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Contratapa|Martes, 2 de septiembre de 2014

Homo Rentrée

Por Rodrigo Fresán
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Desde Barcelona

UNO Ya llegó, ya está aquí. La revulsión (no la revolución) francesa: la rentrée. Palabrita de raíces escolares, pero también palabrota para todas las edades. Entrar de nuevo. Volver con la bronceada frente marchita. A empalidecer de aquí en más: el músculo ya no dormirá –salvo respiros de cuarenta y ocho horas, y algún puente a quemar– hasta las fiestas findeañeras. Recomenzar dentro del mismo año. No es fácil desde el punto de vista biopsicológico. Rodríguez se dice que en el Hemisferio Sur tienen la suerte de que las vacaciones coincidan con el cierre/apertura de calendario en lugar de crecer –más como un espejismo que un oasis– en la mitad de la película. Pero los de allá padecen Navidades a casi 40 grados de temperatura así que... Ahora, aquí, el retorno; no de las oscuras golondrinas, sino de las sombrías urracas ladronas: esos recibos de tarjetas de crédito convirtiendo el plástico iluso en realista metal a ser picoteado de cuentas bancarias. Y la cuesta arriba de septiembre. Sísifo emperador. Jorobados y mochilas por todas partes. Vuelven los niños a los colegios cargados de útiles y los inútiles adultos a sus trabajos (si los tienen, si los conservan con las llegadas de los primeros fríos y la caída de las hojas de los contratos temporarios listos para ser recogidos por los camiones de basura). Y parten desde aeropuertos retrasados los retardados turistas salvajes y semidesnudos y llenos de euros. Y se ruega porque Sharknado 3 se filme en Barcelona. Y que caigan tiburones desde los balcones del cielo para hacer sushi a los locales que están muy distraídos, mirando las pantallitas de sus teléfonos, a la espera de que les confirmen cuánto falta para la llegada del nuevo iPhone y sin pensar mucho en que los cerebros del Pentágono –con asesoramiento, seguro, de las mentes más nerd y brillantes de Cupertino– están desarrollando un sistema/terminator de defensa total con el marvel/nombre de Monstermind. Rentréecalipse Now. Arrojen la rentrée y extermínenlos a todos y l’horreur, l’horreur. Y Rodríguez se acuerda de julio, cuando todo parecía el mejor de los finales del mundo. Y Rodríguez –descubre, redescubre, como septiembre tras septiembre– que ahora el fin del mundo es el comienzo de la rentrée.

DOS Así, la rentrée como título bien tracatrá de una de esas rumbas del difunto Peret. La rentrée como el reset de un (des)ordenador al que se creía off pero que en realidad estuvo siempre al acecho y en el más ligero de los sleep. La rentrée como baldazo de agua helada en el nombre de una beneficencia donde donar a secas ya no tiene gracia ni te consigue parcela en YouTube. Y Rodríguez leyó que Charles Manson y su tribu (antes de pasar a las armas con modales casi de turista británico) disfrutaban de entrar en casas ajenas mientras todos dormían y de cambiar los muebles de lugar para provocar en los moradores una suerte de “impacto mental” a la mañana siguiente, cuando todos se despertaran y descubrieran que la mesa de desayunar estaba en el baño. Y también se enteró de que se desclasificaron grabaciones en la Casa Blanca donde se oye, el 21 de noviembre de 1963, a JFK decir algo así como “por suerte mañana me voy a Dallas y me tomo un respiro de todo esto”. Sí: la rentrée es un poco kennedymansoniana, se dice Rodríguez. La ilusión de un nuevo comienzo luego de una pausa en la que te puede salir el tiro por la culata y a quemarropa y en la que hay que volver a poner las cosas en su sitio. De ahí la proliferación de encuestas y estadísticas. Para que todos sepan en dónde vuelven a estar. Informes de futuras intenciones de voto pero, también, de que los españoles tiran cada vez menos basura o de que compran la mitad de cigarrillos que hace cinco años. O tal vez fumen basura, se dice Rodríguez, quien ya se prepara, también, para los demenciales anuncios televisivos de las nuevas loterías. Y las entrevistas a aquellos que se convertirán en súbitos millonarios sin necesidad de meterse en política para robar dinero público y afirmando que sus vidas no cambiarán y que seguirán trabajando sin importarles todos esos millones. Que devuelvan el dinero, se indigna Rodríguez. O que se lo quiten. Qué desperdicio de suerte. Aunque tal vez mientan. Tal vez lo que hacen es contratar de por vida a un tipo que se les parezca y que diga esas cosas detrás del escritorio o del mostrador, mientras ellos están lejos, gozando del que ya nunca volverán a entrar, porque han salido para siempre.

TRES Rodríguez piensa en todo esto mientras escucha Mutineers, el nuevo disco del gran David Gray. Y ahí una gran canción que se titula “The Incredible”. Y que –se informa en los créditos del álbum– Gray compuso a partir de un breve texto del escritor noruego Tarjei Vessas. La canción es pura anticipación y voz desgarrada y aliento elegíaco y rima epifánica cantando y contando que “lo increíble llegará por aquel lado” y que “esta vez no pasará de largo” y “nadie volverá a su casa esta noche” por “la ira de los ángeles” y... ¿Se referirá David Gray a la rentrée? Rodríguez espera que no; pero se promete buscar libro de Vessas y leer de dónde salió la increíble “The Incredible”. Y, sí, rentrée es también palabra literaria y editorial. Y relativa a libros que se venden aún menos que los cigarrillos. Y Rodríguez se acuerda de tiempos en que hacía listas de lo que leería a partir de septiembre mientras que ahora hace listas de lo que no podrá leer a partir de septiembre; porque los libros que antes compraba en librerías ahora los pide prestados en bibliotecas. Y demoran más en llegar, si es que llegan y los recortes lo permiten. Y hay que anotarse y esperar turno. Y Rodríguez se niega a ser como esos que piratean miles de títulos que nunca abrirán en su ebook y que piensan que Rayuela trata de adictos a las rayas de cocaína. Ah, llegan por aquel lado libros nuevos que no dejará pasar de largo. Kundera, Marías, Pynchon, Copegui, Del Molino, Carr, Murakami, Landero... Y los libros llaman a los libros y Rodríguez se acuerda del editor Jaume Vallcorba (RIP), quien no llegó a pasar el verano y que, con su editorial Acantilado, le descubrió los nombres de Zweig, Schulberg, Roth (Joseph), Schnitzler, Montaigne, Chateaubriand, Von Dorerer, Boswell y, tal vez, algún día, Vessas. Autores que no saben de rentrées porque nunca se fueron de vacaciones. Rodríguez lee ahora su discurso casi de despedida, en un master de edición, donde Vallcorba invocó a Dante cuando “después de su fatigoso periplo por el mundo de ultratumba, tras haber sufrido un sinfín de penalidades y haber pasado por terribles peligros, entrevé a Dios al final de su periplo y de su poema, ya situado en el Paraíso. Dante dice que ve ‘encuadernado con amor en un volumen, aquello que en el universo está desencuadernado’, es decir, que ve en forma de libro lo que en el universo son solamente pliegos sueltos”.

Y Rodríguez sonríe triste (tristeza porque los editores pasan, sonrisa porque los libros permanecen) y se pone de pie; porque hay que volver a entrar, a reentrar. Y que Dios nos ayude y nos encuaderne con amor.

Oh, vosotros los que reentráis, abandonad toda esperanza.

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