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Cartas de lectores|Martes, 2 de marzo de 2010

Opinión pública

A diario escuchamos hablar sobre censos e interpretaciones de la opinión pública, pero pocas veces nos detenemos a pensar en lo que la expresión implica. Así podemos encontrar definiciones como la de Bobbio, que nos habla de un mediador entre política y moral, entre sociedad civil y Estado que se vuelve así un espacio institucionalizado organizado en el ámbito del estado de derecho liberal, en el que los individuos autónomos y racionales proceden, en el debate público, a una comprensión de sí y a un entendimiento de sí. O a Giovanni Sartori, que la define como un público, o multiplicidad de públicos, cuyos difusos estados mentales (de opinión) se interrelacionan con corrientes de información referentes al estado de la res publica. Hoy me atrevo a decir, basándome en estas dos definiciones, que nos encontramos en un estado de decadencia de la opinión pública. A mis 21 años vengo de una generación que nació y creció en un país democrático, donde las heridas generadas por aquel golpe de Estado nos llegan a través de relatos que hasta nos resultan extremadamente ajenos a nuestra realidad cotidiana y donde la información que mamamos proviene de una despiadada enajenación de medios masivos interesados en el ruido de lo morboso. Así hay a quien le resulta normal la imagen de un decadente personaje como es Moria Casán escupiendo el retrato de quien luchó por lo justo y por hacer valer sus derechos como es Hebe de Bonafini; hay quienes ven lógico que un grupo empresarial sea dueño de 300 medios de difusión aunque le juegue en contra al resultado objetivo de la información. Me atemoriza creer que a mi generación le están robando la capacidad de formarse una ideología, de creer en un país justo para todos y, peor aún, la capacidad de querer informarse desde las fuentes mismas, de acceder a un punto imparcial de la información para poder armarse una conclusión propia... Me atemoriza ser parte de una generación que crea que su país es el peor del mundo sin siquiera saber que no fueron ellos quienes se crearon esa idea, sino que se la implantaron desde una caja de 21 pulgadas, porque como dijo un admirado periodista, una mentira interesante vale mucho más que una verdad aburrida...

Nahuel Escalada
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