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Contratapa|Martes, 1 de febrero de 2011

Modo de desempleo

Por Rodrigo Fresán
Desde Barcelona

UNO Por fin –luego de semanas de obligarnos a hacer sumas y restas y multiplicaciones y divisiones con cada noticiero– el folletín aventurero de la reforma de las pensiones y la búsqueda de las bases para asentar un Nuevo Pacto Social llegó a un último episodio que, como se sabe con estas cosas, nunca será el último. Si Indiana Jones nunca descansa y trabaja hasta edad avanzada por qué van a descansar ustedes, parecían decirnos los representantes de la patronal y los sindicatos y el gobierno que hacia el fin de la semana pasada y casi a último minuto del que disponían salieron a hacerse la foto triunfal y broncínea.

Atrás quedaban jornadas discutiendo por eso de subir la edad de la jubilación de los 65 a los 67 años calculando dineros a aportar a la seguridad social y porcentaje de pensión a recibir con argumentos más bien líricos del tipo si ahora la esperanza de vida es mayor, entonces mayor debe ser el tiempo de trabajo. Argumentos que apenas escondían una contracara más bien sórdida: si no se aporta más dinero durante más tiempo a lo largo y ancho de la juventud y madurez, todo los cálculos aseguran que no habrá billetes suficientes para mantener a los viejos de mañana. Así que primero a cotizar unos 38,5 años para después recibir la justa recompensa aportada por huestes de jóvenes profesionales y trabajadores agradecidos por el camino abierto y las rutas antaño construidas por sus mayores y, allá vamos, rumbo al infinito y más allá.

DOS El problema es que la “buena noticia” del acuerdo y la armonía universal vino ensombrecida por uno de esos datos –virtual Catch 22 en el contrato– que derrumba la solidez de una estructura social demasiado parecida a un castillo de naipes o de arena erigido en el aire. A saber: el 2010 –año terribilis en el que a más de 370.000 empleados se les enseñó la precisa ubicación de la salida de emergencia– acabó con más gente en el paro que nunca en toda la historia española moderna. A saber: 4,7 millones de personas en la calle y que, por no tener acceso a un trabajo no aporta mensualmente a la seguridad social y, por ende, no junta dinero para las jubilaciones de ahora nomás ni suma años para el propio descanso del guerrero. Y esos casi cinco millones de desempleados –más del 20 por ciento de la población activa– incluyen a un 38,4 por ciento de jóvenes entre 20 y 24 años y un 25,9 por ciento en las edades comprendidas entre 25 y 29 años. La Depresión sigue deprimiendo, las reformas laborales (donde se incluían ayudas para el despido rápido y fin de las ayudas para los caídos en el limbo) no parecen haber servido de mucho, y ya hay más de dos millones de personas que llevan más de un año buscando y no encontrando trabajo. Y demasiados hogares (me resisto a teclear el número preciso... me da miedo... bueno, voy a hacerlo: 1,3 millón) donde ninguno de sus miembros se levanta temprano para ir a trabajar no porque se les haya roto el despertador sino porque no hay motivo alguno para despertarse. Hagan cálculos, tracen flechitas, saquen balcón con vistas a un agujero negro en el que los jóvenes cada vez desconfían más de la clase dirigente, buscan refugio en el recreo de las drogas legales (se ha disparado el consumo de alcohol, un 4,4 por ciento de la población es ya considerada “bebedora de riesgo”), continúan viviendo con los padres hasta bien entrados en la tercera década de una eterna adolescencia (hace tiempo que se habla de una Generación Ni-Ni compuesta por un 14 por ciento de la juventud local que ni estudia ni trabaja), y se consumen demasiadas horas frente a una computadora sonambulando entre descargas ilegales y perfiles sociales donde es tan fácil ser otro, ser quien en realidad se querría ser.

TRES De ahí que cada vez salgan más en los diarios artículos sobre la nueva ola migratoria que comienza a tomar fuerza. Sólo que esta vez el villano no es el Franco (caudillo) sino el euro (moneda cada vez más esquiva e inestable). De ahí también que el pasado domingo los diarios hayan dedicado gran espacio al anuncio de Angela “Big Boss” Merkel de estar dispuesta de llevarse para la ya recuperada Alemania a ibéricos calificados –entre 500.000 y 800.000 trabajadores– para que asuman trabajos disponibles, reeditando así una fuga de cerebros y talentos que ya tuvo una primera parte a principios de los años ’60 del pasado milenio. La movida de entonces hasta estrenó su correspondiente película con título más bien patético. En 1971, la socio-comedieta Vente a Alemania, Pepe nos traía y se llevaba a un Alfredo Landa con boina mudándose a tierras germanas, contemplando a walkirias de pechos operísticos con ojos desorbitados, y ya se imaginan cómo sigue. La oferta salvadora de Merkel, claro, tiene bastante de regalo envenenado. Por un lado cerrar la puerta a cualquier reforma de las leyes de inmigración extracontinental optando por surtirse de mano de obra extranjera pero cercana. Por otro, contratar a los mejores de países con los que compite directamente para engrandecimiento y gloria de Germania y consiguiente pobreza y atraso del sitio que los vio nacer. Y, además, poniendo sobre la mesa no tan nuevas tristes nuevas: el poco volumen de egresados en las carreras llamadas “técnicas”, la reconfirmación de que el nivel de estudios y capacitación del español medio no es de los más altos del continente (si bien abundan los “sobrecualificados” porque, a la espera de conseguir un puesto, se la pasan entre cursos y posgrados) y de que su idea del trabajo y disciplina dista mucho de los parámetros nórdicos. ¿O por qué se creen que los rubios nibelungos bajan todos los veranos a las playas mediterráneas para volverse locos por unas semanitas y hacer todo lo que no pueden hacer en casita, eh?

CUATRO Una cosa está clara: ni Felipillo ni Josemari tendrán que partir a nuevas tierras para llevar comidas a sus respectivas mesas. Me explico: Felipe González y José María Aznar reciben –por sus servicios prestados a la patria, desempleados apenas cruzado el medio siglo de sus vidas– una jubilación anual y vitalicia de unos 80.000 euros + oficina y número a negociar de colaboradores a su servicio + coche oficial con chofer para siempre + servicio de guardaespaldas. A no indignarse: Merkel se llevará 240.000 euros (Schröeder ya se los lleva y suma 1,5 millón por sus servicios actuales a una filial de la rusa Gazprom), Zarkozy 18.000 al mes, Obama 200.000 dólares al año. Y todo esto, claro, porque se supone que un ex mandatario no la tiene fácil para seguir trabajando. Y porque su privilegiado conocimiento de materias sensibles más una nutrida agenda con los números y emails de personalidades clave los convertiría en figuras codiciables para empresas nacionales y multinacionales. Pero hete aquí que la ley –luego de una veda de dos años para ofrecer servicios a firmas con las que pudieran haber tenido alguna relación durante su gestión, es decir, casi todas– les permite salir a ofrecerse al mejor postor. Y es así como en los últimos días casi cinco millones de desocupados se desayunaron (los que siguen desayunando) con la noticia de que González y Aznar –sin renunciar a sus generosas pensiones, sueldos y prebendas varias por asesorías a magnates como Slim y Murdoch, contratos millonarios por libros y conferencias, o actividades en fundaciones propias o “comité de sabios” para el análisis del futuro de la Unión Europea– habían fichado para Gas Natural y Endesa respectivamente. González cobrará unos 126.000 euros anuales, cortesía de la empresa gasificadora, y Aznar unos 200.000, cortesía de la empresa eléctrica. Esa diferencia de 74.000 euros entre uno y otro es lo que, supongo, sigue haciendo a Aznar “el malo de la película” y a González “el no tan malo o casi bueno de la película”. Y, claro, de nada sirvieron las protestas de partidos minoritarios (léase “de izquierdas” o “autonómicos”, esos que me temo nunca se alojarán en La Moncloa) proponiendo suspensión de dineros del Estado o prohibición de suelditos privados y todo eso. Lo único que consiguieron –por una vez– es que el PSOE y el PP cerraran filas, porque eso no se toca y hoy por ti y mañana por mí. La portada de El Jueves se rió del asunto (verla a lo grande en http://www.eljueves.es/2011/01/17/ser_presidente_chollo.html) provocando eso que se conoce como “sonrisa helada” imposible de entibiar con vatio o caloría.

CINCO Y ya lo vi, en uno de esos canales culturales, en uno de esos programas de medianoche: joven dramaturgo español (ya embutido de una de esas coloridas remeras sin logo tan inequívocamente porteñas) saludando a papi y a mami desde un escenario under en Palermo Raval o Palermo Chueca o algún otro Palermo donde, parece, cada vez más aterrizan descendientes más o menos lejanos y en reversa de aquel patriarca que alguna vez vino a hacer la América. “En España no podía desarrollarme”, explicaba. Y se lo veía contento, bohemio y, seguro, ya bien acompañado por argenovia “cañón” que le dice todo el tiempo “gallego pelotudo”, pero con cariño. De seguir así la cosa, a la tan mentada y argentina “literatura del yo” en cualquier momento le surgirá la hermanita encontrada de la “literatura del vosotros”. Después, publicar en pequeña editorial argentina, juntarse en antología de/generacional a enseguida renegar (¿La Joven Guardia Civil?), proponer ensayo iluminante (¿Literatura con Z de Izquierda?), criticar en público o en blog a la Madrastra Patria, y desear íntimamente que una gran editorial española los premie con premio y/o pasaje de vuelta y desfile por las calles de su barrio. Mientras tanto y hasta entonces, hablar mucho sobre escribir o no para el puñetero mercado. Ese mercado que ya no sabe para qué o en qué emplearlos.

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