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Contratapa|Martes, 11 de noviembre de 2008
Las despedidas a un parlamentario europeo y a un niño del Gueto de Varsovia

Los caminos de la muerte

Por Jack Fuchs *
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Este año, más precisamente el 13 de julio, murió en un accidente automovilístico Bronislaw Geremek, ex ministro de Relaciones Exteriores de Polonia –entre 1997 y 2000– y miembro del Parlamento Europeo hasta el día de su muerte. Nacido en Varsovia en 1932, fue encerrado en el Gueto de su ciudad junto a sus padres, entre 1940 y 1943. Su padre fue deportado a Auschwitz y asesinado. Geremek fue rescatado y salvado del Gueto junto con su madre, que luego contrajo matrimonio con quien los salvó y cuyo apellido adoptó el pequeño “Berele Lewartow”, luego conocido como Bronislaw Geremek.

Su vida intensa lo llevó a pertenecer durante casi dos décadas al Partido Comunista, luego a estudiar Historia medieval becado en París y más tarde a renunciar al Partido, en 1968, luego de la invasión de la Unión Soviética a Checoslovaquia. De regreso en Polonia, se une a Lech Walesa y trabaja activamente en el movimiento Solidaridad. Es considerado uno de los arquitectos del régimen político polaco posterior al comunismo y trabajó arduamente para el ingreso de Polonia a la Unión Europea, de cuyo Parlamento fue miembro.

Murió a los 76 años. Durante su vida política nunca negó su origen judío y en las escasas veces que le preguntaron respecto de su infancia y los años pasados en el Gueto de Varsovia, siempre se refirió a esa etapa de su vida como un capítulo cerrado. Mantuvo siempre una sorprendente distancia con respecto a su historia familiar. Más que distancia, ruptura. Su funeral fue realizado en la Catedral de Varsovia, bajo el rito católico.

La última etapa en la vida de las personas casi siempre determina sus adioses. Para cada observador o testigo murió un Geremek distinto: un niño del Gueto de Varsovia; un judío “traidor” de Polonia, un humanista e historiador prestigioso, un patriota. Definiciones muy diferentes, pero todas miradas sobre Bronislaw Geremek. Los discursos en su funeral y los homenajes posteriores fueron numerosos. Entre ellos, el presidente del Parlamento Europeo, el líder del grupo político polaco al que perteneció, definiéndolo como todo un humanista, símbolo de la reunificación, héroe polaco.

Marek Edelman, único sobreviviente y comandante del levantamiento del Gueto de Varsovia, destacó su humanismo y, sorprendentemente o no, no mencionó que se trató de un niño salvado milagrosamente del Gueto. Otros mencionan ligeramente que fue testigo de lo sucedido en el Gueto, durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Es posible borrar casi al unísono el pasado? Con sólo once años fue testigo y víctima de uno de los episodios más trágicos de la historia de la humanidad. Su vida, luego, transcurrió en gran parte nuevamente en Varsovia. Me pregunto si al pasar delante de los monumentos erguidos en memoria de la resistencia judía en plena ciudad –en la cual antes de estallar la guerra vivían 300 mil judíos– no sintió alguna vez la necesidad de parar y rendir un homenaje a las víctimas.

Si hubiera muerto en los campos de exterminio, como ocurrió con su padre, nadie lo recordaría. Si hubiera muerto realizando tareas para el Partido Comunista, al que perteneció hasta 1968, lo hubieran enterrado al compás de La Internacional. Murió en Polonia, después de la caída del Muro de Berlín y de la desaparición de la cortina de hierro, y su despedida respondió a la mirada de algunos. Otros –entre los que se encuentran militantes polacos antisemitas– lo consideraron siempre “un judío peligroso” y no un patriota polaco.

Murió el niño judío rescatado del Gueto de Varsovia; murió el comunista; también el anticomunista y el patriota polaco que buscó la independencia de Polonia y el fin de comunismo; murió el humanista europeo. Para otros, murió Lewartow, el judío. Pareciera que con su desaparición fueron muchos los que murieron. Sin embargo, me llama la atención el olvido de su pasado más primitivo, más lejano en el tiempo y posiblemente más doloroso.

Espero que estas palabras no parezcan una evaluación de mi parte ni un juicio de valor sobre la vida de Bronislaw Geremek. No es mi intención. Mi único objetivo es simplemente reflexionar sobre cómo la memoria personal y única de cada ser humano es compleja y misteriosa. La vida va encontrando, paradójicamente, la forma de sobrevivir hasta a lo más horroroso.

* Pedagogo y escritor. Sobreviviente de Auschwitz.

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