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Contratapa|Jueves, 27 de marzo de 2003

La voz del cuerpo

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Por Eduardo Pavlovsky

La voz provino de un iraquí que, como cónsul de su país, había vivido en la Argentina. Su castellano se entendía muy bien desde Bagdad. “Me deja hablar, me van a dejar hablar, ¿me va a dar tiempo?”, le preguntó al periodista de Radio Mitre. “Sí señor, diga lo que tenga que decir.” “¡Nos están masacrando, el señor Bush y su pandilla. Están arrojando miles de misiles en nombre de la libertad, en nombre de la liberación. ¡Qué liberación. Esto es un infierno! Las mujeres y niños gritan por las calles enloquecidos, han perdido sus casas, hay cadáveres, la gente está desbordada y ellos siguen con sus bombardeos en nombre de la libertad. ¡Cómo pueden creerle al criminal de Bush y su pandilla que ésta es la democracia de la liberación! ¿Escuchan ustedes los gritos y las bombas? Esto es desesperante y lo más terrible es que le crean a este miserable de Bush.” “Y si se fuera Saddam, ¿no se solucionaría todo?”, preguntó el periodista. “¿Si se fuera Irak?” “No (volvió a contestar el periodista) le repito, dije si se fuera Saddam, ¿no se detendría el bombardeo?”
Hubo una pausa. “Le entendí bien, señor periodista, pero Saddam es Irak. Irak es Saddam. Irak no se puede ir. Esto les cuesta entender a ustedes. Lo elegimos el noventa por ciento de la población.” De improviso surgió la voz del hijo que estaba en Buenos Aires. “Escuchame, papá, tranquilizate. Yo te quiero mucho y estoy preocupado por vos.” “Gracias, hijo, ¿pero escuchás las bombas, escuchás cómo están destruyendo nuestra Bagdad? Escuchás (se oían explosiones), es nuestra Bagdad.” El hijo replicó: “Sí, escucho, papá, escucho todo, cuidate, no puedo decirte nada más porque te quiero mucho”. “Yo también te quiero, hijo, te quiero mucho. Adiós.”
La voz del cuerpo, la voz que no aparece en el CNN, la voz del terror y la muerte, la cúspide del terror, cuerpo aterrorizado, cuerpo bombardeado, cuerpo sin límites, cuerpo fragmentado, atomizado pero también juntando odio, odio y resentimiento que surge de la impotencia del más débil frente a la prepotencia del más fuerte.
Pero también odio que agiganta, odio que enaltece, odio de la dignidad. No es el cuerpo de la protesta de las calles, es el cuerpo arrinconado frente a la muerte y a la destrucción. Allí, al lado, allí cerca. Allí por siempre. Es el odio infinito. El odio que queda registrado en el cuerpo y ese odio se hereda.
Como contrapartida, Chiche Gelblung le pregunta a Mariano Grondona: “¿Cuál debe ser nuestra posición frente a la guerra, Mariano?”.
“Nuestra posición es estar del lado de los ganadores, como en todas las guerras. Además reconstruir Irak va a costar 100.000.000 de dólares y de haber participado con los aliados podíamos estar en alguna licitación en la reconstrucción. Mire España, ¡la habilidad de Aznar! (viernes, Canal 9).
El autor de los comunicados militares nunca fue tan claro y tan tremendo. Sin fisuras. Inobjetable.

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