generación de dirigentes de la Junta Coordinadora en el primer caso, el Frepaso en el segundo– a merced de zorros y aves rapaces en su debacle.
El chita no tiene hábitos nocturnos: sólo caza y devora sus presas bajo la luz diurna. Menem ni siquiera disfrazó sus favores hacia el poder. Kirchner es otro cultor de la alta exposición pública y tiene una marcada preferencia por dar pelea a plena luz del día, antes que en encuentros reservados. Rodríguez Saá no dejó un solo día de exponer sus movimientos, pero se le vino la noche antes de lo que esperaba.
En el horóscopo maya, los nacidos bajo el signo de la tortuga son conservadores en sus costumbres, creen en las normas de la buena educación y la ética. Suelen aparecer como “chapados a la antigua”. Tanto Alfonsín 1987/89 como De la Rúa 1999/2001 creyeron proteger los valores de la democracia y las instituciones con su falta de audacia, al punto de ponerla al borde de su quiebre sin siquiera darse cuenta.
El país intermitente entre la vertiginosidad y la quietud acompañó cada etapa del proceso renegando de su pasado, confiado en la impronta de sus gobernantes antes que en el debate de proyectos. En cada etapa, vivió la euforia inicial hasta llegar a la depresión final. Sintió como propio cada tramo del proceso, pero fueron los tiempos de alta velocidad los que más lo marcaron, hasta ahora. Aquel menemismo irreverente que irrumpió en el ‘89, derrotando a los “candidatos conservadores” Angeloz y Alsogaray, terminó concretando los sueños de los derrotados en las urnas, marginando a los que supuestamente representaba.
La hembra chita necesita que dos machos compitan por ella para entrar en celo. Entre los votantes de clase baja y los grupos económicos que se lo disputaban, Menem optó por el segundo pretendiente. Kirchner todavía no llegó a esa instancia (¿o sí?), pero la carrera ya está lanzada.