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Ciencia|Miércoles, 4 de noviembre de 2015
Carolina Vera, doctora en ciencias de la atmósfera e investigadora del Conicet

“Argentina es el único lugar del mundo donde la gente se queja cuando no se cumple el pronóstico”

La experta estudia la variabilidad climática en Argentina. Además, explica por qué el calentamiento terrestre debe ser combatido con estrategias globales y analiza la conferencia internacional que se realizará a comienzos de diciembre en París.

Por Pablo Esteban
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Carolina Vera es vicepresidenta del Grupo de Trabajo I del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático.

¿Cómo se explica la variabilidad climática en Argentina? ¿Por qué se producen transformaciones atmosféricas tan repentinas que modifican las previsiones en cuestión de horas? La meteorología es la ciencia que estudia los procesos físicos que se desarrollan en la atmósfera a partir de la descripción y el análisis de los fenómenos producidos y las leyes que los rigen. Los pronósticos se realizan a partir de complejas ecuaciones matemáticas que no cuentan con solución analítica. Pese a que los modelos de procesamiento de datos son cada vez más sofisticados, los argentinos deben suavizar sus exigencias y sus reclamos ante la configuración de escenarios tan caóticos y escurridizos para el examen.

El calentamiento global es uno de los tantos modos en que se expresa el cambio climático, Desde aquí, no caben dudas: los seres humanos son los responsables de encender la hornalla que calienta más y más el ambiente, una olla que se presta a hervir en un futuro cada vez más cercano.

En diciembre se realizará en París la XXI Conferencia Internacional sobre Cambio Climático y cada país reportará el estado de su región. Argentina elaboró un documento denominado Tercera Comunicación Nacional sobre Cambio Climático que advierte el desarrollo de fenómenos extremos en las próximas décadas.

Carolina Vera es doctora en Ciencias de la Atmósfera, investigadora del Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CIMA), de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y del Conicet. Hace un mes fue escogida como vicepresidenta del Grupo de Trabajo I del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), una iniciativa del Programa de Naciones Unidas para el Medio ambiente (Pnuma), y la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Cuenta con una amplia experiencia en estudios relacionados a la comprensión, la simulación y la predicción de la variabilidad climática en Sudamérica. Además, es profesora en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA.

–¿Por qué estudió meteorología?

–Desde pequeña me gustaban la física y la matemática. En paralelo, gracias a mi madre, poco a poco cultivé el gusto sobre los fenómenos meteorológicos. Vivíamos en San Nicolás –provincia de Buenos Aires–, y admirábamos las tormentas, la belleza de la luna y el granizo. Luego, cuando estuve en el colegio secundario me interesé por la oceanografía. Sin embargo, se trataba de una ciencia que únicamente se estudiaba en un instituto de la Marina, y como estábamos en plena dictadura opté por descartarla. Finalmente, decidí cursar meteorología. Como la atmósfera y los océanos son fluidos que interactúan entre sí, aprendí bastante sobre el comportamiento de las aguas y sus profundidades y, en efecto, saldé mi deuda de adolescente. Por último, realicé el doctorado y mi objetivo fue investigar sobre el pronóstico numérico meteorológico y climático.

–¿A qué se refiere con eso?

–Básicamente a la resolución de las ecuaciones matemáticas que rigen la atmósfera y los océanos a partir de supercomputadoras. A los datos obtenidos se incorporan observaciones específicas de las zonas geográficas comprendidas, y con todo eso se elabora un pronóstico. Parece sencillo, pero es muy complejo.

–¿Por qué es complejo?

–El principal problema es que las ecuaciones que rigen a la atmósfera y a los océanos no tienen solución analítica. Desde aquí, uno realiza cálculos para lograr aproximaciones pero el pronóstico nunca será perfecto. No se puede resolver por la naturaleza caótica que caracteriza a nuestros objetos de estudio. Tenemos que entender los pronósticos como algo probabilístico. Se trata de quitar un poco de exigencia. Argentina es el único lugar del mundo donde la gente se queja cuando no se cumple el pronóstico. En Estados Unidos, por ejemplo, el porcentaje de falsa alarma en los pronósticos de tornados es del 80 por ciento y la gente se alegra, por supuesto.

–Esto me recuerda a la teoría del caos diseñada por el matemático estadounidense Edward Lorenz, también meteorólogo...

–Claro. Mediante la célebre frase “el aleteo de una mariposa en Brasil puede producir un tornado en Texas”, Lorenz quería describir las relaciones que se producen entre los fenómenos meteorológicos que, por su complejidad, no son susceptibles de ser pronosticados con exactitud.

–Desde esta perspectiva, ¿qué hacen los especialistas como usted para afinar el sistema de pronóstico?

–Buscamos mejorar las herramientas matemáticas en relación al modelo que utilizamos para pronosticar. Nosotros medimos, por un lado, la predictibilidad, es decir, cuán predecible es un fenómeno atmosférico. Desde aquí, puntualizamos sobre exámenes que nos permitan mejorar la antelación con la cual pronosticamos y reducir al mínimo el margen de error. Por otra parte, nos ocupamos de comprobar si los modelos con los que contamos son capaces de realizar ese pronóstico.

–En la actualidad, ¿con cuánta antelación es posible pronosticar?

–Depende de la región. En Argentina, de 0 a 5 días; pero en países ubicados en el Hemisferio Norte se puede pronosticar de 0 a 10 días porque allí son más predecibles los fenómenos.

–¿Por qué?

–Porque la distribución continente-océano hace que los fenómenos se organicen de una manera que facilita la realización de pronósticos con mayor antelación. En cambio, en el Hemisferio Sur, es todo prácticamente océano y en esas condiciones la atmósfera está libre y desata un mayor caos.

–En este marco, ¿cómo se explica la variabilidad climática en Argentina?

–La variabilidad climática en escalas más largas exhibe comportamientos con características más o menos definidas, pero el problema es que en nuestro país la incertidumbre es mayor porque, además, estamos fuera de las zonas tropicales. Los océanos tropicales cuentan con las aguas más cálidas del planeta que actúan como una hornalla para la atmósfera y la condicionan. Eso hace que persistan fenómenos climáticos por bastante tiempo y facilitan su predicción. Fuera de esta zona eso no ocurre, excepto, con algunos fenómenos específicos.

–¿Por ejemplo?

–Yo estudié los mecanismos físicos que explican el comportamiento del Niño durante los últimos 15 años. Es un fenómeno que se relaciona con calentamientos anómalos en el Pacífico ecuatorial que influencian muchísimo el clima. En las nubes se produce un proceso de condensación que libera calor y energía. De modo que esas grandes cantidades de calor presentes en las tormentas tropicales durante un Niño son capaces de alterar la circulación atmosférica del hemisferio sur en las zonas más alejadas del Ecuador y, particularmente, en Sudamérica. Argentina se halla ubicada en una zona estratégica para la recepción de las influencias del Niño. Si comprendemos esos mecanismos, los datos pueden ser procesados en computadoras y se puede pronosticar con mayor exactitud.

–Además de El Niño, ¿qué otros fenómenos influyen en la variabilidad climática?

–Existen cuencas oceánicas de gran importancia que, por caso, hacen que un verano sea distinto a otro en la misma región. De este modo, cuando hay un Niño, cuando el Indico Oeste está más caliente y el Atlántico está más frío, sabemos que va a llover más de lo normal.

Calentamiento, un asunto global

–Cuénteme en pocas palabras qué es el efecto invernadero.

–Es un proceso que se produce en forma natural y se relaciona con la atmósfera, esa capa gaseosa que permite el desarrollo de la vida en la Tierra. El ingreso de la radiación solar eleva la temperatura de la superficie terrestre que a su vez emite calor y comienza a calentar a la atmósfera desde abajo (por ello, la temperatura disminuye a medida que aumenta la altura y observamos la nieve que recubre los picos de las montañas más altas). Entonces, la atmósfera absorbe parte de ese calor existente en la superficie –a partir de algunos gases entre los que se encuentra el dióxido de carbono– y permite que la temperatura sea amigable.

–¿Y cómo influyen en este proceso natural las actividades humanas?

–Los seres humanos lo que hacen es aumentar la concentración de algunos de esos gases productores de efecto invernadero e intensifican el proceso de calentamiento global. Aunque los gases se emitan en China, en Estados Unidos o en cualquier parte del globo, la atmósfera los difunde en el término de semanas por todo el planeta.

–Por eso el efecto invernadero se debe combatir como un problema global...

–Exacto. Porque lo que contamina un país afecta a todos.

–Cuénteme acerca de la Tercera Comunicación Nacional sobre Cambio Climático.

–Realizamos un estudio en que analizamos las señales de variación de cambio climático en el país desde 1960 hasta el 2010, a partir de la combinación de datos existentes. Además, utilizamos modelos que nos permitieron observar las proyecciones de clima a futuro. Desde aquí, realizamos mediciones, de acuerdo a proyecciones sobre las emisiones de gases a futuro, y examinamos cuánto aumentaría la temperatura y cómo se robustecería el proceso de calentamiento global. Obtuvimos como resultado que a fines de siglo XXI, en un escenario de grandes emisiones, la zona del país con los aumentos más grandes de temperatura sería el noroeste argentino con un incremento que oscila entre los 3 y 4 grados. Además, se evidencian con mayor frecuencia la emergencia de olas de calor y de eventos con lluvias intensas.

–¿Cómo se enmarca el estudio que fue presentado en la Tercera Comunicación Nacional de Cambio Climático respecto a Convención Marco para las Naciones Unidas que se desarrollará el mes próximo en París?

–Esta comunicación se presentará en el evento internacional que contará con la presencia de autoridades especializadas en el área de 195 países. Cada uno de las naciones ya envió su compromiso de reducción de emisiones de gases. La idea será tratar de congeniar estrategias globales y discutir el modo en que los países desarrollados financiarán a los que se encuentran en vías de desarrollo para mitigar los efectos. Existen responsabilidades comunes pero diferenciadas. La mitad de las emisiones se explican a partir de lo que ocurre en regiones como Estados Unidos, China y Europa occidental.

–Desde esta perspectiva, ¿cree que se conseguirán buenos resultados?

–Por un lado, celebro que un tema tan importante como el calentamiento global sea discutido en ámbitos internacionales porque esto indica que la temática está en agenda. Sin duda, esto evidencia un paso importante. Por otra parte, los compromisos para reducir las emisiones de gases afectan las economías y los engranajes productivos de los países. Me cuesta pensar en los resultados que se obtendrán de todo esto.

–En el marco de los desarrollos sustentables, ¿qué estrategias ponen en funcionamiento los países para no resignar sus desarrollos económico-productivos y al mismo tiempo frenar el ritmo de concentración de gases de efecto invernadero?

–La idea rectora será mejorar la eficiencia energética a partir de la diversificación de la matriz eléctrica. Debemos encontrar opciones que satisfagan nuestras necesidades a partir mecanismos sustentables que cuiden el planeta y, en simultáneo, favorezcan el desarrollo.

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