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Contratapa|Jueves, 27 de diciembre de 2012

Homo Lux

Por Rodrigo Fresán
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Desde Barcelona

UNO Rodríguez lee el siguiente titular: “Barcelona ilumina más calles para esta Navidad para dar ánimos”. Y, adentro, información de la práctica de menor presupuesto lumínico para la decoración de estas fechas y la teoría fotosintética de que activar lucecitas de colores invita al consumo. Porque ya lo advierten los que dicen saber mucho y demuestran no saber nada sobre ese neón en llamas donde se lee la palabra CRISIS: si no se consume, no se reactiva la economía; hay que consumir para que la cosa vuelva a moverse, consumir como en los tiempos en los que España iba bien y la gente se endeudaba sin pensarlo dos veces. El problema es que ahora ya no se puede porque, consumidos, ya no se tiene dinero para consumir. Pero no importa y, en cualquier caso, el centro comercial L’Illa ha propuesto para este diciembre un poster ingenioso incluyendo una nueva figurita en el pesebre: la de una mujer cargada de bolsas de regalos. Para ella y para los suyos. Que Jesús se las arregle como pueda con los Reyes.

DOS En tiempos oscuros, la luz es tema y deseo. Hágase la luz. Luz, cámara, acción. Luz que premia y destaca, luz que delata y condena o, simplemente, luz que muestra y revela. Luz de mi vida y veo una luz. Luz al final de un túnel que, ojalá, no sea la de un tren viniendo hacia nosotros. Luces “inteligentes” en Barcelona que sólo se encienden si detectan gente, promete el nuevo plan de iluminación de la ciudad que cuenta con 146.000 puntos de luz. Luz sostenible y eficiente y limpia y ahorrativa que –le parece a Rodríguez, apagado y de paseo por las avenidas para que le den ánimos– despide un resplandor raro y gris, como de radiografía. Luz en arbolitos de antiguo festejo pagano (donde una vez al año todos se ponían máscaras y se revolcaban sin límites para fabricar los bebés de la primavera) abducido y reformado por una religión que acaba de dejar en la calle a un asno y a un buey. Luz sobre los tweets del Papa –te perdono, mayordomo– predicando papanateadas. Luz sobre todos los muy católicos nobles y empresarios y políticos españoles (ya ha trascendido la formidable frase digna de postal findeañera que es “La señora de Conde de Orgaz está feliz con los billetes pequeños”) que aparecen involucrados en la trama de lavado de dinero del emperador mafioso Gao Ping liberado por el milagro navideño de un defecto legal en su detención. Luz sobre el fantasma de Charles Dickens, quien reinventó estas fechas y tuvo bien claro que –al final y en el principio– todo es cuestión de fantasmas y de dinero. Luz sobre el inventor de una lamparilla eléctrica que dura para siempre encerrado en un bunker por orden de los generales eléctricos. Luz sobre la postal familiar de la Casa Real (donde se ha decidido que las infantas –como el asno y el buey– brillen por su ausencia y dejarlo todo en el núcleo duro de regentes y herederos directos). Luz sobre el mensaje navideño del Rey (quien, aseguran las propias encuestas de palacio, ha vuelto a recuperar toda esa popularidad y afecto cuando salió a acribillar elefantes africanos) y que Rodríguez graba y escuchará al revés para detectar algún código oculto. Luz sobre ese hijo del Imperio vestido de Papá Noel sosteniendo una ametralladora y explicando que el problema no es que las personas con pocas luces y demasiado voltaje tengan acceso a las armas sino “el que las directoras y maestras de los colegios no vayan armadas para acribillarlas apenas asomen la cabeza”. Luz sobre la cada vez más gente que vive sola en Barcelona –el doble que hace veinte años, consecuencia de la crisis, la natalidad descendiente, la caída de los enlaces– y que silba “Eleanor Rigby” mientras conversa frente al espejo. Luz sobre la inestable química del nuevo gobierno catalán haciendo foco sobre un referéndum independentista. Luz sobre Berlín y Bruselas, donde todo se decide. Luz sobre esa curiosa variación local y fecal del asunto: el Tío de Nadal (tronco con carita al que los niños aporrean a bastonazos para que cague dulces mientras ellos cantan villancicos) y el Caganer (figurita de un pastorcillo cagando a agregar a los fondos del pesebre y que ahora ha mutado a la de famoso a elegir, sea Messi o Lady Gaga, referentes más admirados y envidiados de la juventud nacional). Luz sobre el tenebroso Mourinho en barrena y buscando una salida del Real Madrid mientras le avisan que nadie piensa en contratar a nadie hasta que Guardiola regrese de su feliz exilio y elija a quien más le guste. Luz sobre Tito Vilanova, que le cae tan bien a Rodríguez. Luz sobre aquel al que se le ocurrió suplantar en la programación navideña los films bíblicos (¿Quo Vadis? resulta una pregunta cada vez más incómoda) por películas apocalípticas para este 2012 maya y desmayado. Luz para la revisión de esa película del 2001, Los lunes al sol, en la que los parados eran una raza local, de Vigo, y casi exótica para el resto de sus compatriotas que, cada vez más, ahora disponen de toda una semanita para broncearse. Luz sobre esa lamparita salvadora encendiéndose sobre las cabezas de los personajes de los cómics cada vez que han tenido una idea genial. Luz sobre los alcaldes catalanes que –obligados a eliminar la paga extra navideña del 2012– han decidido adelantar la del 2013 y después ya veremos o no veremos nada. Luz sobre la reforma educativa que condena a todos ellos a que renieguen y se nieguen a la asignatura de religión (no evaluable, de aprobación automática pero computable y capaz del milagro de subir el promedio final) y que deberán estudiar otra (“fuerte” y evaluable y computable y suspendible) a ser bautizada como Valores Culturales y Sociales (primaria) y Valores Eticos (secundarias) que estarán “libres de cuestiones controvertidas” y, sí, por el camino ha quedado eso de la zapaterística Educación para la Ciudadanía donde, “controvertidamente”, se hablaba de la importancia de mirar a gays sin enarcar la ceja. Luz sobre el nuevo aumento de la luz que se vende como forma de “incentivar el consumo responsable” sin aclarar que, todo lo menos que se encienda, costará entonces más o menos lo mismo que lo mucho que se encendía. Luz sobre la apocalíptica novela de Rick Moody que Rodríguez lee a la sana luz de una vela mientras su esposa lee una cosa terminal de E. L. James alumbrándose con el enfermizo resplandor de su BlackBerry.Luz sobre todos esos absurdos pero entusiastas “preparacionistas” soñando con un fin del mundo que –otra vez, y van...– ha probado no tener final y seguir y seguir y seguir como ese conejito con pilas. Luz sobre los almanaques frescos del 2013, año con el que llegará la “buena” nueva de, supuestamente, haber tocado fondo sin que eso signifique necesariamente rebotar. Luz de fuegos artificiales. Luz sobre la pantalla de mi computadora desde la que miro a Rodríguez caminar por su casa cuando descubre que han cortado la luz (¿habrá derribado ese salvaje viento que pasa alguna torre, algún cable?) y busca y encuentra una caja de fósforos y enciende uno y, con un grito, me descubre mirándolo fijo y por escrito, como espectro de luminosas Navidades pasadas y presentes y futuras, y mejor apago y apagón y hágase la sombra.

TRES Felices luces.

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