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Cartas de lectores|Jueves, 9 de febrero de 2012

Spinetta

Lo más groso del Flaco era su viola. Eran su viola y su poesía.

El resto no me importa nada.

Por eso lo recuerdo. Por ese recital que vi con Luz hace dos años, donde tocó seis horas.

Por el otro que vi en julio del año pasado en un teatrito de San Isidro. Ya tocaba sentado. No se paró en ningún momento. No estaba bien.

Y por las tres veces que vi la presentación del disco doble de los Socios del Desierto. Una con Camila y Fer, de 6 y 8 años, que embolados se me durmieron en el pasto, en el recital.

Se murió una parte de mí. Otra. Otra más. Una parte de mi adolescencia, de mis quereres, de mis sentires.

“Cantata” ya no va a sonar como antes.

Pero me voy a seguir acordando de esa poesía, que está en su libro, Guitarra Negra: “No llegues a mí sin pronunciar mi nombre, yo soy tu vida, malentiéndeme”. MI VIDA, se llama.

La muerte parece ser parte de la vida. De su vida. De la mía también.

Cristina Fernández

Registro Nacional de Información de Personas Menores Extraviadas, Ministerio de Justicia y Derechos Humanos

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