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Contratapa|Martes, 1 de diciembre de 2009

Cracks

Por Rodrigo Fresán
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Desde Barcelona

UNO En mi televisor –otra vez, reportes non-stop, es la mañana del sábado pasado–, nuevos despachos acerca del clásico Barça-Real Madrid que va a jugarse al día siguiente. Estadísticas, pronósticos, ¿Messi o Ronaldo?, los cientos de millones que vale toda esa carne de futbolista corriendo sobre el césped (“¡El partido más caro de la Historia!”, gime un periodista casi al borde del orgasmo; “¡500 millones de personas lo verán en todo el mundo!”, acaba otro aullando), opiniones de niños malísimos y de ancianos domesticados por tantos años de patadas... El resto de la realidad es, apenas, música de fondo un poco molesta. Entonces, en mi equipo de sonido, una canción de The Kinks del disco UK Jive (1989) titulada “Down All the Days (To 1992)”. Allí, lo que comienza siendo una encendida bienvenida a la por entonces inminente Nueva Europa y un encendido himno a las posibilidades de unirse para rejuvenecer a un Viejo Mudo –a las pocas estrofas y agotados varios idiomas mal pronunciados, como si se arrepintiera de su ingenuidad–, acaba siendo un (otro) lamento del crack Ray Davies quebrado por la mujer que (de nuevo) acaba de abandonarlo. Todo un clásico.

DOS Así, apenas una semana después, ya nadie habla o se preocupa demasiado por los recién transcurridos cónclaves donde acaba de elegirse al reciente presidente de Europa. Queda, sí, el reparto de cargos clave. Felipe González dio una larga entrevista a El País, donde dijo cosas como: “En el 2050, a Europa le faltarán 70 millones de personas en activo”, en un marco de nacionalismos y fracturas crecientes. Y continuaron trazándose cautos –y no tanto– perfiles sobre la baronesa irlandesa Lady Catherine Ashton y el belga Herman van Rompuy. Este último es el crack y nuevo Nº 1 de la región. Alguien a quien, en principio, se acusó de gris y opaco. Alguien que –a medida que pasan los días– parece un personaje cada vez más interesante. “Es cínico, es espiritual, es Van Rompuy” y “El tapado maquiavélico” fueron algunos de los titulares para quien fue educado por jesuitas y suele retirarse tres o cuatro veces al año a meditar a un monasterio y salir de allí fortalecido y con sonrisa sinuosa. Quienes lo conocen de cerca advierten que Van Rumpuy viene a ser algo así como un Richelieu siglo XXI al que ningún mosquetero le preocupa demasiado. “Puede matar a sus rivales sin dejar rastro”, tembló alguien que no quiso dejar su nombre, y recordó que Van Rumpuy llegó a primer ministro de su país luego de filtrar una carta que arrastró barranca abajo a su predecesor. “Aquello fue puro Van Rumpuy”, agregó alguien más acerca de este hombre de aspecto inofensivo, amante de la buena literatura y, de paso, aficionado a la composición de haikus. Aquí va un ejemplo de quien parece que, al final, no tiene un pelo de tonto: “El viento agita el cabello. / Pasan los años, sigue el viento. / Qué pena que ya no haya cabello”.

TRES Y puestos a analizar capilares, me pregunto cómo es que se les ha pasado a los periodistas deportivos la posibilidad de llenar más espacio comparando peinados y cortes en las cabezas de los cracks Leo Messi y Cristiano Ronaldo. Mientras que el segundo obedece a la estética ya demodé del metrosexual, el primero opta por una melena infantil de colegio estatal primario de los años ’70 y, oh, qué estoy escribiendo, qué hago yo –contaminado– escribiendo estas cosas...

CUATRO ... mientras escucho estas otras: “Esa canción trataba sobre el optimismo y la posibilidad de una Europa por fin unida”, comentó Ray Davies al incluir a “Down All the Days (To 1992)” en la caja antología Picture Book de 2008. Y agregó: “Recuerden que yo fui un war baby, nacido justo después de la Segunda Guerra Mundial. Así que, para mí y para mi generación, 1992 fue como una maravillosa oportunidad. El problema es que esa maravillosa oportunidad no ha ido dándose de la mejor manera y es así como, pienso, las autoridades de la Comunidad Europea han dejado de lado a mucha gente. Desde un punto de vista político, estoy muy decepcionado; pero en lo que se refiere a esta canción, yo sigo sintiéndome muy orgulloso de la euforia que transmite. Y, además, ahí estoy yo intentando cantar en todos esos idiomas...”

CINCO Más cerca –mientras el gobierno central y las autoridades catalanas se aprestan a un nuevo duelo por el interminable tema del Estatut en una región cada vez más envejecida y de la que comienzan a escapar los inmigrantes empujados por el viento de la crisis; mientras un sumo sacerdote informa a diputados que viven en pecado y que no podrán comulgar por haber votado la nueva ley del aborto–, Zapatero continúa jugando en plan dueño de la pelota. Y –antes de avanzar– me explico ante la curiosidad de quienes me preguntaron sobre el tema: no es que no me guste Zapatero, no es que no piense que Zapatero es una opción mucho mejor que Rajoy o cualquier barón del Partido Popular; pero sí pienso que este Zapatero es peor que el Zapatero que uno alguna vez votó y se creyó. Zapatero, sin embargo, parece creer mucho en sí mismo. Demasiado. Y abundan los rumores de una actitud cada vez más César-mesiánica-el-Estado-soy-yo. En la penúltima edición de la Vanity Fair española, Carlos Solchaga –hombre fuerte de la vieja guardia del PSOE– advertía que “Zapatero vive en un mundo presidencialista donde el único agente relevante es él y trata a los demás como secretarios”. Y apuntaba una cierta compulsión a la política-titular: “Zapatero será recordado por sus conquistas sociales –paridad de las mujeres, derechos de los homosexuales, regulación del aborto–, pero de ahí no puede derivarse que vaya a legislar pensando sólo en los gays, en las mujeres o en los sindicatos. Cada cual se ubica donde le parece bien. Pero, una vez ubicado, sabe que su primera obligación como presidente del país es gobernar para todos”. Y en la Vanity Fair de este mes, un reciente ex ministro continúa: “Cuando Zapatero habla del ‘proyecto’, habla únicamente de sí mismo. De hecho, la frase que más repite es la de ‘Confiad en mí’”. Y no es sencillo confiar en alguien que parece haberse vuelto adicto a esos otros haikus que son los slogans constantes y los lanzamientos y relanzamientos de, sí, “proyectos” en convenciones fiesteras con la estética histérica de esos bailes zombis en cruceros caribeños. El efecto cansa, provoca fatiga de materiales y está claro que nadie debería gobernar dos turnos seguidos. No es bueno. De acuerdo, cuatro años no son muchos. Tal vez habría que pasarse al sexenio mexicano. No sé. Para Zapatero, en cualquier caso, tudo bem. Y esa convicción de hipnotizador en la que se llega a afirmar que está bien que se detecten tantos casos de corrupción en la clase política porque esto significa que el sistema funciona... A eso –mientras un puñado de multimillonarios se preparaba para jugar un partido– apuntaba el escritor Javier Cercas en su columna del domingo. Y daba en el blanco: “La democracia es un sistema político infinitamente mejor que cualquier otro porque es infinitamente perfectible; pero si los encargados de perfeccionarla deciden que no hay nada que perfeccionar o dicen que hay mucho que perfeccionar, pero no hacen nada por perfeccionarlo, entonces la democracia se convierte en un camelo. Siempre desconfié de los entusiasmos en política y, en consecuencia, siempre voté, con notable entusiasmo, al menos malo, básicamente para que nadie votase por mí; pero si no hay nada que perfeccionar, yo tampoco tengo nada que votar, y además da lo mismo lo que voten por mí, si todavía queda alguien que quiere votar. Es verdad: diga lo que diga Zapatero, estamos deprimidos; pero los políticos confían en que se nos pasará. ¿Se nos pasará? Se acaba el tiempo. Yo me bajo en la próxima. Puede que no sea el único. Ustedes verán”.

SEIS Y todos lo vieron y ahora lo están analizando. Circo y circo. Y el pan te lo debo. Barcelona 1 - Real Madrid 0. Y ya es lunes, martes, miércoles... Y crack significa jugador estrella pero, antes de eso, significó y sigue y seguirá significando estrellado, grieta, fracaso, fisura, chirrido, chiste no muy bueno y sí demasiado conocido en el que la punchline y el motivo de risa somos, siempre, nosotros.

Ja.

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