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Ciencia|Miércoles, 4 de enero de 2006
ECOLOGIA DE LAS PLAYAS: ES NECESARIO PLANIFICAR

Los castillos de arena en las ciudades de la costa atlántica

El aluvión turístico que anualmente se precipita sobre las playas argentinas no sospecha que está construyendo con arena. Literalmente. José Dadón, biólogo marino, estudia los problemas estructurales que afronta la costa atlántica, frutos de la falta de planificación y la urbanización compulsiva.

Por Leonardo Moledo
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“Hay que revalorizar de algún modo el paisaje natural, ya que debe seguir siendo el centro del turismo costero”.
Es muy probable que los millones de turistas que van o vienen a las playas argentinas perciban las vacaciones como un estado simple, en el que el único problema es la administración del ocio. Sin embargo, la playa es un artefacto complejo, natural, ambiental, cultural, donde funcionan las múltiples interacciones de la sociedad. José Dadón, doctor en ciencias biológicas e investigador del Conicet, profesor de la FCEN de la UBA, demuestra que los partidos costeros, precisamente, son mucho más que arena y mar y multitudes en traje de baño: son mala infraestructura y falta de planificación y defectos que obstaculizan su pleno desarrollo. Y que, sobre todo, podrían superarse.
–Bueno, usted trabaja en un proyecto que tiene que ver con las playas y me parece un buen momento para contarlo. Hacen una especie de clasificación de las playas, ¿no?
–Algo así. Lo que buscamos es estudiar el modelo de ocupación de playas y la sustentabilidad de ese modelo: estudiamos 60 variables: de paisaje, poblacionales, sociales, económicas. También indicadores biológicos y geofísicos. Tratamos de ver cómo se comportan, cuáles están relacionados con cuáles. Con eso clasificamos los 40 partidos costeros de Buenos Aires.
–A ver, cuénteme.
–Lo que hicimos fue caracterizar tres modelos de desarrollo diferentes. Hay partidos con un perfil netamente rural, donde las actividades siguen siendo primarias, como Lobería y Tres Arroyos. Están los que son fundamentalmente turísticos o con un fuerte desarrollo urbano a veces asociado al turismo. Y finalmente, los que conservan una buena parte de su territorio con paisaje natural y que están sufriendo una urbanización rápida, como Villa Gesell, Pinamar, Partido de la Costa. Lo interesante es que hay muy pocos partidos intermedios que no son ni netamente rurales, ni plenamente urbanos ni totalmente naturales.
–¿Y?
–Lo interesante es ver la relación entre unos y otros. Por ejemplo, los rurales son independientes de los otros dos, no tienen mucha relación, en cambio el que es natural o incipientemente urbano tiende hacia lo urbano.
–¿Por ejemplo?
–Por ejemplo el Partido de la Costa, porque aunque tiene muchas características naturales, tiende a ser totalmente urbano. Lo que se está ocupando y urbanizando en las áreas costeras son básicamente áreas naturales, no zonas rurales. Fíjese que en el Gran Buenos Aires se fue extendiendo la urbanización sobre las zonas de cultivo más ricas del mundo: Pilar, Escobar.
–Pero en la costa no es así.
–No. El avance urbano y turístico se está realizando sobre zonas que no están ocupadas, sobre zonas costeras o de médanos, no sobre áreas previamente habitadas.
–¿Y cómo se está produciendo ese avance? ¿Bien? ¿Mal? ¿Razonablemente?
–En realidad hay algunos problemas estructurales. Por ejemplo, el Partido de la Costa, el de Villa Gesell, el de Pinamar y el de Monte Hermoso se diseñaron sobre cordones costeros, que lo único que tienen es arena, agua potable, buen paisaje y recursos turísticos. Pero no tienen buenos cursos de agua ni campos cultivables. Lo único que pueden hacer es urbanizarse y vender servicios a los turistas. Algunos tienen un desarrollo más equilibrado, por ejemplo Villa Gesell ha decidido urbanizarse y reserva una buena parte del sur como área natural. Pero en perspectiva, van a existir 90 kilómetros de longitud por dos de ancho con un continuo urbano que probablemente termine teniendo problemas similares a los de la zona costera de la ciudad de Buenos Aires.
–Bueno, ¿pero en principio qué tiene de malo?
–Si se planifica correctamente, nada.
–¿Y se planifica correctamente?
–No.
–Lo sospechaba, no sé por qué.
–En general el trazado de la costanera no respeta las líneas de médanos de la playa y entonces se pierde la primera defensa contra el avance del mar, con lo cual en lugar de encontrarse con los médanos se encuentra con la costanera. Otro problema: la provisión de agua: las napas se agotan rápidamente. Ciudades como Mar de Ajó ya agotaron sus napas. También hay cuestiones socioeconómicas importantes, por ejemplo, ¿qué hace la gente cuando se acaban el turismo y la construcción?
–¿Y qué actividades podría haber?
–En realidad, hace falta mercado para industrias que no sean contaminantes. Mar del Plata vivió mucho tiempo con industrias textiles, además de tener un puerto importante y de ser un centro regional y de poseer un gran factor rural. Lo que sí se podría hacer es proponer diferentes modelos de turismo.
–Estaba pensando: “Turismo sofisticado”, por ejemplo.
–Algo así. Ecoturismo, o turismo cultural.
–Lo que pasa es que es muy difícil competir con las playas brasileñas.
–¿Pero por qué?
–Bueno, el mar es muy frío, la arena es asquerosa.
–Quizá lo que haya que hacer sea cambiar la percepción de la gente.
–¿Cómo?
–Nuestros mares son mares templados, no tropicales. No son mares con agua transparente, con corales y arena blanca.
–Uno se muere de frío.
–Pero eso puede ser un atractivo. Es interesante saber cómo se creó el turismo en Argentina. El turismo costero, más o menos en 1870-1880, se hizo emulando al europeo, sobre todo al francés y al inglés. El turismo de Mar del Plata originalmente era un turismo contemplativo.
–Copiaban el turismo europeo con las mujeres paseándose por el Lido de Venecia.
–Sí, era un lugar de encuentro social. Era Carlos Pellegrini con sus sobrinos. Lo que importaba era la calidad escénica y el estar lejos de Buenos Aires; un lugar donde uno se encontraba con gente de su misma calidad social, donde lo que buscaba era cambiar todas las noches de vestido, grandes fiestas en el salón.
–Bueno, sí, el turismo masivo, con las mallas puestas, es una cosa del siglo XX.
–Y es interesante ese cambio social, ver cómo el cambio social deriva en un cambio económico que genera un cambio ambiental.
–La cosa más común de la Tierra.
–Exactamente, pero lo particular es que acá aparentemente no hay nada productivo en el medio; no es que estamos cambiando el paisaje para producir cereales o alimentar a la gente, es el ocio lo que cambia todo.
–El ocio como mercancía, el ocio de la clase media que aparece con el ferrocarril, porque antes, ¿quién podía ir a Mar del Plata? Eran viajes imposibles para el tipo medio. Para llevar a mucha gente se necesita el tren.
–Entonces, al principio tenemos una oligarquía porteña que imita a la aristocracia europea. En la década del ’30, una clase media porteña que imita a la oligarquía. En la década del ’40 una clase obrera que imita a la clase media. En la película Balnearios se ve gente que está en la playa que no sabe qué hace ni para qué va.
–Bueno, lo escribió Sebreli en un libro que se llama Mar del Plata, el ocio represivo.
–Pero mirémoslo desde el otro lado, ese cambio social que induce un cambio económico. En principio, le brinda a la Argentina su primer proyecto de intervención en la zona costera que no sea portuaria. Hasta 1880 Argentina tenía costas que para lo único que servían era para poner puertos. Con la Campaña del Desierto el país pasa de tener unos 3800 km de costa fluvial de los ríos a tener 4725 km de costa marítima, para la cual no tenía proyecto. Era vista como una zona desierta, que se refleja en las discusiones de los senadores de Buenos Aires. Se fundan pueblos en todos lados menos en las costas. El turismo, entonces, es el primer proyecto para las costas de la Argentina. Las zonas pasan a la economía nacional, mueven entre 7 y 8 millones de personas al año. Usted decía que el agua es fría.
–Sí.
–Es una cuestión de percepción, de ver qué busca uno en la playa. ¿Por qué las arenas son feas? ¿Porque no son blancas ni crujen cuando uno las pisa? Las arenas de Argentina son llamadas arenas doradas, con lo cual cambia la forma en que se percibe el paisaje. El paisaje también es atractivo. Ese mar frío es mucho más productivo, es el mar que tiene la merluza, el calamar. En los lagos del sur tampoco es posible bañarse.
–Bueno, pero tienen un paisaje muy particular. El uso contemplativo de las playas de la costa es dudoso.
–Seguramente el uso contemplativo no sea una actividad masiva, eso es cierto. Pero el desafío de los planificadores está ahí. Volvamos al paisaje. Si lo único que se le ofrece al turista son edificios, entonces no tiene por qué viajar hasta ahí. Pero si valorizo el paisaje natural, de alguna manera atraigo más gente. El paisaje tiene que seguir siendo el centro del turismo costero.
–A menos que los edificios sean muy atractivos.
–Bueno, ésa es otra de las cosas que estamos estudiando. ¿Se puede llegar a desarrollar un estilo particular? En general estas ciudades crecieron con una mala planificación o sin planificación urbana.
–Acá en Argentina las cosas crecieron sin planificación.
–Parte de nuestro proyecto es generar una visión del conjunto. Los problemas ambientales son sociales; cuando el hombre decide edificar todo cambia. La interferencia es inevitable, pero se puede hacer de manera inteligente o de manera torpe. Una de las formas es, por ejemplo, no apostar sólo al turismo, sino mantener el balance con otras actividades económicas.
–¿Y cómo sería la planificación? ¿Quiénes tendrían que sentarse a la mesa?
–Los intendentes, la provincia, los municipios y los privados. Habría que aprender de problemas pasados, ver cuándo surgen los inconvenientes y prevenir los conflictos que puede llegar a haber. Las ciudades chicas todavía están a tiempo de salvarse, porque los problemas surgen cuando alcanzan un cierto tamaño.
–Bueno, me parece un buen cierre para algo que probablemente no se va a hacer nunca, porque los intendentes seguro que están en una reunión.

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