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Contratapa|Viernes, 6 de junio de 2008
IRENA SENDLER

Una luz en la obscuridad

Por Jack Fuchs *
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Con la muerte de Irena Sendler, desaparece un ser único, por su bondad y entrega en uno de los momentos más trágicos de la historia de la humanidad. Fue uno de los testigos más importantes, uno de los últimos que quedan en nuestros días, del horror de la Segunda Guerra Mundial y, particularmente, de la destrucción de la comunidad judía de Varsovia.

Irena conoció la plenitud de esa comunidad de 350.000 judíos, con sus instituciones culturales, educativas y deportivas. La conoció en 1939 y vivenció su liquidación dentro del gueto y su transporte hacia los campos de exterminio. Estuvo adentro y afuera. Antes y después. Eso la convirtió en una testigo muy especial. Pero su valor excepcional como ser humano reside en el extraordinario trabajo que realizó para salvar a miles de niños judíos de la muerte.

Irena Sendler nació en Polonia en 1910, hija de padre médico, activista del Partido Socialista polaco cuyas ideas fueron una gran influencia para ella. En 1939, cuando la Alemania nazi invade Polonia, Irena trabajaba en el Departamento de Bienestar Social de Varsovia, que administraba los comedores comunitarios de la ciudad. Gracias a ella, estos comedores comienzan entonces a proporcionar también ayuda y asistencia –entrega de ropa, medicinas y dinero– a familias judías. Cuando en 1942 se designa un área cerrada para alojar a los judíos, conocida como el Gueto de Varsovia, Irena se une al Consejo para la Ayuda de Judíos, Zegota, organizado por la resistencia polaca. Dentro del gueto había 400.000 judíos –de Varsovia y provenientes también de pueblos vecinos– y entre ellos 100.000 niños, condenados a morir de hambre y tifus. El trabajo de Irena la llevó a poder ingresar en ese infierno que era el Gueto de Varsovia. Fue testigo, día tras día, del horror. Comienza entonces a organizar, junto a otras personas, el rescate de niños judíos. Fue una tarea riesgosa y difícil en un doble sentido: burlar la seguridad nazi, por un lado, y por otro lograr convencer a los padres de los niños a que los entregaran para que fueran salvados y protegidos. Era muy habitual que Irena enfrentara la resistencia de los padres, que se negaban a entregar a sus hijos. Sucedía frecuentemente que decidían no desprenderse de ellos y, al día siguiente, cuando Irena volvía a intentar convencerlos, no los encontraba más. Ya no estaban allí. Ni los padres. Ni los niños. Habían sido asesinados o deportados a los campos de exterminio. En octubre de 1943, Irena es descubierta por los nazis y detenida. Sufre torturas pero no se quiebra. Es sentenciada a muerte y, gracias al soborno por parte de miembros de la resistencia polaca a los alemanes, logra escapar y continúa con su trabajo.

Irena, junto a las personas y familias que albergaron a los 2500 niños salvados serán siempre recordadas. Pusieron en riesgo su vida y muchas la perdieron al ser descubiertas. No puedo dejar de pensar en el coraje de todos ellos y honrar su memoria.

Tampoco puedo dejar de pensar en lo que sucedía entonces en el resto del mundo. Los países aliados ya contaban con información sobre lo que estaba ocurriendo en Polonia, pero no tenían interés alguno en actuar contra esa barbarie. Estaban ocupados con la guerra, con la batalla. Algunas organizaciones civiles en los países aliados pedían a sus gobiernos que reaccionaran y llevaran a cabo alguna acción –bombardeo de líneas férreas y de los campos, por ejemplo– para frenar y lograr terminar con el genocidio del cual todos estaban al tanto. El pedido no fue escuchado. O peor. La respuesta aliada seguía siendo: lo importante es ganar la guerra. Una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, gran parte de los niños salvados por Irena habían perdido a sus verdaderos padres. Muchos fueron reasignados a familias judías en Estados Unidos, Francia y otros países, en algunos casos a parientes lejanos, en otros casos a familias totalmente desconocidas para ellos.

Con el fin del conflicto bélico, los aliados pudieron recuperar los territorios, lo mismo sucedió en el caso de Polonia, que perdió territorio durante la ocupación nazi, y pudo recuperarlo y reconstruir sobre él. Pero fue imposible recuperar la suma de pequeños pueblos, aldeas y comunidades judías en las grandes ciudades. Fueron borrados del mapa y no quedan casi rastros.

Irena se lleva consigo miles y miles de imágenes y vivencias de todo aquello.

En ese mar de maldad, Irena Sendler fue una gota de bondad. Y será recordada por ello.

- Intelectual y pedagogo. Sobreviviente del campo de concentración de Auschwitz.

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